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Más allá de la floración: lo que nos enseñan las flores

Por IDDAM | Blog Mujer cristiana, Blogs | Comentarios cerrados | 9 mayo, 2025 | 0

Las oportunidades para aprender están a nuestro alrededor. Incluso las flores pequeñas nos pueden enseñar grandes lecciones sobre los peligros de compararnos con los demás.

¿Alguna vez se ha encontrado usted en este escenario? Imagine estar haciendo sus tareas del día a día de manera tranquila, hasta que algo de repente desvía su atención hacia los logros de otra persona. Tal vez su jefe felicita a su compañero de trabajo por su labor. O tal vez usted está revisando las redes sociales y ve fotos de sus amigos luciendo impecables y fotogénicos.

En un instante, de repente su cabeza cae en la trampa de la comparación. Y aunque ya lo haya notado antes, no puede resistir la tentación de repasar todas las formas en las que usted se queda corto en comparación con esta otra persona.

¿Le suena esto familiar?

Si es así, usted está en buena compañía. La comparación es un problema con el que a veces también lucho. De hecho, recientemente estuve en una “batalla contra la comparación” cuando experimenté algo que me ayudó a darme la perspectiva que tanto necesitaba.

La lección de las flores

En el lapso de dos semanas, hice dos visitas distintas a un jardín botánico local. Durante mi primera visita, disfruté observando la belleza de todas las flores y sus cogollos frescos. Siempre me han gustado los tulipanes y había varias macetas grandes de flores, en una variedad de colores vibrantes y llamativos.

Cuando tuve la oportunidad de volver al jardín con algunos amigos, me emocionó que ellos también observaban las flores. Pero para mi sorpresa y decepción, cuando llegamos al lugar donde los tulipanes habían florecido dos semanas antes, casi todos habían desaparecido.

Mientras continuaba deambulando, noté que muchas otras flores que estaban en plena floración en mi última visita, tampoco estaban. Mi decepción creció cuando me di cuenta de que, después de todo, mis amigos no podrían ver todas las hermosas flores que yo vi antes.

La segunda visita no fue lo mismo.

Pero entonces noté algo. A medida que avanzábamos por el sendero, comencé a ver una variedad de flores que no habían estado allí la primera vez. De hecho, había secciones enteras que apenas había notado antes y que ahora estaban en pleno florecimiento. El jardín no era menos hermoso que dos semanas antes. Era simplemente hermoso de forma diferente.

Al reflexionar sobre mis visitas al jardín, me di cuenta de que lo que había presenciado podría enseñarme algunas lecciones valiosas acerca de la comparación.

Como las flores, nosotros fuimos diseñados para ser diferentes

¿Alguna vez le ha resultado difícil a usted elegir una flor favorita? No le culpo. Hay más de 400.000 variedades de flores, cada una con su apariencia y características únicas. De hecho, no es necesario intentar elegir una flor favorita. Si bien podemos tener nuestras preferencias individuales, todas y cada una de ellas tienen su propia belleza.

Es más, nos damos cuenta de que hay una tremenda belleza en la diversidad. Dios le dio a cada tipo de flor las características únicas que necesita. No hay dos variedades exactamente iguales. ¡Esto es algo maravilloso! Imagínese lo aburrido que sería si todas las flores tuvieran el mismo aspecto y tuvieran cualidades idénticas.

Las flores muestran perfectamente la variedad de belleza que existe en la creación de Dios. ¡Y nosotros también! Así como lo hizo con las flores, Dios nos regaló a cada uno de nosotros rasgos, apariencia y diferencias únicos. Estamos diseñados para ser hermosos de diferente manera.

Esto, por sí solo, ya merece nuestro asombro y aprecio, ¡pero hay más!

Dios también nos proporciona “diversidad de dones”, como se indica en 1 Corintios 12:4, para usarlos al servicio de Él y de su Iglesia. Los versículos 7-10 enumeran algunos de estos dones espirituales, como la capacidad de comunicar palabras de sabiduría y conocimiento que edifiquen y alienten a otros.

Aquí leemos otro punto interesante: Dios no da los mismos dones a todo su pueblo. Sin embargo, Él da dones individuales a cada persona (versículo 11).

Es muy fácil compararnos con los demás, especialmente con aquellos que poseen un don particular que admiramos y nos gustaría tener. Pero nuestros distintos dones contribuyen a completar el Cuerpo de Cristo de manera única (Romanos 12:4-6).

Con esta perspectiva, vemos cómo nuestra variedad de dones se complementa entre sí, en el servicio a la Iglesia. Deberíamos apreciar y complementar los dones de los demás, en lugar de compararnos con ellos o sentir envidia de las habilidades de la otra persona. Dios puede combinar maravillosamente nuestros dones juntos, como un jardín vibrante o un ramo de flores, para fortalecer a la Iglesia.

Al igual que las flores, nosotros florecemos en diferentes momentos

Al parecer, algunas personas reciben dones que rápidamente se hacen evidentes. Puede parecer que nacieron para cumplir un rol particular y pueden hacerlo con facilidad. Pero la mayoría de nosotros necesitamos paciencia. Nuestros dones espirituales no son tan evidentes de inmediato. Podemos y debemos pedirle a Dios que nos ayude a descubrir nuestros dones y cómo Él quiere que los usemos.

Sin embargo, todavía puede haber un período de espera y preguntas. Incluso, una vez que comenzamos a comprender en dónde residen nuestros dones, aún debemos desarrollarlos. Llegará el día en que hayamos perfeccionado y desarrollado nuestros dones al punto de brindar con ellos un beneficio a los demás, especialmente a los de la Iglesia (Gálatas 6:9-10).

Una de las cosas más complicadas de este ciclo es que “el momento” es diferente para todos. Por esta razón, realmente no podemos comparar la época de florecimiento de otra persona con nuestra época de dificultades o crecimiento.

Conectado con la fuente del alimento

Por más difíciles que sean algunas temporadas, todas son esenciales para el crecimiento. Cuando paseamos por un jardín, tendemos a centrarnos en las hermosas flores en plena floración. Sin embargo, a su alrededor hay plantas en etapas anteriores de crecimiento, preparándose para su momento de florecer. Estas etapas son igualmente importantes y garantizan que las plantas florezcan cuando llegue su momento.

Nuestras “temporadas de crecimiento” son vitales, pero sólo pueden tener lugar si estamos conectados a nuestra fuente de nutrición. Gran parte de la nutrición que necesitan las plantas con flores proviene del agua y de los nutrientes del suelo. Sus raíces llegan profundamente al suelo, para llevar estos nutrientes a la planta, para que pueda nutrirse y prosperar.

Para utilizar eficazmente nuestros dones, debemos estar firmemente arraigados a nuestra fuente de alimento espiritual, Dios el Padre y Jesucristo (Jeremías 17:7-8).

Si nos encontramos desanimados y tememos que nuestro crecimiento se haya estancado, vale la pena preguntarnos si nos hemos desconectado de nuestra fuente de nutrición. Juan registró un mensaje muy importante de Cristo sobre este punto: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4, véanse también los versículos 5-8).

A veces podemos obsesionarnos tanto con compararnos con los demás que no reconocemos la verdadera fuente del problema: que nos hemos distanciado de Dios, Aquel que nos dio nuestros dones en primer lugar.

La comparación afecta nuestra capacidad de usar nuestros dones

Apreciar los dones de los demás, sin sentirse inferior o envidioso, es más fácil de decir que de hacer. La comparación es un ciclo interminable de ver a otros usar sus dones, mientras nos preguntamos cuáles son los nuestros y cuándo tendremos la oportunidad de usarlos.

Por más natural que sea este sentimiento, no podemos permitir que domine nuestro pensamiento.

El apóstol Pablo nos dice en 2 Corintios 10:12: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos”.

Ser presa regular de la tendencia a compararnos con otros, nos mantiene atrapados en una mentalidad egocéntrica que nos impide utilizar plenamente nuestros dones.

Puede tomar tiempo descubrir nuestros dones y utilizarlos. Pero si podemos mantener la perspectiva correcta, podemos servir humildemente a Dios y a su Iglesia de maneras que nunca imaginamos.

Para más información sobre la comparación y 2 Corintios 10:12, lea “Comparándose consigo mismos” y “Cómo vencer las emociones negativas: la autodestrucción”.

Este artículo fue escrito por Mónica Ebersole.

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