A través de la historia han nacido billones de bebés. Aún así, hasta el día de hoy, no hay un esquema exacto de cómo crece un feto. ¿Qué podemos aprender de esta incertidumbre que viene con el desarrollo de un bebé en el vientre de su madre?

Cuando una mujer queda embarazada, se estima una fecha aproximada en la que se cumplen las 40 semanas de embarazo. Sin embargo, sólo entre el 3-5 por ciento de los bebés realmente nacen exactamente en esa fecha. La mayoría de los bebés nacen desde 3 semanas antes a 2 semanas después de las 40. Es decir, esta fecha aproximada tiene una inexactitud de varios días, los cuales pueden hacer que un nacimiento sea una sorpresa temprana o también una larga espera… a menos que el bebé nazca por cesárea.
Podemos, en este sentido, comparar el nacimiento de un bebé con el nacimiento de los hijos de Dios en su futuro Reino. Tan incierto como es el día exacto del parto, así también se nos advierte acerca del nacimiento de los hijos de Dios: “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre (Marcos 13:32)”.
Cuando un embarazo está llegando a término, se vuelve cada día más difícil para la madre, debido al peso adicional del bebé. Aumentan las molestias y llega un huracán de emociones involucradas sobre el momento del parto. Todo esto puede hacer que el deseo de la madres por ver a su bebé nacer se incremente intensamente con cada día de espera.
De la misma forma, la Biblia describe varios acontecimientos que tendrán lugar antes de la segunda venida de Jesucristo, cuando van a resucitar los hijos de Dios. Estos acontecimientos previos serán tan difíciles que harán incrementar grandemente el deseo porque venga el Reino de Dios: Mateo 24:21: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”.
Cabe mencionar que, desde hace algún tiempo, el ser humano ha encontrado otras opciones para evitar la incertidumbre del momento exacto del parto, como la Cesárea. Para fines de este artículo analizaremos específicamente el parto natural, con el fin de obtener conclusiones valiosas.
1. Se necesitan las condiciones adecuadas
Para que un bebé nazca, el feto tiene que estar desarrollado hasta cierto punto. Esto varía de bebé en bebé. A la vez, éste se tiene que encontrar en una buena posición fetal para poder nacer. La madre necesita estar relajada y generar distintas hormonas (la más conocida de ellas es la oxitocina), para que su cuerpo pueda dar a luz de forma natural.
Al igual que el parto, el retorno de Jesucristo no será un acontecimiento que sucederá sólo porque sí. Se necesitan las condiciones adecuadas para que nuestro Señor pueda regresar. En Mateo 24, por ejemplo, Jesús describe varias condiciones que se tienen que dar para que Él regrese. También los libros de Daniel y Apocalipsis hablan más acerca de éstas condiciones.
2. Conociendo el proceso
Si el embarazo es un proceso que Dios ha creado y que termina en un nacimiento, ¿es acaso necesario para una madre conocer más acerca de ello? La respuesta es un rotundo Sí. En la preparación para el parto se insiste en la necesidad de conocer las etapas del embarazo y especialmente del parto. Con ello, la futura madre es la primera en advertir cambios en su cuerpo. Prepararse para el parto, tanto mental como físicamente, le ayuda a la mujer a estar más confiada a la hora que llega el nacimiento de su bebé y a poder reaccionar de la manera más adecuada.
En la parábola de las 10 vírgenes en Mateo 25 nos insta a que estemos bien preparados con todo lo que necesitamos para cuando venga Jesucristo. Si no conocemos bien la preparación, será fácil distraernos en otras cosas.
Cuando se acerca el parto, hay señales que indican que ha llegado la hora. Sin embargo, a veces no necesariamente es así y aún pueden pasar horas, días o incluso semanas, antes de que nazca el bebé. Así lo habla nuestro Señor en Mateo 24:6 “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin”. No nos podemos desesperar o desanimarnos en la recta final. A veces tenemos que calmarnos, aún cuando nos falta un poco más para llegar a la meta.
3. ¿Qué hacer mientras esperamos?
La espera del Reino de Dios, al igual que la espera del nacimiento de un bebé y la incertidumbre sobre el día y la hora exacta de la llegada de ambos, se nos puede hacer difícil. Pero pensemos positivamente: en ambos casos podemos usar el tiempo de espera para prepararnos aún mejor. Una madre puede hacer ejercicios para preparar más su cuerpo para el parto, debe aprender a descansar cuando sea necesario, debe consumir los alimentos indicados para darle la nutrición ideal a su cuerpo… antes de este gran acontecimiento.
Los que esperamos nuestro nacimiento en el Reino de Dios podemos aprender cada día más sobre cómo ser mejores reyes y sacerdotes en el futuro y prepararnos para ello.
Ni el parto natural ni la segunda venida de Jesucristo se pueden apurar. Sólo Dios conoce el momento exacto de ambos. Nosotros debemos hacer nuestra parte, procurando completar nuestro desarrollo espiritual y conociendo mejor el proceso para poder nacer como hijos de Dios en su Reino. Sólo así estaremos bien preparados para cuando llegue ese momento tan esperado.