Guadalupe Pérez de Mejía, una mujer que había sido católica por tradición, comenzó a asistir a la Iglesia en el mes de mayo de 1988, poco antes de la Fiesta de Pentecostés, en la antigua Iglesia de Dios Universal. Lleva 24 años en la Iglesia y ha sobrevivido a la muerte de su esposo, Moisés Mejía. En ese entonces, y a pesar de la ignorancia de ciertos aspectos de las fiestas santas de Dios, tomó la decisión de asistir a la Fiesta de Tabernáculos en aquel mismo año, después de preguntarle a los miembros y a los ministros acerca de ésta.
Sin embargo, cuando manifestaban su deseo de asistir a la Fiesta, los ministros siempre les expresaban su preocupación por el hecho de que llevaban tan poco tiempo congregándose y no tenían tiempo para planear y ahorrar todo lo necesario para poder asistir.
Pero, Dios tenía algo preparado para el ingreso de estas dos personas a su Iglesia. Una hija de Guadalupe y Moisés trabajaba por esa época como sobrecargo de una línea aérea y se ganó un premio que consistía en un viaje para tres personas con todos los gastos pagos, durante cinco días, a cualquier parte del mundo.
Guadalupe cuenta que su hija le platicó sobre el premio que había obtenido, pero ella no le hizo caso en ese momento, ya que lo único que le preocupaba era el tema de las fiestas santas de Dios, mismas que no conocía pero que ansiaba experimentar.
Al poco tiempo, y después de que todos los ministros le aconsejaran no asistir a la Fiesta de Tabernáculos de ése año, que en México se iba a celebrar en el puerto de Acapulco, recordó el premio de su hija . Le dijo que ya sabía a dónde quería que fueran, y aunque su hija les propuso que fueran a Londres o París para que los conocieran, el matrimonio Mejía Pérez, con el entusiasmo del primer amor y el deseo de celebrar la Fiesta de Tabernáculos, le dijo a su hija que querían ir a Acapulco.
Y así, al decidir que no querían ir a otro país, ni conocer diferentes culturas (a pesar de tener todos los gastos pagos), prefirieron conocer el camino de Dios antes que las costosas ciudades de este mundo.
Al ver esto, su hija, contrario a todos los pronósticos, decidió aceptar la decisión de sus padres, y viajaron al puerto de Acapulco, para festejar la Fiesta de Tabernáculos de 1988. Ahí la joven sirvió como intérprete y los esposos Mejía conocieron un poquito más a Dios conviviendo con miembros de México hasta el Último Gran Día. Ese día, la última noche en Acapulco, la Sra. Mejía recuerda que tanto su esposo como ella se conmovieron profundamente por todo lo que habían compartido en esos ocho días con la Iglesia; tomados de las manos lloraron y se arrepintieron.
Al regreso de esa fiesta, hablaron con el ministro Pablo Dimakis y le manifestaron su decisión de comenzar a diezmar y, posteriormente, en noviembre de ese mismo año, ambos fueron bautizados.
Desde entonces, ellos estuvieron juntos como matrimonio en este camino de vida hasta que en noviembre de 2008, el Sr. Mejía falleció. Sin embargo, y a pesar de la pérdida de su compañero entrañable e inseparable, Lupita Mejía (como se le conoce amorosamente en las congregaciones de México), continúa hasta el día de hoy asistiendo a la Iglesia, formando parte esencial y siendo uno de los grandes pilares de la Iglesia de Dios en el Distrito Federal. Nunca se ha rendido y comparte su historia, su amor y su cariño; se esfuerza por asistir cada sábado y por congregarse con los hermanos; desde aquella primera Fiesta en 1988, ¡nunca ha faltado a una sola Fiesta de Tabernáculos!
— Por Jorge Ivan Garduño
Jorge Iván Garduño y su esposa, Nashielli, son miembros de la Iglesia y asisten a la congregación de México, D.F.