En el mes de mayo se celebra el Día de la Madre. En el mes de junio se celebra el Día del Padre. Estas fechas son de mucha actividad, ya que las familias procuran disfrutarlas juntas, con sus padres. En estos días es muy difícil encontrar una mesa disponible en algún restaurante sin haberlo planeado; es necesario hacer una reservación con mucha anticipación, ya que son muchas las personas que desean celebrar con una comida fuera de casa.
Estos días son muy importantes en las sociedades en las que vivimos, y los hijos generalmente hacemos un esfuerzo especial para honrar a nuestros padres. Pero, ¿acaso honrar a nuestros padres es algo que debemos hacer sólo una vez al año? Si sus padres aún viven, sin importar la edad que usted tenga, Dios espera que les rinda honor todos los días del año.
Dios estableció uno de sus diez mandamientos-el quinto-para instruirnos que debemos honrar a nuestros padres (Éxodo 20:12). Cumplir con este mandamiento es esencial para la preservación de una sociedad decente y ordenada, ya que no sólo nos enseña a honrar a nuestros padres, sino también a todas las personas en autoridad. Si se descuida este mandamiento, toda la sociedad desarrollará actitudes de cinismo, desprecio y sarcasmo hacia las personas mayores y hacia la autoridad.
A medida que se acerque el regreso de Jesucristo, para gobernar con justicia y equidad sobre la tierra en el Reino de Dios, nuestras sociedades se irán desgastando y deteriorando cada vez más en lo que concierne al desarrollo y preservación de esta esencial virtud.
Las Sagradas Escrituras nos dicen que en los tiempos del fin de esta civilización, tal como la conocemos actualmente, existirán actitudes que harán que los días se caractericen por ser “tiempos peligrosos”: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno” (2 Timoteo 3:1-3).
¿Cuál es el origen del desprecio por la autoridad?
Todos conocemos la respuesta a esta pregunta. Satanás está en contra de toda autoridad. Su perversa influencia comienza dentro del núcleo más básico de la sociedad—la familia—y específicamente los padres. Cuando los hijos no aprenden a honrar a sus padres desde temprana edad, sin duda alguna como adultos tendrán muchos problemas para relacionarse sanamente con sus superiores y con personas en autoridad.
Satanás sabe muy bien que al pervertir nuestras mentes en cuanto a la forma que visualizamos la autoridad, está destruyendo las bases de la sociedad. Si no aprendemos desde niños a honrar a nuestros padres, que representan la primera autoridad sobre nosotros, Satanás logrará sus malévolos propósitos de destruir a la familia y a la sociedad en general.
Continuamente, Satanás está transmitiendo actitudes negativas en contra de los padres, y más específicamente contra la figura paterna, que es la autoridad máxima dentro de la familia. La antigua y rebelde serpiente sabe que si logra que veamos a nuestro padre como una persona malvada, detestable, injusta e indigna de brindarle nuestro respeto, estará afectando la forma en que posteriormente vamos a ver a nuestro Padre espiritual y nuestra relación con Él.
Los primeros cuatro mandamientos nos enseñan cómo tener una buena relación con Dios. Los últimos seis mandamientos nos enseñan cómo tener una buena relación con el resto del mundo—nuestro prójimo-comenzando con el quinto mandamiento que nos dicta honrar a nuestros padres. Éste mandamiento es un eslabón entre cómo honrar a Dios y cómo honrar y llevarnos bien con nuestro prójimo.
En el Antiguo Testamento, las ofensas en contra de los padres se pagaban con la muerte (Éxodo 21:15, 17). Esto nos muestra qué tan serio es para Dios que se les brinde respeto y honor a los padres. Bajo el antiguo pacto, y para la nación física de Israel, Dios mantenía altos estándares en cuanto a la forma de dar honra a las personas en autoridad, ya que una actitud rebelde en contra de los padres promueve una actitud rebelde contra toda persona en autoridad y, finalmente, hacia Dios mismo.
Desde el punto de vista de un niño, los padres están en lugar de Dios, ya que es su responsabilidad proveer, proteger, enseñar y establecer las leyes y reglas que les permitirán llegar a convertirse en personas de provecho. Los padres son los primeros representantes de Dios para los hijos. Es muy grande la responsabilidad que Dios ha puesto sobre nuestros hombros. Necesitamos mucho de su ayuda.
La forma en que nuestros hijos se relacionan con nosotros afectará inmensamente la forma en que se relacionarán con Dios después. Si nuestros hijos nos ven como padres crueles, temperamentales, injustos y desinteresados, les será muy difícil visualizar a Dios como un Padre amoroso, justo y bueno. Simplemente, la conexión no estará en sus mentes. Su concepto de Dios depende mucho del concepto que tengan de su propio padre físico y la relación que desarrollen con él.
Este hecho debería motivarnos como padres a educar, instruir e impregnar en las mentes de nuestros hijos que los padres, las personas mayores y todas las personas en autoridad, merecen honor y respeto. También debe motivarnos a que nos esforcemos, no sólo a instruirlo, sino a ilustrarlo ejemplificándolo en nuestra propia manera de vivir, ante ellos y ante Dios.
¿Qué significa para un niño honrar a sus padres? Simplemente significa obedecerles. El niño debe aprender a obedecer a sus padres incondicionalmente, sin protesta, de inmediato y con buena actitud. Tal vez esto suene demasiado exigente, pero en realidad no lo es; no desde el punto de vista de Dios. Dios espera que instruyamos a nuestros hijos, desde pequeños, a obedecer de esta forma. Si como padres no somos perseverantes en esto, la naturaleza humana y la influencia del diablo los llevará rápidamente a la rebeldía y desobediencia hacia nosotros y hacia toda autoridad.
El mandamiento de honrar a los padres conlleva una promesa especial de parte de Dios. A quienes lo cumplan Dios les promete una buena y larga vida sobre la tierra. El apóstol Pablo se enfoca sobre este aspecto en su epístola a los Efesios, donde les dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Efesios 6:1-3).
Desarrollando una sana relación de mutua reciprocidad
¿Cómo debe ser una sana relación espiritual entre padre e hijo? Una relación espiritual, como Dios la diseñó, es aquella donde el padre ejerce su posición de liderazgo con responsabilidad y ejemplifica el temor de Dios en su vida; y el hijo, por su parte, sigue ese liderazgo en el Señor, con obediencia y respeto.
Esta relación de reciprocidad es algo que no existirá en el tiempo del fin, porque Dios nos dice, al final del Antiguo Testamento, que antes que llegue el terrible “Día del Señor” enviará al profeta Elías. “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Eterno, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5-6).
Tener que volver el corazón de los padres hacia los hijos y el de los hijos hacia los padres significa que, justo antes del regreso de Cristo, no habrá una buena relación entre padres e hijos; estará deteriorada, al igual que toda la sociedad.
Como padres, tenemos la gran responsabilidad de representar a Dios ante nuestros hijos. Debemos pedirle a Dios que nos ayude a ser buenos padres; que nos fortalezca en fe y temor de Él, para que seamos los ejemplos que Él desea que seamos ante nuestros hijos, quienes están en el proceso de conocer a Dios como su Padre.
En los hijos, al ir creciendo y madurando, el temor de Dios debe ir formando parte de sus vidas por decisión propia. Al llegar a la adolescencia, cada joven debe obedecer a Dios voluntariamente y no sólo por indicación de sus padres. Al ir viviendo según los estándares que Dios establece para sus hijos, irán descubriendo que el camino de Dios produce abundantes frutos de bienestar físico y espiritual. Al obedecer más y más a su Padre espiritual, encontrarán que hacerlo vale la pena, porque sus palabras son palabras de vida abundante ahora, y después, de vida eterna. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
El primer mandamiento con promesa tiene que ver con el honor hacia los padres. ¡Aprendamos a dar honor a quién honor merece!
—Por Lauro Roybal