Durante la Fiesta de Tabernáculos, con frecuencia trato de imaginarme la vida de un israelita en la tierra de Canaán durante las épocas bíblicas. Antes de que los israelitas viajaran a Jerusalén para la Fiesta, ellos habían pasado varios meses con un clima cálido y seco. Las lluvias tardías terminaban en abril y era muy raro que tuvieran alguna lluvia desde mayo hasta la Fiesta de Tabernáculos.
Anualmente, la tierra cultivable de Israel recibía entre cuatro a cinco veces menos de lluvia que el sitio en el cual yo vivo ahora. Por esto, el agua se utilizaba muy poco durante los meses anteriores a la Fiesta. De hecho, Dios les dijo a los hijos de Israel que la tierra prometida era una tierra que “bebe las aguas de la lluvia del cielo”; y les advertía que debían ser fieles a Él para que los cielos no se cerraran y pudieran recibir lluvia (Deuteronomio 11:8-17).
Durante la Fiesta, los israelitas oraban a Dios pidiéndole que los bendijera con lluvia temprana. De hecho, Zacarías 14:17 asocia la lluvia con la celebración de la Fiesta. Para muchos judíos, la ceremonia del derramamiento de agua que realizaban durante la Fiesta de Tabernáculos, era símbolo de la lluvia (Enciclopedia Judía: “Fiesta de Tabernáculos”, 1906). Fue probablemente haciendo alusión a esto que Cristo dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mi y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38). Cristo asocia el agua viva con el Espíritu Santo.
Antes de la Fiesta, los israelitas habían cosechado higos, dátiles, granadas, uvas y aceitunas. La Fiesta era un momento de gran gozo, que llegaba al final de la temporada de cosecha. Cuando los israelitas regresaban a su casa después de la Fiesta, tenían mucho trabajo por hacer. Poco después de la Fiesta, las lluvias tempranas comenzaban a caer. El agua tan necesaria comenzaba a suavizar la tierra endurecida, lo que les permitía a los granjeros comenzar a sembrar el grano para la cosecha de primavera.
El Salmo 126:5-6 nos instruye: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas”.
¿Cómo podría uno sembrar con lágrimas? Labrar y sembrar era una tarea extenuante para los israelitas. Si eran negligentes, esperando que la lluvia hiciera su tarea, podrían correr el riesgo de que llegara el invierno. Evidentemente, no hacer el trabajo duro que era requerido en el momento oportuno para poder tener una buena cosecha era una decisión basada en la pereza. “El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará” (Proverbios 20:4).
Tal vez allí hay una lección que todos podemos aprender de la experiencia de los israelitas. Todos hemos vivido una Fiesta muy gozosa con otros miembros de la Iglesia de Dios. Hemos escuchado mensajes maravillosos acerca del Reino de Dios y disfrutamos de una comida deliciosa y del compañerismo con nuestros hermanos.
Ahora que hemos regresado a casa después de la Fiesta, es fácil experimentar una depresión post-fiesta. Tenemos que enfrentar los problemas que dejamos atrás cuando estábamos disfrutando la Fiesta. Algunas veces tenemos que enfrentar la persecución por haber tenido un tiempo libre en el trabajo o en la escuela. Nuestros colegas, vecinos o familiares no comparten la misma visión del futuro. Regresamos a una sociedad que tiene diferentes valores de los del Reino de Dios. Hemos regresado a un mundo inmerso en las festividades paganas tales como Halloween, el día de todos los santos, navidad, el año nuevo chino, el día de San Valentín y la Pascua Florida, sólo por nombrar algunos. Hay momentos en que podemos sentirnos atacados por todos los lados.
Ahora que hemos regresado de la Fiesta, debemos “ir llorando”, con el deseo de invertir el duro trabajo requerido para el crecimiento espiritual. Nuestra siembra consiste en orar regularmente, estudiar la Biblia, meditar y ayunar. Con la guía de Dios y su ayuda, podemos enfrentar nuestras pruebas y sobreponernos a nuestros problemas y flaquezas. Por medio del poder de su Espíritu, podemos ser embajadores de su Reino.
Entonces, cuando nos reunamos con nuestros hermanos para los días santos de la primavera, podremos hacerlo con gozo, sabiendo que hemos producido el fruto espiritual que le complace a nuestro Creador y reflejar el Reino de Dios por el cual oramos diariamente. A medida que nos examinamos antes de la Pascua, el comienzo de la cosecha de la primavera, podremos medir el crecimiento espiritual que hemos tenido. ¡Invirtamos ahora el esfuerzo necesario para que podamos disfrutar una maravillosa y gozosa temporada de Fiestas en la primavera!
—Por Dave Baker