Cuando caminaba afuera de la puerta de mi casa, recordé una lección espiritual de crucial importancia.
Verán, tengo dos árboles en el jardín delantero. Uno es muy grande y el otro todavía parece un arbusto. Casi 11 años atrás los dos árboles fueron plantados el mismo día en el jardín de nuestra casa por la persona que la construyó. Sin embargo estos dos árboles han tenido destinos muy diferentes. Un árbol ha crecido mucho y es fuerte, y hasta el día de hoy permanece robusto. El otro árbol ha sido reemplazado tres veces.
Casi siete años atrás, ambos árboles habían crecido bien. Más tarde, en esa primavera tuvimos una estación anticipada de rayos y tormentas. Con la tormenta llegaron lluvias muy intensas y vientos muy fuertes. El servicio de meteorología sugirió que de pronto un par de pequeños tornados podrían tocar tierra esa tarde en esa parte del estado. Ya que nuestra esquina está mirando al occidente, el árbol más cercano a dicha esquina fue azotado por los veloces vientos.
La importancia de las raíces fuertes
En esta ocasión, el viento simplemente fue demasiado fuerte y el árbol que estaba en la esquina se resquebrajó ante tanta presión. A la mañana siguiente, después de la gran tormenta, nuestro árbol quedó derrumbado ante nuestra puerta principal—¡totalmente desenraizado! Sus raíces fueron muy débiles y muy pequeñas para darle la fortaleza que necesitaba durante la tormenta. Todo tenía que ver con las raíces.
Por otra parte, nuestro árbol más grande tuvo un destino diferente. Pocos años después, una de las tormentas que se llevó el árbol que habíamos sembrado en reemplazo del primero, también se llevó una parte del tronco del árbol grande. Parecía que la mitad del árbol hubiera quedado en el patio del vecino y yo estaba preocupado pensando si el árbol podría sobrevivir así. Una mañana un amigo que trabajaba en mantenimiento de jardines vino para mirar nuestro gran árbol dañado. Él sonrió y simplemente me dijo, “no te preocupes. Este árbol va a sobrevivir bien”. Ya que el sistema de la raíz del árbol era fuerte y estaba en su lugar, eventualmente volvería a crecer y a llenarse con nuevas ramas. De hecho, sus palabras fueron animadoras. Pero nuevamente, todo tenía que ver con las raíces.
El corazón de nuestras raíces espirituales
¿Qué puede decir de sus raíces espirituales? Como cristianos, todos tenemos un fundamento en nuestra vida que es nuestra razón de ser. Es lo más importante para nosotros en nuestro viaje cristiano. Como los árboles en mi jardín delantero, nuestras raíces espirituales no se conocen por completo hasta que son probadas. La Biblia habla acerca de la importancia crucial de nuestras raíces—nuestro cimiento como cristianos—deben ser ciertas, fuertes y seguras. “El hombre no se afirmará por medio de la impiedad; mas la raíz de los justos no será removida” (Proverbios 12:3).
Al enseñarles a sus discípulos, en Mateo 13 Cristo advirtió a aquellos cuya conexión con la Iglesia y su llamamiento no tienen el cimiento sólido y las convicciones en Jesucristo. “Pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza” (Mateo 13:21).
Así como el árbol que tiene un buen y fuerte sistema de raíces, así el cristiano que tiene un firme y sólido fundamento va a soportar el viento, la lluvia y la tempestad que de otra forma destroza a los que tienen raíces más débiles (Mateo 7:26-27).
El corazón de nuestro sistema de raíces debe ser Jesucristo: “Por lo tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:6-7). Su sacrificio por nuestros pecados, su ejemplo de sacrificio y de servicio, su mensaje del venidero Reino y el futuro abarcan el fundamento sólido, y el sistema de raíces fuerte y seguro de un discípulo firme de Jesucristo.
— Por Doug Horchack