El verano pasado, cuando el equipo de baloncesto de Estados Unidos estaba entrenando para los Olímpicos, el entrenador Mike Krzyzewski llevó a los jugadores al Cementerio Nacional de Arlington para caminar entre las tumbas, conocer los nombres de los veteranos heridos y llevar una ofrenda a la tumba del soldado desconocido.
Esta experiencia impactó profundamente a los jugadores y demás miembros del equipo. El entrenador “K”, como lo llaman cariñosamente, vio en esto una parte importante de su entrenamiento, “un momento para enseñar”, que le daría al equipo “una oportunidad de sentir a quién y a qué, estaban representando”. Él quería que sus jugadores pusieran todo su corazón, no sólo sus habilidades, para establecer una conexión apasionada con la nación que ellos representaban. Más tarde, él les dijo: “Ustedes ven y escuchan, pero hay momentos en que ustedes sienten”. Y si ustedes sienten esto profundamente, entonces, será parte de ustedes.
En pocas semanas, el equipo de Dios, su pueblo, estará reunido en varios lugares para un entrenamiento especial mucho más importante que los Olímpicos. Estaremos en las fiestas santas, sus fiestas, repasando su plan de salvación, preparándonos para nuestro papel en él y representando el Reino de Dios. ¿Lo siente usted profundamente? ¿Lo ha hecho algo suyo?
Krzyzewski dijo algo crítico: “Para nuestro equipo es muy importante que se dé cuenta que representa algo más grande que nosotros mismos. No es sólo acerca de ofensiva o defensiva, es acerca de que usted está jugando por algo, está representando algo”. Pero él sabía que para que ellos se llevaran la lección a casa, tendrían que personalizarla. O para utilizar un término bíblico: “ellos tendrían que conmoverse con ello”.
Los momentos en que “nos conmovemos” son muy importantes para nosotros, pues tienen el fin de poder identificar lo que Dios está haciendo en su plan para la humanidad y su plan para cada uno de nosotros a nivel personal. La historia muestra que por décadas, miles de personas han ido a las fiestas, han escuchado los mensajes, podían explicar las escrituras; y sin embargo nunca atesoraron este conocimiento en sus corazones. Ellos eran, como Cristo lo describe, personas que “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8). Y sin su corazón en el juego, ellos perdieron visión y le dieron la espalda a Él.
Llegando al corazón
Cuando usted piensa en el significado de las fiestas que vienen, ¿qué siente? ¿Qué aplicación personal le da al regreso de Cristo y la primera resurrección? ¿O de Satanás encadenado, la paz del milenio o la segunda resurrección? ¿Cómo están ligados personalmente estos acontecimientos con usted?

En el sentido de las manecillas del reloj, desde la izquierda: el autor con sus nietos: Jazmín y Makai, leyendo nombres en un antiguo cementerio en Pensilvania, con algunas lápidas con fechas de la Guerra de la Revolución; una lápida con la lista de cuatro niñas que murieron en su niñez en el siglo XIX; Jazmín toca la lápida de piedra de un monumento.
Un ejemplo de esos “momentos para enseñar” ocurrió hace tres años, cuando estaba caminando con mi hija y con mi nieta en los alrededores de un barrio de Pensilvania. Cuando llegamos al antiguo cementerio y estábamos leyendo nombres y fechas en las lápidas de las tumbas, encontramos uno que databa de la época anterior a la Guerra de la Revolución, la curiosidad se apoderó de mi nieta y empezó a preguntar acerca de la vida y la muerte (la visita al cementerio por primera vez tiende a tener este efecto en los niños).
Luego, una lápida de mármol, aislada, atrajo nuestra atención. Tenía los nombres de cuatro niñas pequeñas, ninguna de las cuales vivió más de unos pocos años. Es difícil tratar de explicarle a un niño lo que significa “1 octubre, 1875 – 25 enero, 1876). Es difícil para los adultos tratar de imaginarse lo que pudo haber sucedido. Pero, como padres, sentimos que nuestro corazón se compunge tratando de imaginarnos las lágrimas de dolor y de angustia que Cornelius y Emma Wetzel, padres de las niñas, derramaron.
Pero al saber lo que sabemos del plan de Dios, revelado en sus fiestas, también podemos explicarle a los niños—y recordarnos a nosotros mismos—que algún día vamos a conocer a Cornelius y a Emma y vamos a verlos reunidos con sus pequeñas niñas. ¿Se imaginan las lágrimas de alegría que ellos van a derramar en esos momentos? ¡Y luego, les enseñaremos a ellos el conocimiento del camino de vida de Dios! ¡Esto también conmueve nuestro corazón!
Dios nos ha llamado para que estemos como sus hijos, cuando resucite a miles de millones de personas. Y hasta hoy, me acuerdo de Cornelius, Emma y sus bebés—personas que no conozco pero me impactaron profundamente con sólo leer la breve historia que su tumba nos contó. Sin embargo, más conmovedor aún que su historia que todavía no ha sido contada, es la historia que Dios nos ha dado por medio de sus fiestas santas y la historia de la que somos parte nosotros.
Éste es sólo un ejemplo de un momento educativo en el que al poner en perspectiva el conocimiento del plan de Dios, esto nos ayuda a comprometernos más a representarlo a Él y a nuestro llamamiento con todo el corazón. A medida que nos acercamos a la ya próxima Fiesta de Tabernáculos y demás días santos, asegurémonos de que su plan siempre esté personalmente relacionado con nosotros. ¡Hagámoslo nuestro!
—Por Clyde Kilough