Algunos deportes muestran con frecuencia logros importantes.
También sacan a relucir las peores actitudes.
En el mundo de los deportes, los Juegos Olímpicos se han convertido en el evento más importante de todos. Sin importar cuántas competencias haya ganado un atleta, siempre tiene como suprema ambición ganar en los Olímpicos. En esta intensa búsqueda por la excelencia, hay historias que brillan por el ejemplo que dan de un verdadero espíritu deportivo.
El lado bueno
Uno de los grandes ejemplos es Emil Zatopec, el gran corredor checo de grandes distancias, quien regaló una de sus medallas de oro. Zatopec ganó el oro en los Olímpicos de Helsinki en 1952, el mismo día en que su esposa lo ganó también con la jabalina. Ellos se convirtieron en la primera pareja de esposos, en ganar medalla de oro en los juegos olímpicos el mismo día en competencias separadas.
Él había sido ya el héroe de 52 juegos, con victorias en los 10.000 y 5.000 metros, cuando decidió correr la maratón, una carrera que nunca había corrido. Durante la maratón él le preguntó a otro corredor si el ritmo era muy rápido. Él le contestó: demasiado lento. Entonces Zatopec aumentó su velocidad y ganó el oro.
El oro siempre le había sido esquivo al atleta australiano Ron Clarke. Aunque había alcanzado 18 records mundiales, en sus esfuerzos por ganar los olímpicos había logrado ganar únicamente la medalla de bronce. Un día Clarke fue a visitar a los Zatopecs, y recibió de ellos una pequeña cajita. Le dijeron que no la abriera hasta que estuviera de regreso a su casa. Cuando Clarke finalmente abrió el paquete, encontró una de las medallas de oro de Zatopec. Al lado estaba una tarjeta que decía: “Querido Ron, he ganado cuatro medallas. Es justo que usted tenga una de éstas. Su amigo, Emil”. Esto es un buen ejemplo de lo que es el verdadero espíritu de los deportes—ganar, pero con el deseo de compartir.
El lado oscuro
El lado oscuro, manipulador, de los deportes, fue bastante ostensible en 1936. Esos primeros juegos olímpicos de verano que se celebraron en Alemania, fueron utilizados por el partido Nazi como una forma increíble de propaganda. Su intento por probar la superioridad de la “raza aria” frente a otros atletas del mundo, fracasó cuando Jesse Owens, un afro-americano, fue la estrella indiscutible.
En los Olímpicos de 1972, Alemania fue nuevamente el ejemplo del lado oscuro. La expectativa gozosa de estos juegos, fue destrozada cuando once atletas, cinco terroristas y un policía resultaron muertos durante el secuestro de los atletas israelíes y el intento por rescatarlos que siguió a continuación. El día de los funerales, la competencia continuó, pero con la bandera de los Olímpicos ondeando a media asta.
El ideal de los Olímpicos con frecuencia es un duro contraste con la realidad del mundo. El lema de estos juegos, “Citius, Altius, Fortius” (“Más rápido, más alto, más fuerte”), está con frecuencia ligado a las fuerzas nacionalistas y al deseo de acumular medallas para el equipo.
El mercantilismo también ha superado la intención básica de los Juegos Olímpicos modernos, expresada por su fundador francés, el Barón de Coubertin. Lo que él dijo en 1908 se ha convertido en parte del credo moderno de los olímpicos, y se coloca en el tablero en las ceremonias de apertura: “Lo más importante en los juegos olímpicos no es ganar sino participar, de la misma forma en que lo más importante de la vida no es triunfar, sino luchar. La parte esencial no es conquistar sino haber librado bien la pelea”. Trágicamente, los olímpicos se han convertido en un reflejo de la sociedad humana y sus maldades.
Las buenas actitudes deportivas han perdido terreno
¿Ha visto alguna vez a un jugador de golf abandonando el club después de haber tenido un mal golpe? ¿O a un reconocido jugador de tenis estrellar la raqueta contra el suelo o tirar la bola con ira contra las graderías? ¿Ha escuchado acerca de atletas que han sido acusados de usar drogas que aumentan el rendimiento deportivo —tales como las acusaciones que surgieron contra el Tour de Francia? Hoy es frecuente ver a los jugadores pelear en el campo de juego. Ellos no siguen los ideales de Coubertin.
Los ejemplos positivos son animadores
Uno de los más importantes ganadores de medallas de oro, tenía una actitud hacia el atletismo que lo hizo un símbolo de la buena actitud en los deportes. John Landy dominó las carreras de medio fondo en Australia, entre 1952 y 1956, y fue una figura central en la tan publicitada búsqueda de romper el record de la milla en cuatro minutos, junto con el inglés Roger Bannister y el americano Wes Santee. Landy rompió el record mundial de la milla en 1954.
En la carrera por llegar a los olímpicos de Melbourne en 1956, otro gran corredor de fondo, Ron Clarke, se cayó. Landy, pensó que esto fue debido a una falta de él y paró para ir a ver qué le había pasado a Clarke y a disculparse. Después volvió a entrar en la carrera, retomó el liderazgo y a la postre ganó. La demora probablemente le costó otro record mundial. Esto es lo que hace la grandeza de los deportes: grandes atletas que también son grandes en carácter y altruismo. Vemos esto ocasionalmente, pero es algo muy escaso.
¿Ganar lo es todo?
Los fanáticos de los deportes aman a los ganadores. Nos sentimos felices porque nuestro equipo sea campeón mundial de fútbol o de fútbol americano. Los equipos ganadores son el blanco de la prensa. El champán y las palmaditas en el hombro son la recompensa de los ganadores. Sin embargo, con frecuencia ganar depende de un solo golpe, un punto, una milésima de segundo o una meta. Muchos creen que ganar es todo y esto va por encima de la salud del jugador o sus heridas. Se acepta como parte del juego intimidar al contrario, o tratar deliberadamente de herir al oponente.
Pero la derrota es solitaria y deprimente. Las cabezas se inclinan. Con desánimo, los pies descansan descuidadamente sobre la grama. Algunos jugadores no saben aceptar la derrota con dignidad. Las pelotas y raquetas se tiran con disgusto. Al saber que no pueden ganar, algunos deciden jugar de una forma sucia con el fin de herir a los oponentes.
¿Cuál es la causa de las malas actitudes en los deportes?
En realidad, los medios de comunicación no ayudan mucho cuando describen a los equipos perdedores con términos de batalla: aplastados, bombardeados, desmoralizados, aplanados, devastados. A esto le debemos agregar un irrespeto creciente por las reglas y la autoridad: los jugadores pelean con los árbitros y jueces. Son comunes las peleas rampantes entre ambos equipos. No debe sorprendernos que los niños imiten a las estrellas adultas y que la violencia inunde los concursos deportivos de los jóvenes.
Afortunadamente algunos están en contra de los jugadores que no juegan limpio. Los administradores, oficiales y la mayoría de los jugadores están preocupados por la violencia, pero no saben cómo cambiar lo que está ocurriendo. La motivación y el dinero que están involucrados en ganar a toda costa, son demasiado fuertes para que los deportistas cambien.
La realidad es que muchos jugadores pierden con más frecuencia de lo que ganan
La derrota es un visitante frecuente en la vida, y debemos aceptarla. La humildad en la victoria y la dignidad en la derrota es un ideal maravilloso, pero se ve raramente en los deportes—y en la vida también. Las características del carácter que se entrelazan en los deportes y la vida, no se han alterado desde que el apóstol Pablo reflexionara acerca del entrenamiento atlético hace más de 1900 años. Él trazó analogías con las carreras y el boxeo, probablemente haciendo referencia a los Juegos del Istmo, en la ciudad de Corinto.
Al escribir a los corintios, él les dijo: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:24-27).
Pablo utilizó el entrenamiento estricto del corredor, la auto-disciplina y el enfoque en la línea final de la meta, como requisitos para logros espirituales. Él se dio cuenta de que en los Juegos del Istmo, la disciplina del corredor sólo le traía una racha de fama que pronto desaparecía, en tanto que los cristianos luchaban por una corona incorruptible.
También enseñó claramente que debíamos esforzarnos para ganar la carrera de la vida. Pero sabía que tendríamos obstáculos y derrotas a corto plazo en el camino. Era una persona disciplinada que podía aceptar con dignidad la derrota o saborear humildemente la victoria: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia” (Filipenses 4:12). En la derrota se conoce el carácter del jugador. Algunos jugadores dan lo mejor de sí mismos, y son brillantes aun cuando pierden el juego.
En realidad, tenemos que afrontar la derrota más veces que la victoria. En el viaje de la vida, la humildad es una lucha porque la virtud no es recompensada económicamente, ni es aclamada públicamente. Las personas escogerían rápidamente tener el trofeo, recibir el dinero y beberse el champán. Ellos prefieren el reconocimiento de la gloria en lugar de las palabras consoladoras que nos instan a aceptar la derrota.
Los buenos principios deportivos en el juego de la vida
Muchos de los principios de Pablo se aplican a nuestra batalla cristiana. Bien sea que seamos participantes o espectadores, podemos aplicarlos cuando nos rehusamos a perder el control, ceder a la ira y al deseo humano de golpear o sacar al contrincante. Podemos desarrollar más las características necesarias para mantenernos fuera del conflicto y ganar por talento y capacidad. Algunos atletas son reconocidos por su juego justo y dominio propio. Al igual que ellos, ¡seamos unos buenos jugadores! Ganar es una buena meta para luchar. Pero ganar sólo vale la pena si usted puede levantar la cabeza cuando es derrotado.
¿Podemos esperar que continúe la tendencia hacia un comportamiento más violento y un incremento en el irrespeto hacia la autoridad? ¡La profecía Bíblica nos dice claramente que sí! Hasta que no cambien el corazón del hombre, su mente y sus intenciones, sus acciones tampoco cambiarán.
Se necesita carácter para mantener bajo control las emociones cuando a uno lo provocan. Se necesita carácter para mantener la cabeza en alto cuando se han experimentado reveses y derrotas. Ganar es divertido, y sentir el desafío de los otros talentosos jugadores nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos. El deseo de ganar nos motiva a trabajar, correr, remar, correr en bicicleta o nadar más rápido y durante más tiempo de lo que hemos hecho antes. Ganar también involucra competir en contra de los elementos, las montañas, el desierto y el mar.
Luchar por ganar no implica necesariamente que haya animosidad entre los oponentes
Con frecuencia el ambiente que se da antes del juego, crea resentimientos que se deben saldar en el campo de juego. Si para ganar usted necesita mentir, perder el control, agravar una ofensa, abusar del árbitro o intimidar a su oponente, ¿cuál es realmente la calidad de la victoria?
Hay una forma mejor
Si los equipos olímpicos entran al estadio en la ceremonia inaugural portando sus banderas nacionales, en la ceremonia de clausura se hace énfasis en la unidad como si todos los atletas pertenecieran a una sola nación. Esto surgió debido a la iniciativa de John Ian Wing, un joven de 17 años, que en los Juegos Olímpicos de Melbourne, Australia, en 1956, ganó una medalla. Antes de estos juegos el mundo estaba en problemas. Mientras los equipos viajaban a Melbourne, los tanques soviéticos y las tropas estaban entrando a Budapest, con el fin de reprimir el levantamiento de los húngaros.
Pocos días después de la ceremonia inaugural, John Wing escribió una carta al comité organizador. Él sugirió una marcha diferente para el desfile final: “Durante la marcha habrá sólo una nación… ¿Qué otra cosa podríamos desear más ya si el mundo entero fuera solo una nación?”
Entonces se hizo así. Y se convirtió en una tradición que se ha mantenido en todos los juegos olímpicos. Los atletas de todas las naciones se despiden como un cuerpo, en lugar de marchar separadamente con sus propias banderas nacionales. ¡Qué inspirador pensamiento acerca de cómo van a ser los deportes en el profetizado mundo de mañana!
Muchas carreras deportivas son cortas, en tanto que el juego de la vida es largo. Por esto es que necesitamos aprender a ser humildes en la victoria y dignos en la derrota. Si usted puede jugar de una forma justa y mantener una buena actitud, entonces usted podrá tener un buen comienzo en el juego más importante de la vida.
El buen ejemplo de Jesse Owens
Su récord de cuatro carreras e igual número de medallas de oro en los mismos olímpicos se mantuvo por 48 años, hasta que Carl Lewis duplicó su hazaña en 1984. Pero Owens casi no obtiene su cuarta medalla. Su historia resalta por el buen espíritu deportivo.
En los Olímpicos de Berlín en 1936, Owens había ganado tres medallas de oro y estaba compitiendo en salto largo. Él había cometido falta dos veces y sólo le permitían tres intentos. El campeón alemán se le acercó y le dijo en un confuso inglés: “Jesse, permítame hacerle una sugerencia. Yo pondría mi toalla a una distancia de un pie en frente de la línea de falta y así usted puede utilizarla para despegar. Usted entonces, clasificará fácilmente”. Owens siguió su consejo, clasificó y luego ganó la medalla de oro. Owens reconoció: “fue algo muy amable de parte de él. Después de mi victoria él fue el primero en felicitarme, y caminamos con nuestros brazos entrelazados en frente del lugar donde estaba Hitler”.
Terminando la carrera
En 1968 los Olímpicos de Ciudad de México, tuvieron una historia inspiradora acerca del “último hombre en la maratón”. Poco más de una hora después de que el ganador había cruzado la línea final, con sólo unos cuantos espectadores presentes en el estadio, finalmente llegó el último corredor. Con una pierna vendada y ensangrentada, él dio la última vuelta con mucho dolor.
En el sitio de prensa, un columnista escribió: “Hoy hemos visto a un joven corredor africano que representa lo mejor del espíritu humano…un desempeño que le da el verdadero sentido a los deportes…un desempeño que eleva al deporte por encima de la categoría de los adultos que participan en el juego…un desempeño que le da sentido a la palabra valor […] Todo el honor para John Stephen Akhwari de Tanzania”.
Después de la competencia, le preguntaron a Akhwari ¿cómo había soportado el dolor si no tenía ninguna posibilidad de ganar? El dijo simplemente: “Mi país no me envió a Ciudad de México para comenzar la carrera. Me envió para que la terminara”.
¿No es acaso esto verdad para todo el pueblo de Dios? Nuestro Dios quiere que terminemos la carrera cristiana y cumplamos nuestro llamamiento. ¡Debemos sentirnos animados y fortalecidos para hacerlo!
— Por Graemme Marshall