Cuando era un niño, pensé que la Biblia era sólo para adultos. Me parecía que sus páginas tenían un contenido algo profundo, lo cual no siempre es tan fácil de comprender, ni de poner en práctica! A mí me parecía que sólo trataba del comportamiento de los adultos, los problemas que suelen tener únicamente los mayores, y de las soluciones correspondientes.
Por aquellos años, me sorprendió descubrir cuántos pasajes bíblicos hacen referencia a la juventud y cómo las escrituras describen la realidad de la sociedad en la que hoy nos encontramos.
Hoy en día, los jóvenes se enfrentan a una sociedad cada vez más deteriorada, a un mundo vano donde el dinero y el poder es lo que prevalece en todos los niveles. La juventud de la Iglesia de Dios afronta problemas en diferentes ámbitos de la vida, ya sea con el carácter mismo de uno, las amistades, el colegio o el trabajo; a diario tomamos decisiones que influyen directamente en nuestras vidas, y esas decisiones suelen ser—aparentemente—unas más trascendentales que otras. No obstante, habrá que tener muy presente que las decisiones que tomemos durante nuestra juventud repercutirán directamente en nuestra vida futura de manera positiva o negativa, según hayamos actuado.
A este respecto, Dios quiere que nosotros mismos seamos los que tomemos nuestras propias decisiones, ¿con qué propósito? Para formar carácter, pero el carácter mismo de nuestro Creador.
Él no nos obliga a hacer las cosas a su modo ni decide por nosotros, pero sí nos puede ayudar y enseñar en la medida en que se lo permitamos. No olvidemos que nosotros somos quienes decidimos sobre nuestro futuro, por eso es que Dios nos da libre albedrío, aunque nos pide que decidamos correctamente.
Pero, ¿cómo podemos tomar buenas decisiones y al mismo tiempo saber qué es lo correcto? ¿Cómo podemos rechazar el camino de Satanás en un mundo en el que impera la violencia, la guerra, el hambre, la droga, el desamor, la mentira, la fornicación y el adulterio, entre otras cosas?
Por medio del rey Salomón, Dios dice: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Eclesiastés 11:9).
El Eterno quiere que los jóvenes gocen su juventud, pero de una manera correcta, con sabiduría. Hagamos énfasis en la última parte del versículo: “…pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios”.
Nuestro Creador será quien nos juzgue, ¡seamos jóvenes o adultos!, sobre todo lo que hagamos: “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:14).
Entonces, ¿cómo puede un joven conducirse correctamente por la vida? El Creador nos da la respuesta en Eclesiastés 11:10: “Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad (pasajeras)”.
Debemos quitar de nuestro corazón el enojo y sustituir de nuestro interior ese mal que gobierna en nuestra naturaleza humana por sabiduría…pero la sabiduría de Dios como nos lo recuerda el apóstol Pedro:
“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:1-2). Y eso no es nada sencillo, por tal motivo necesitamos la ayuda de Dios; ayuda que nos brinda por medio del contacto constante que tenemos con Él.
El diccionario define la voz sabiduría como: “Una conducta prudente en la vida; conocimiento profundo en ciencia, letra o algún tema determinado; algunos de sus sinónimos son: Instrucción, Prudencia, Cordura, Inteligencia”.
Pero, ¿cómo define Dios la sabiduría? ¿Cómo podemos obtenerla? En el libro de los Salmos se nos revela el fundamento para obtener sabiduría: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; su loor permanece para siempre” (Salmos 111:10).
Ahora, ¿qué significa: “temor del Eterno”? La Biblia nos lo aclara en Proverbios 8:13: “El temor del Eterno es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco”.
Dicho en otras palabras, significa obedecer todos los mandamientos de Dios, apartarnos de todo mal camino, apartarnos de las malas amistades. Veamos qué dice el Eterno en Salmos 119:104: “De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira”.
Hacer lo contrario a lo que Dios dice trae por consecuencia la muerte, “Porque la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6:23).
Hay que recordar que el rey Salomón fue inspirado por Dios para escribir el libro de los Proverbios, y nuestro Creador puso este libro a nuestra disposición “Para entender sabiduría y doctrina (las leyes y voluntad de Dios), para conocer razones prudentes, para recibir el consejo de prudencia, justicia, juicio y equidad; para dar sagacidad a los simples, Y a los jóvenes [dar] inteligencia y cordura” (Proverbios 1:2-4).
Dios quiere que vivamos una vida sabiamente, por eso nos pide “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia (que nuestras posesiones sean bien ganadas, legítimamente)” (Proverbios 4:7).
Cuando uno es sabio y habla cosas rectas a Dios se le alegra el corazón, nuestro Padre se siente orgulloso de nosotros y nos llama hijos, esto lo vemos en Proverbios 23:15-16: “Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón; mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablaren cosas rectas”.
Él nos pide que lo reconozcamos como nuestro Dios y Creador, que nos apartemos de todo mal camino para que Él pueda intervenir en nuestras vidas. “Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme al Eterno, y apártate del mal” (Proverbios 3:6-7).
La obediencia a los mandamientos de Dios conduce a la sabiduría: “Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará” (Proverbios 3:23); y a la vida eterna: “Porque los rectos habitarán la tierra, y los perfectos permanecerán en ella” (Proverbios 2:21).
Y leemos en Santiago 1:5: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”.
Podemos ver muy claramente que Dios es el que da la sabiduría, que de Él emana todo conocimiento e inteligencia: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto del Padre de las luces” (Santiago 1:17).
Así que, los que guardan sus mandamientos y le piden humildemente consejo y sabiduría, los obtendrán porque Él la da abundantemente y sin reproche. Otro claro ejemplo de esto es el de Salmos 119:66: “Enséñame buen sentido y sabiduría, porque Tus mandamientos he creído”.
Dios quiere que seamos poseedores de sabiduría desde nuestra juventud y sobre todo en la vida adulta, pero no sabiduría de hombres, sino la que Él da. Porque debemos creerle a Dios y actuar conforme a sus expectativas ¡en cualquier situación!
Así es como Dios espera que seamos cuando hayamos creído en su Palabra y aceptado sus mandamientos, más cuando somos jóvenes, ése es un muy buen momento para aplicar sabiduría en nosotros, primeramente hay que proponer en nuestro corazón no fallarle a Dios ¡en ningún momento! Si fallamos o sentimos que no podemos, pidámosle sabiduría. Él no nos va a dejar; y si uno cae, hay que caer de rodillas para pedirle a Dios de su infinita misericordia y levantarnos.
Día a día debemos ser mejores personas para dar buenos frutos, porque a final de cuentas los beneficiados somos nosotros. En Proverbios 8:12 se nos dice: “Yo, la sabiduría, habito con la cordura, y hallo la ciencia de los consejos”.
¡Hay que actuar maduramente! Eso es lo que el ser que nos creó desea para nuestro beneficio.
En Santiago 3:17 se nos dice inicialmente de dónde viene la sabiduría y luego se nos explica cómo se va manifestando la sabiduría de Dios en los seres humanos, y cómo es que se debe manifestar en nosotros:
“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía”.
Debemos, pues, conducirnos con sabiduría, cordura e inteligencia con el propósito de tomar las mejores decisiones en todo momento, aunque a veces no entendemos por qué Dios prohíbe ciertas cosas y nos dicta una serie de leyes que fueron hechas ¡para el bien del hombre!
La obediencia a estas leyes espirituales trae bendiciones, pero cuando las violamos ¡solamente nos acarreamos maldiciones! Mentir, fornicar, robar, matar o alguna otra trasgresión a la ley de Dios sólo nos acarrea problemas.
La adolescencia y la juventud son dos etapas muy hermosas de la vida. Son períodos en los que hay que disfrutar nuestra vida con sabiduría, para hacer buenas amistades, prepararnos espiritualmente, formarnos en el ámbito profesional, sin olvidar que necesitamos SIEMPRE la ayuda y los consejos de Dios, para que después no nos arrepintamos de lo que hagamos o dejemos de hacer.
Recordemos en todo momento andar en el camino del Eterno, guardando y poniendo en práctica los mandamientos de Dios.
“Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta” (Deuteronomio 4:6).
Aprendamos a confiar en Dios más que en nosotros mismos, Él sólo quiere lo mejor para nosotros. Recordemos que el llamamiento es personal. Pongámoslo en práctica.
— Por Jorge Iván Garduño