Haciendo una síntesis de los temas tratados en las dos partes anteriores de este artículo, resumimos: en la primera parte hablamos de la composición del canon de las Escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, las razones de por qué estos libros fueron considerados inspirados y las razones por las que otros libros fueron considerados apócrifos o deuterocanónicos (De Común Acuerdo, febrero de 2012).
En la segunda parte del artículo reseñamos la historia de la trasmisión bíblica y el origen de los errores o variantes del Antiguo y Nuevo Testamento, también se hizo énfasis en la rigurosidad de los escribas judíos, lo cual ha sido atestiguado especialmente con los descubrimientos de los “rollos del mar muerto” (De Común Acuerdo, junio-julio de 2012).
Con estos antecedentes llegamos a los últimos tópicos que nos ayudarán a entender el marco general sobre este tema. Abordaremos algunas preguntas que aún quedan por resolver, por ejemplo:
¿Si hay tantos manuscritos que difieren entre sí (particularmente del Nuevo Testamento), cómo se llegó a tener un solo Antiguo y Nuevo Testamento? ¿Se escogió un solo manuscrito por libro; el mejor conservado o el más antiguo o se unieron todos los manuscritos en uno solo? ¿Hay manuscritos con mayor importancia textual que otros? Si fuera así, ¿cuáles son las razones para considerarlos con mayor valor? Sin duda éstas son preguntas importantes y a la vez naturales para los estudiantes de la Biblia.
En este artículo abordaremos los tópicos relacionados con estas preguntas, pero sólo enfocándonos en el Antiguo Testamento y en el próximo artículo, con el cual terminará esta serie, nos enfocaremos en el Nuevo Testamento.
La mayor parte de estas interrogantes han sido abordadas por la crítica textual, definida como la ciencia bíblica que busca restaurar o acercarse lo mejor posible a las palabras originales de los autógrafos. Procuraremos, por medio de la comparación y el estudio de la evidencia disponible, recuperar las palabras exactas de los escritos originales, considerando su antigüedad, procedencia y calidad de las fuentes (manuscritos).
La tarea de la crítica textual se ha dividido en cuatro etapas: 1) recolección y compilación de manuscritos, traducciones y citas existentes; 2) desarrollar teorías y metodologías que permitan el uso de la información obtenida de manera consistente para la reconstrucción del texto más exacto posible; 3) la reconstrucción de la historia de la transmisión del texto, identificando las diversas influencias que afectaron la transcripción del texto, y 4) la evaluación de los materiales a la luz de la evidencia textual, teológica e histórica.
Sin duda, las fuentes más importantes para la crítica textual son los textos que se encuentran en el idioma original de los autógrafos, por lo cual la materia prima para la restauración del texto original son los manuscritos en las lenguas originales (Antiguo Testamento en hebreo y Nuevo Testamento en griego).
Sin embargo, fuentes secundarias como las traducciones o versiones han servido de ayuda cuando existe un déficit en la cantidad o calidad de los manuscritos.
Conformación del texto del Antiguo Testamento
Como se mencionó anteriormente, la preservación del Antiguo Testamento ha sido responsabilidad de los escribas judíos, que en su época tuvieron una gran actividad; a nuestra época, sin embargo, ha llegado un número reducido de manuscritos.
Hasta antes de los descubrimientos de los “rollos del mar muerto” los manuscritos hebreos más antiguos databan de los siglos X y XI. Existe consenso en que el tipo de texto en estos manuscritos corresponde al texto llamado masorético. Este texto masorético es una estandarización o unificación del texto, realizada por los escribas judíos medievales, llamados masoretas. Este nombre proviene de la palabra hebrea masora usada para “tradición”, es decir, la tradición de guardar el texto con base en las tradiciones autoritativas.
Todos los manuscritos del siglo XI o posteriores reflejan el mismo tipo textual del texto masorético, en otras palabras, son copias de este texto estándar. Los masoretas se originaron alrededor del 500 d.C. y su actividad duró hasta cerca de 1000 d.C. Además de la unificación y estandarización del texto hebreo, su segunda gran contribución fue la creación de un sistema de vocales y acentos para el texto hebreo, ya que el antiguo alfabeto hebreo no tenía vocales. Esto buscaba asegurar la pronunciación correcta del texto debido al desuso de la lengua hebrea en esa época.
A continuación se reseñan brevemente los principales manuscritos hebreos existentes:
a) Códice Alepo: Su nombre proviene de la ciudad Siria en donde había estado. Es un códice de toda la Biblia hebrea que data de la primera mitad del siglo X d.C. Lamentablemente, en 1947, durante los disturbios de los árabes contra los judíos, se destruyó una cuarta parte de él. Actualmente se encuentra en revisión por la Universidad Hebrea en Jerusalén.
b) Códice de Leningrado: Fue escrito en 1008 d.C. y actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional de San Petersburgo (antes llamada Leningrado). Este códice es ahora el manuscrito completo más antiguo de la Biblia Hebrea y debido a que el Códice Alepo no estuvo a disposición de los eruditos durante mucho tiempo, el Códice de Leningrado se usó como la base textual de la Biblia Hebraica y su revisión, la Biblia Stuttgartensia, que es la principal fuente de las traducciones del Antiguo Testamento de nuestras Biblias en español.
c) 1QIsa: Ésta es la designación para el gran rollo de Isaías descubierto en Qumram (los rollos del Mar Muerto). Está fechado alrededor del 100 a.C. y es una copia completa de Isaías con casi 1000 años más de antigüedad que su homólogo más cercano (Códice Alepo), pese a la distancia temporal entre ellos, los eruditos determinaron que para todos los propósitos prácticos se lee igual que el texto masorético estándar, mientras que la mayoría de las variantes existentes se relacionan sólo con la ortografía, gramática o cambio en el vocabulario. Este manuscrito y el 1QIsb, (manuscrito que contiene algunos capítulos de Isaías) han demostrado que el tipo de texto masorético ya estaba en uso en tiempos anteriores a Cristo.
Una segunda herramienta que utiliza la crítica textual del Antiguo Testamento son las versiones o traducciones antiguas existentes, que datan de finales de la era precristiana y comienzos de la era cristiana. A continuación se describen brevemente las más relevantes:
a) La Septuaginta: También conocida como la versión de Los Setenta. Representa la traducción griega del Antiguo Testamento más antigua. Según la tradición, el Rey Tolomeo II solicitó incluir la Ley Judía a su colección Real de Libros en Alejandría, para lo cual debía ser traducida del hebreo al griego. Esta solicitud fue enviada al sumo sacerdote Eleazar, quien la reenvió a 72 ancianos escogidos como traductores (seis de cada tribu), terminándose esta obra cerca del 300 a.C. Aunque no existe certeza de las fechas, se cree que el resto del Antiguo Testamento fue traducido en un periodo bastante más largo, con la participación de muchos traductores diferentes.
b) Targúmenes arameos: Nehemías 8 narra una reunión del pueblo para escuchar la lectura de la Ley, de los versículos 5 al 7 se describe a Esdras leyendo la ley de Dios, mientras en el versículo 8 vemos a los levitas explicando a la gente su significado. Estas personas necesitaban una traducción de la lectura de los manuscritos hebreos al arameo, de manera que la gente entendiera la lectura de las Escrituras en la adoración pública. Esta traducción se hacía en forma de paráfrasis y dio origen a los targúmenes. Posteriormente, en la sinagoga el manuscrito se leía en hebreo. Los targúmenes hacían su paráfrasis en forma oral, pero poco antes de la era cristiana éstos se preservaron en forma escrita.
c) Peshita siriaca: Corresponde a una traducción del hebreo al arameo (arameo oriental de Siria) del Antiguo Testamento, generalmente es conocida como versión Peshita o sencilla y está fechada a mediados del siglo I d.C.
d) Versiones latinas: El latín era el idioma común en la región occidental del Imperio Romano. La primera traducción del Antiguo Testamento al latín es la versión Antigua Latina (150 d.C.) que corresponde a una traducción de La Septuaginta griega al latín. Posteriormente (390-405 d.C.), Jerónimo realizó una segunda versión latina del Antiguo Testamento pero con una base en el texto hebreo, aunque de igual forma dependió de varias versiones griegas.
Actualmente la gran mayoría de las versiones en español del Antiguo Testamento están basadas en el Texto masorético, particularmente en la Biblia Stuttgartensia. Además, algunas versiones actualizadas incorporan los rollos del Mar Muerto a su base textual.
Como se verá en la próxima parte, el respaldo en la cantidad de manuscritos hebreos del Antiguo Testamento es muy precario comparado con el número existente de manuscritos del Nuevo Testamento; sin embargo, la calidad textual de sus copias no tiene parangón. No en vano Pablo escribió en su carta a los Romanos: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío?… Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la Palabra de Dios”.
— Por Sergio Arriagada