En medio del sermón que estaba escuchando en los servicios del sábado, el ministro leyó esta cita: “Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:16-18).
Este episodio es bien conocido por nosotros. Tenemos en mente los detalles y antecedentes de la situación, la posición que Nabucodonosor como rey y gobernante supremo y poderoso en aquél entonces, asumió frente a estos tres jóvenes.
El comportamiento y la posición de estas tres personas, ha sido un ejemplo de fe a través de los tiempos. Al escuchar sus serenas palabras ante un rey que envanecido por su propio poder y lleno de soberbia, los retaba con el único propósito de amedrentarlos y lograr que obedecieran su ley, pensé en todos los que estamos viviendo ahora en los tiempos del fin.
En estos momentos, la mayoría de las personas que conformamos la Iglesia de Jesucristo somos parte de una época que no ha tenido que vivir las vicisitudes y los horrores de la guerra a nivel mundial. Poco a poco, la generación de la Iglesia que tuvo contacto con la Primera y la Segunda Guerras Mundiales ha ido desapareciendo. Si bien es cierto que algunos de nosotros vivimos en lugares de la tierra en donde la violencia y la guerra se manifiestan de una manera ostensible, y que tal vez algunos de nosotros hayamos tenido que vivir en condiciones difíciles y extremas de pobreza y conflictos; en líneas generales podemos decir que somos una generación que no ha experimentado la guerra, la confrontación bélica, el enfrentamiento a nivel global, y desconocemos esta clase de situaciones y de vivencias.
Dios nos advierte acerca del futuro
Dios se ha encargado de advertirnos por anticipado lo que va a ocurrir en el futuro. Él es el único y verdadero Dios que puede hacer que pase, que suceda lo que Él dice que va a pasar y a suceder.
Uno de los libros de la Biblia que más contenido profético tiene es el libro del Apocalipsis. En Apocalipsis 1:1-3, leemos: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la Palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.
El libro de Apocalipsis nos enseña que finalmente Dios cumplirá lo prometido y que el Reino de Dios será establecido aquí sobre la tierra y Dios llevará a cabo su propósito y nada ni nadie lo va a detener. En verdad, Dios cumplirá su plan y su familia reinará y gobernará en todo el universo. El adversario, Satanás, ya no se opondrá más a Dios y toda su obra. Será vencido, derrotado para siempre. ¡Dios triunfa! Esto es algo innegable que nos llena de ánimo y de esperanza para seguir en esta lucha.
Pero antes de llegar a ese momento sublime y anhelado, es menester que sucedan ciertas cosas que sin lugar a dudas también son escalofriantes. Dios nos ha advertido de antemano, con el fin de que estemos preparados, para que cuando sucedan no nos tomen por sorpresa y estemos listos.
Una época sin precedentes
En Apocalipsis 13 encontramos una narración por demás extraña y sorprendente. Las bestias que se describen aquí tienen una apariencia aterradora y una actitud llena de violencia, de soberbia y de maldad. Veamos por ejemplo el versículo 6: “Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo y de los que moran en el cielo”. Y los versículos 16 y 17: “Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”.
El poder y la influencia que tienen estas dos bestias es algo innegable, y mundial, como se desprende al leer los versículos 3 y 4: “…y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?”. Y en los versículos 13 y 14: “También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia…”.
En el libro del Apocalipsis encontramos descritos muchos sucesos y acontecimientos que son perturbadores por decir lo menos. La verdad es que por más que queramos y nos esforcemos, ninguno de nosotros alcanza a imaginar lo que vendrá y lo que va a ocurrir.
Jesucristo lo resumió muy bien al decir: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).
¡La gran confrontación!
Nos espera un futuro difícil. Tenemos por delante unos días cuya dificultad no se compara con ninguna otra época que haya vivido el mundo. En lugar de tratar de ignorar y de evadir la contundente premura y urgencia de los días que estamos viviendo, haríamos bien en hacer caso a las advertencias que Jesucristo nos hizo: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor…Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (Mateo 24:42, 44).
¡Para los que estén vivos cuando todo lo profetizado suceda y llegue esa época de gran tribulación, la gran prueba de la vida aún está por darse; el gran combate contra el mal y el pecado aún está en el futuro; la gran confrontación, la prueba suprema, aún no se ha librado!
El alcance del poder de la bestia es algo que actualmente no alcanzamos a imaginarnos siquiera: “Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8).
Sin lugar a dudas, todos queremos que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida del Cordero. Todos queremos alcanzar la meta y llegar al Reino, para formar parte de la familia de Dios y que se cumpla el propósito que Dios tuvo al crearnos: que fuéramos sus hijos y recibiéramos la vida eterna.
¿Sabemos lo que nos espera?
¿Estamos preparados para la confrontación que nos espera?
Cuando la bestia esté reinando, el mundo entero estará postrado a sus pies. Todos serán engañados por ella, excepto los escogidos. No habrá nadie alrededor para apoyarnos y darnos ánimo en nuestro enfrentamiento. Jesucristo nos advirtió: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; más el que persevere hasta el fin, ese será salvo” (Mateo 10:22).
Cuando ese momento llegue, será puesta a prueba nuestra relación con Dios. Cuando llegue este momento, se sabrá realmente cómo es nuestra relación con Dios. Se hará evidente qué clase de relación tenemos con Él. Para enfrentar este enemigo, no bastarán nuestras buenas intenciones ni nuestros deseos. Tendremos que estar llenos del poder del Espíritu Santo. Dios nos respaldará y nos ayudará y dirigirá, nos dará el poder para triunfar y vencer, pero para esto será necesario que hayamos desarrollado una relación personal, íntima, cercana con Él. Esta clase de relación no se logra de un día para otro. Se desarrolla con el tiempo.
Ahora es el momento para prepararnos. Ahora es el momento para desarrollar esa relación con Dios. La serena y contundente respuesta de Sadrac, Mesac y Abed-nego sólo puede provenir de alguien que conoce verdaderamente a Dios, que sabe cuál es su voluntad, que sabe lo que Él dice y está dispuesto a obedecerlo, pase lo que pase y suceda lo que suceda; que ha llegado a tener una cercanía e intimidad tan profunda con Dios, que tiene una clara conciencia de lo que es Dios, de lo que Él ofrece, de lo que Él espera de todos sus hijos y lo ama hasta el punto en que quiere obedecerlo y hacer su voluntad por encima de todo y de todos.
¿Qué podemos hacer para prepararnos?
El tiempo apremia. La vida sigue avanzando y el momento del enfrentamiento, la confrontación final con esa “Babilonia la grande, la madre de las rameras y las abominaciones de la tierra”, guiada y respaldada por el Adversario, está cada vez más cerca. Inexorablemente se aproxima y llegará, lo creamos o no, estemos preparados o no.
¿Qué podemos hacer para estar listos y preparados cuando ese momento llegue? Dios mismo nos da la respuesta en Isaías 55:6-9: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
En el próximo artículo ahondaremos más en esta escritura y en las implicaciones que tiene para nosotros, en nuestra labor de preparación para la vida eterna en el Reino y la familia de Dios.
— Por María Hernández