“Caminar por fe y no por vista”
Como por medio de una gran pérdida, esta escritura cobró vida en mi caso.
CAMINANDO POR FE y no por vista (2 Corintios 5:7) se convirtió en algo muy real para nuestra familia en la Fiesta de Tabernáculos de este año. Estábamos muy entusiasmados con la posibilidad de aprender más del Reino de Dios y fortalecer nuestros lazos con nuestra familia espiritual.
Todo estaba marchando bien cuando asistimos a nuestro primer día santo juntos. Mi esposo John y yo cantamos en la coral. ¡Qué bendición tan grande ser parte del coro de la fiesta, cantar alabanzas a Dios e inspirar y animar a la congregación! Los mensajes nos dieron la pauta y anticipamos que esta sería nuestra mejor fiesta.
¡Emergencia!
La situación que tuvimos que afrontar, cambiaría nuestra vida para siempre. Estábamos contentos, disfrutando juntos al anochecer del sábado, agradecidos por el lugar en donde Dios había puesto su nombre. Pero en 15 minutos, todo nuestro pequeño mundo, feliz, fue abruptamente interrumpido. De súbito la cara de mi esposo empalideció y sus labios se pusieron morados. Supimos que estábamos en una situación de emergencia. El cambio tan súbito fue algo difícil de entender.
No voy a describirles los acontecimientos que siguieron después, excepto que dos horas más tarde recibimos las noticias más inesperadas. Mi querido esposo, de casi 25 años, el padre amoroso de mis hijos, estaba muerto. Sin advertencia. Sólo se fue. Mis pensamientos se agolpaban a medida que trataba de procesar las palabras del médico. ¿Qué? Pensé, ¡este es el momento más feliz del año!
En muy corto tiempo, estábamos en la categoría de “huérfanos y viudas”.
Decisiones inmediatas, compromisos a largo plazo
Nuestro ministro y su esposa se quedaron con nosotros esa noche, lo cual fue una bendición y un gran consuelo. Ellos nos acompañaron, a medida que tratábamos de suponer lo que había pasado.
Teníamos que tomar decisiones inmediatamente. ¿Nos íbamos para la casa o nos quedábamos en la Fiesta? Escogimos quedarnos en donde estaba Dios y su pueblo. No fue una decisión difícil para ninguno de nosotros. Sabíamos que ahí era dónde nos quería Dios, y sabíamos que cuando John se reuniera con nosotros de nuevo después de la resurrección, nos iba a preguntar si habíamos continuado guardando la Fiesta de Dios.
Esa noche mis hijos y yo hicimos un pacto, que no importara lo que pasara, no nos íbamos a resentir ni a alejar de Dios. Estábamos más decididos que nunca a estar en el Reino de Dios.
La Fiesta fue como una nebulosa, pero mis hijos y yo nos cogíamos del brazo y nos íbamos a los servicios todos los días. Me sentía perdida y sólo era capaz de afrontar un momento a la vez.
“No sé cómo hacer esto”
Una de las cosas que siempre me rondaba en la mente era: “No sé como hacer esto”. No sé como bregar con la pérdida y el dolor tan increíbles de perder a mi mejor amigo. No sé como criar a un joven de 13 años sin su padre. No sé como consolar a una jovencita que amaba tan profundamente a su “querido papá”. Le clamaba a Dios como nunca antes y realmente empecé a entender lo que significaba caminar por fe y no por vista.
Dios puso inmediatamente a otras personas en nuestro camino. Personas que también habían experimentado pérdidas se acercaban a consolarnos. Dios estaba respondiéndonos y dándonos lo que necesitábamos para caminar en este nuevo camino. Estábamos rodeados de familia. Personas que nunca había conocido comenzaron a cumplir la Escritura de: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).
“Todas las cosas les ayudan a bien”
Romanos 8:28 siempre ha sido mi escritura favorita. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Si ha habido un momento en el que necesitaba creer esto, era ése.
¿Cómo podría ser la voluntad de Dios algo tan horrible? Sin embargo, esta escritura me acompañó durante muchas pruebas. Necesitábamos creer que Dios haría que todo fuera para bien.
Un amigo me envió una cita inspiradora de Washington Irving: “Hay santidad en las lágrimas. No son señal ni muestra de debilidad sino de poder. Ellas hablan más elocuentemente que miles de lenguas. Son los mensajeros de un dolor que nos doblega…y de un amor indescriptible”.
“Venga tu reino”
Mi esposo será entrañablemente extrañado. Él era un hombre cristiano, firme, que anhelaba el Reino de Dios. El sentó el fundamento correcto de nuestra familia. Él dejó un legado de amor a todo aquél que estuvo en contacto con él. Él está esperando la resurrección con muchos que se marcharon antes que él.
Nosotros debemos continuar caminando por fe, no por vista, cumpliendo la misión y la obra que Dios nos ha dado para que hagamos. Nosotros oramos fervientemente: “Venga tu reino”, ¡a medida que esperamos la época en que podamos ver nuevamente a mi esposo!
— Por Lori Bryant
[Lori Bryant es miembro de la congregación de Joplin, Missouri.]