El ejemplo de Jesús ha sobrevivido al paso del tiempo: Él amó y cuidó a su rebaño, el pueblo de Dios. Su continuo cuidado de todos nosotros es algo real y absoluto en la actualidad, tanto como lo fue en su ministerio terrenal.
El evangelio de Marcos hace énfasis en el denodado esfuerzo de Cristo por ver, entender y actuar a favor de las personas en todas las etapas de la vida.
Uno de los relatos iniciales en Marcos nos ayuda a entender las incansables acciones de Cristo procurando llegar a todas las personas que lo necesitaban. Una palabra que aparece con frecuencia en el evangelio de Marcos es eutheos. Esta palabra es utilizada más de 40 veces en el evangelio de Marcos. Significa “directamente”, esto es “inmediatamente”, “de una” o “pronto”. Es utilizada con frecuencia para mostrar cómo Jesús hablaba, consolaba, sanaba, corregía o hacía algo e inmediatamente después hacía otra cosa que pudiera hacer.
Jesús era Dios en la carne. Él se cansaba y hubo ocasiones en las que tuvo que descansar; pero tan pronto como le era posible, Él estaba haciendo las tareas que tenía pendientes: predicar el evangelio y cuidar de las personas.
Cuidando del pueblo de Dios en el mundo actual
Muchos estamos muy ocupados con nuestras responsabilidades personales. Algunas tienen que ver con el trabajo, y otras tienen que ver con el tiempo libre que tenemos. Podemos compartir un tiempo valioso con la familia y los amigos. Tal vez la recreación o las aficiones demandan algo de nuestro tiempo. También es posible que el uso del Internet, incluyendo las redes sociales como Facebook, Twitter y otras actividades consuman gran parte de nuestras horas.
Debemos preguntarnos algo importante: ¿cuánto tiempo invierto en cuidar del pueblo de Dios, nuestros hermanos?
Lo que no queremos que le ocurra a alguien en nuestra congregación es que se derrumbe por no haber recibido respaldo y apoyo en un momento de necesidad.
Consejos prácticos para cuidar del pueblo de Dios
Sabemos que hay muchos en la Iglesia de Dios que están sufriendo con problemas de todo tipo: desempleo, problemas familiares, enfermedades, desánimo, depresión o adicciones (esto no pasa inadvertido y nos preocupa). Cada uno tiene la responsabilidad ante Dios y su pueblo de caer en cuenta de las necesidades de nuestros hermanos y hacer todo lo que podamos para hacerles saber que ellos no están solos.
Por ejemplo, la mayoría de las congregaciones locales tienen a alguien designado como la persona encargada de hacer las tarjetas. Las tarjetas que se hacen se colocan en la mesa de información para que las firmemos. Para aquellos que no pueden asistir a los servicios regularmente, es una bendición adicional poder acercarse a la mesa de información, leer para quién es la carta y firmarla simplemente. Hacerle saber a alguien que hay hermanos que se preocupan por él o ella, es algo muy animador.
Pareciera que no trascurre una semana sin que alguien que haya recibido una de esas tarjetas de la congregación no comente cuánto aliento ha recibido por medio de ella. Los jóvenes también pueden ayudar con esto. Algo sencillo que todos podemos hacer es pasar cada sábado por la mesa de información y firmar las tarjetas.
Además, muchos escriben por correo electrónico o envían tarjetas de una forma más personal, a una persona que necesita ayuda y ánimo. Esto es algo que se suma a la ayuda que Dios nos da por medio de los esfuerzos de otras personas.
Oraciones especiales
En el pasado algunas personas han querido que oren por ellas pero no quieren que su nombre se mencione públicamente. Esto es un asunto enteramente personal. Si la persona quiere permanecer anónima en una petición de oración, esto no significa que Dios no pueda oír las oraciones que se hacen por ella.
Hace varios años, en una congregación local, le pregunté a un miembro y a su esposa si podían pedir a otros miembros de la congregación que oraran por una persona que necesitaba ayuda, pero quería permanecer en el anonimato. Ambos esposos estuvieron de acuerdo en hacerlo.
Cuando ciertas personas me contaban sus problemas, yo llamaba a los líderes del equipo y les daba la información con respecto al miembro de la Iglesia de Dios. Ellos se ponían en contacto con los otros miembros del equipo y hacían una oración especial por la persona.
Al cabo de unas pocas semanas los líderes del equipo me preguntaban cómo estaba la persona y yo les daba una actualización al respecto. La persona por la que estábamos orando se sentía siempre muy agradecida por el hecho de que miembros de la Iglesia dedicaran de su tiempo para orar por ella a pesar de no saber su nombre. Lo que más importaba era orar por alguien que estaba en necesidad.
Los miembros que no pueden asistir a los servicios regularmente
Otro grupo de hermanos que necesitan atención especial son aquellos que no pueden asistir regularmente a los servicios del sábado, estudios bíblicos, actividades sociales u otros programas de la Iglesia.
Algunos de nuestros hermanos ancianos están viviendo en asilos u hospicios. En otros casos tal vez están viviendo con miembros de la familia que no forman parte de la Iglesia. Jesús nunca pretendería que ellos fueran ignorados o dejados de lado. En su ministerio, Jesús siempre estuvo activamente interesado en buscar a aquellos que necesitaban un cuidado especial, incluyendo a aquellos que tal vez fueran ignorados por los demás o que los demás rehuyeran.
En Marcos 1:40-45 leemos lo siguiente: “Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpió. Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que Jesús ya no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes” (énfasis añadido).
Este ejemplo es algo sobresaliente en el ministerio de Cristo. Él estuvo pendiente del físicamente impuro y también del espiritualmente impuro. (Note que el primer milagro en el evangelio de Marcos es sacar a un demonio en la sinagoga.) El relato de Marcos dice que Jesús hizo lo que la mayoría de las personas jamás haría: Él tocó a un leproso. Este acto de amor y compasión le mostró al leproso que había alguien a quien le importaba su condición hasta el punto de que podía hacer lo impensable: tocarlo.
Sin importar la clase de dificultad ni la clase de persona que fuera, Jesús actuaba cuando se daba cuenta que había una necesidad. Su ejemplo de hacer algo por nuestros hermanos no es algo menos importante en la actualidad. Pero Él quiere y pretende que nosotros también hagamos algo por nuestros hermanos, que van a sentirse animados y consolados al saber que estamos orando en su favor delante de nuestro Padre y Cristo. Cuando el apóstol Pablo habló acerca de que debíamos ser un sacrificio vivo (Romanos 12:1-2), ésta fue una forma de describirlo. Sacrificamos nuestro tiempo y energía por el bien de otro ser diferente a nosotros mismos.
Necesitamos la ayuda de Dios para dar buenos frutos cuando ayudamos a otros
En Marcos 1:35 leemos que después de estar curando y ayudando a otros, Jesús encontró tiempo para orar a su (y nuestro) Padre. Jesús sabía que a pesar de las necesidades de otros, es absolutamente necesario que tengamos tiempo para ir delante de Dios y pedirle su bendición, intervención, fortaleza y ayuda personal. No debemos estar tan ocupados que por ello descuidemos una responsabilidad tan importante como la de mantener nuestro contacto con Dios y nuestro Salvador, Jesucristo. Ellos, por medio del Espíritu Santo, les dan la fuerza espiritual a sus siervos.
Por lo tanto, es necesario que nosotros hagamos lo que Cristo hizo y encontremos un equilibrio en la forma en que vivimos nuestra vida.
Ninguno de nuestros hermanos debe pasar por un momento en el que se sienta abandonado o que es dejado solo. Dios quiere que cada uno de nosotros hagamos nuestra parte al servirlo a Él y a su pueblo. Al servir al pueblo de Dios, estamos sirviendo a Dios (Mateo 25:31-46). Es útil hablar con su ministro con respecto a una persona que le preocupa a usted, ya que puede ser que existan circunstancias especiales o condiciones específicas en las que él puede ayudarle.
Jesús está al tanto de las dificultades que cada uno de nosotros enfrenta diariamente. Él está trabajando continuamente para ayudarnos a todos con su intervención personal, por medio de su Espíritu. Pero Él quiere que nosotros estemos con Él, a medida que Él está pendiente de las necesidades de otros. Él es el único siervo perfecto, y en la medida en que nos esforcemos para ser como Él, nuestros esfuerzos darán fruto.
Tal vez usted no ha visto a alguien en su congregación recientemente, o sabe de alguien que ha estado pasando por un momento difícil. Una llamada telefónica, una nota en el correo electrónico, un correo preguntándole si puede visitarlo y ver en qué puede ayudarlo. Y Dios, por medio de usted, puede darle una bendición especial esa persona.
— Por Richard Thompson, miembro de la Junta Ministerial de Directores