George Washington Carver escribió una vez: “Lo lejos que usted llegue en la vida depende de lo tierno que sea con el joven, lo compasivo con el anciano, lo solidario con el que lucha y lo tolerante con el débil y fuerte. Porque en algún momento de su vida usted ha sido todo eso”.
Las fases o capítulos de la vida llegan para todos. Nacemos, crecemos, desarrollamos carreras, nos jubilamos y llegamos a la ancianidad. Hay algo que decir de cada etapa. Cristo dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Aunque Jesús se está refiriendo principalmente a la vida espiritual en el Reino de Dios, es claro a través de toda la Biblia que Dios siempre está preocupado por nuestro bienestar y quiere que vivamos unas vidas productivas y llenas de realizaciones.
En unas pocas semanas estaremos llevando a cabo los campamentos de verano para jóvenes en los Estados Unidos. Según la experiencia de la Iglesia de Dios, probablemente no exista ninguna otra actividad que pueda integrar a las personas en todas las etapas de la vida en una experiencia tan clara y positiva como los campamentos de verano para jóvenes. Tenemos abuelos y abuelas que trabajan con adolescentes y jóvenes adultos. Tenemos jóvenes adultos que trabajan con otros jóvenes y adolescentes. Y tenemos adolescentes que sirven a otros adolescentes.
Aunque yo nunca tuve la oportunidad de asistir a un campamento de jóvenes en la Iglesia cuando estaba creciendo, sí tuve adultos en mi vida que fueron mentores y muy importantes para ayudarme a desarrollar como la persona que soy hoy. Recientemente algunos sucesos hicieron que me acordara de una de esas personas.
En la secundaria, estaba totalmente entregado al deporte del béisbol. Era una pasión para mí. Y cada vez que la escuela nombraba a un nuevo entrenador, tenía que solicitarle una entrevista para informarle que no podía jugar el viernes por la noche ni el sábado. Cuando ya estaba en los últimos años de la secundaria, llegó un entrenador nuevo. Entonces, nuevamente tuve que pasar por la experiencia de hacerle saber a él lo que sucedía conmigo. Él fue muy amable, pero en realidad, él no me creyó. Su comentario fue: “Yo sé todo lo que para usted significa este deporte; y si el juego es lo suficientemente importante, tengo la esperanza de que usted va a jugar, sea sábado o no”.
Esto comenzó una buena relación que duró el resto de la secundaria. En uno de los últimos años, se presentó uno de esos juegos importantes. Era un juego que definía el campeón del distrito, y estaba programado para el viernes por la noche. Cuando me estaba yendo de la escuela, el entrenador me preguntó si yo iba a venir al juego, y yo le recordé la conversación que habíamos tenido unos años atrás. Él me dijo: “Voy a enviar a Joe a tu casa para que te recoja y te traiga al juego”. Así sucedió, y cerca de las 6 de la tarde, Joe llegó a mi casa. Él me dijo que el entrenador le había dicho que debía venir a recogerme, pero que él sabía que yo no iba a ir. Yo no fui, y el entrenador nunca volvió a tocar el tema. Él era así—cuando se daba cuenta que uno estaba convencido, lo respetaba y nunca trataba de hacerlo actuar en contra de esas convicciones.
Recientemente en un periódico me encontré un artículo acerca de mi entrenador. Nosotros formamos parte del primer equipo que el entrenador tuvo cuando había acabado de salir de la universidad en 1965. Actualmente, tiene 70 años y todavía sigue entrenando; ha recibido la distinción de ser el primer entrenador en la historia de la secundaria en Arkansas en ganar mil juegos de béisbol. Él marcó una diferencia en mi vida y, evidentemente, en la vida de muchos otros.
¿Puede usted marcar la diferencia en la vida de alguien? Siempre hay una oportunidad de hacerlo cada vez que usted trabaje con los jóvenes. ¡Un campamento de verano es un buen lugar para hacerlo! ¡Espero que aprovechen la oportunidad!
—Jim Franks