Se estima que un tercio de la Biblia está escrito en poesía. Si podemos aumentar nuestra comprensión de la poesía, podemos mejorar nuestro entendimiento de la verdad de Dios.
EL RENOMBRADO ESCRITOR INGLÉS, POETA, CRÍTICO literario y profesor de la Universidad de Cambridge, Sir Arthur Quiller-Couch, quien vivió durante la última parte del siglo XIX y la primera parte del siglo XX, alguna vez dio tres conferencias llamadas “La lectura de la Biblia”.
Durante estas tres conferencias, él le pidió a las personas encargadas de hacer los exámenes en la universidad que incluyeran ciertas porciones poéticas de la Biblia en inglés, como parte de los exámenes para graduarse en Cambridge. Él comentó: “La Biblia inglesa debería ser estudiada por todos nosotros por su poesía y maravilloso lenguaje así como por su religión —la religión y la poesía son de hecho inseparables”.
Como cualquier otra poesía, la esencia de la poesía bíblica se basa en las imágenes, símiles y otras figuras del lenguaje. Se ha estimado que una tercera parte de la Biblia consiste en referencias poéticas, dada la presencia combinada del paralelismo y su dependencia en el lenguaje figurativo.
Aprender a entender la poesía que se encuentra en la Biblia puede incrementar nuestro entendimiento de la verdad que Dios comparte con nosotros a través de las páginas de su Palabra.
La poesía en la Biblia
El Antiguo Testamento contiene por lo menos cuatro libros que son totalmente poéticos. Estos son: Job (una narración), Salmos (palabras de cantos de adoración), Proverbios (una colección de dichos sabios) y el Cantar de los Cantares de Salomón (un libro de poemas de amor). Cada uno de estos géneros es similar en su uso a las figuras poéticas.
Si bien allí no encontramos la rima o la métrica que encontramos en la poesía tradicional, la expresividad de la poesía hebrea y su utilización de otros recursos poéticos para crear ritmo compensa con creces su ausencia. Con frecuencia, la poesía hebrea es escrita en dos o más líneas consecutivas que expresan el mismo tema en formas distintas, usualmente en una forma gramatical similar. Esto se llama paralelismo y es la forma básica de la poesía bíblica.
Además del paralelismo, se emplean frecuentemente las metáforas, los símiles, la aliteración y el simbolismo, para poder pintar vívidamente cuadros gráficos con las palabras. Aunque la poesía ha sido traducida al español, logra retener mucho de su belleza.
Además de los cuatro libros poéticos mencionados arriba, la mayoría de las profecías del Antiguo Testamento son expresadas poéticamente. El lenguaje figurado está presente en toda la Biblia.
En Oseas 12:10 Dios afirma: “Y he hablado a los profetas, y aumenté la profecía, y por medio de los profetas usé parábolas”. Esta declaración expresa un principio que se extiende a toda la Biblia.
La Biblia está llena de imágenes. La vida se expresa como un viaje que sigue un sendero; Dios es un pastor; la depresión es un valle; la salvación es una fiesta. Dios utilizó estas imágenes para comunicar la verdad que su pueblo debía saber.
Cuatro tipos de paralelismo
En la poesía hebrea se utilizan cuatro tipos de paralelismo: sinónimos, antitéticos, sintéticos y culminantes.
En el paralelismo sinónimo, se vuelve a reformular la primera línea con el fin de enfatizar el punto que el poeta desea. Proverbios 27:2 ofrece un ejemplo muy bueno de este tipo de paralelismo: “Alábate el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos”. Cada frase complementa la otra; no sólo los significados son los mismos, sino que cada oración está ligada con la conjunción “y”. Las frases tienen casi el mismo número de palabras, y la segunda parte repite el orden positivo y luego el orden negativo de las palabras.
El paralelismo antitético contrasta los opuestos directos, tal como lo podemos encontrar en Proverbios 29:2: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime”. El orden de las palabras de la segunda frase complementa la primera. Una relación de causa-efecto se muestra en ambas frases. Nuevamente, el peso y la longitud de las frases son vitales para alcanzar el balance en la frase poética. Conjunciones tales como “y”, “pero”, “sin embargo”, y “aunque” son buenos conectores para el paralelismo antitético.
El paralelismo sintético abarca pensamientos que llegan juntos para hacer énfasis en similitudes o para expresar una gran preferencia por una condición frente a la otra. Un ejemplo típico del paralelismo sintético está en Eclesiastés 7:5: “Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios”.
Otra forma de paralelismo sintético es cuando se registra una acción con otra que tiene un efecto de mayor o menor importancia, tal como ocurre en Proverbios 21:27: “El sacrificio de los impíos es abominación; ¡Cuánto más ofreciéndolo con maldad!”.
Los paralelismos culminantes son creados al construirlos con base en declaraciones previas que llevan al lector a la conclusión del autor. Por ejemplo, lea el Salmo 1:3: “Será (el hombre justo) como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”.
En esta frase poética el salmista compara al hombre justo con un árbol. El árbol no solamente lleva fruto como se espera, sino que además nunca pierde sus hojas. Así como este árbol es excepcional, el hombre justo también es excepcional. Este paralelismo parte de lo ordinario a lo extraordinario con el fin de establecer su punto. La verdad acerca del hombre justo representado como un árbol que produce fruto por una corriente, se erige como una prueba de que Dios utiliza estas imágenes con el fin de comunicar su Palabra.
Metáforas y símiles
Las metáforas y símiles abundan en toda la Biblia, especialmente en la poesía hebrea. Un símil es una figura que compara dos temas utilizando las preposiciones “como” o “luego”. Un ejemplo excelente de un símil se encuentra en Proverbios 26:8: “Como quien liga la piedra en la honda, así hace el que da honra al necio”. No se necesita explicar que dar honor al necio es peligroso. La imagen de la piedra en la honda lo deja claro.
En poesía las metáforas se utilizan con frecuencia. Como lo dice la poesía de Aristóteles: “hacer buenas metáforas implica lograr las semejanzas”. Las metáforas son expresiones bifocales que buscan dos niveles de significado. Son una forma de lógica en la cual la relación entre dos expresiones separadas puede ser confirmada por una razón u observación sencilla.
Para entender las declaraciones metafóricas bíblicas siempre es necesario comenzar con experimentar el nivel literal de comparación. A continuación sigue la transferencia del significado de A a B. Así, en la frase: “El Señor es mi pastor”, el significado del nombre “Señor” se lleva a la metáfora “pastor”, una designación que expresa claramente los atributos de Dios de cuidar y proteger.
De hecho, la palabra metáfora habla por sí misma acerca de lo que significa. Está basada en la palabra griega que significa “trasladar”. En un sentido, cada vez que un poeta bíblico u orador enuncia una metáfora o símil, el lector o el oyente tienen la tarea de completar el proceso de comunicación. Se deja al lector la tarea de descubrir cómo A es semejante a B.
Aunque la metáfora no es cierta literalmente, es una forma efectiva de comunicar la verdad literal, de manera ostensible. Así, cuando Jesús declaró en Juan 10:9: “yo soy la puerta”, entendemos claramente que Él no es una puerta sino que utilizó la palabra como una metáfora de sí mismo, como el Ser por medio del cual podemos ser salvos.
Acrósticos
El Salmo 119 es especial porque la letra que comienza la primera sección es la primera letra del alfabeto hebreo, la letra que comienza la siguiente sección es la segunda letra del alfabeto hebreo, y así hasta el final del salmo. A esto se le llama acróstico, pero también es uno de los ejemplos más obvios de aliteración consecutiva, i.e, A es seguido por B, etcétera, aunque hay mucho más en el hebreo original de lo que tal vez sepamos. Además, en este salmo se utilizan todas las formas de paralelismo.
Poesía en el Nuevo Testamento
Si bien el Nuevo Testamento difiere del Antiguo Testamento en que no contiene un libro específico que pueda ser clasificado como poético, la poesía también se puede encontrar en el relato de los evangelios, así como en algunas de las epístolas y, especialmente, en el libro de Apocalipsis.
El primer capítulo de Lucas registra una poética proclamación de Zacarías en la que él estaba lleno del Espíritu Santo, después del nacimiento de su hijo, Juan el bautista (Lucas 1:68-79).
En el mismo capítulo, en los versículos 46-55, está registrado el llamado “cántico de María”, las palabras que ella pronunció después de que el ángel le dijera que daría a luz al Hijo de Dios y visitara a Elizabeth. Otro ejemplo lo encontramos en Filipenses 2:6-11:
El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra,
y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Algunos traductores han sugerido que estas escrituras eran un himno que pudo haber sido cantado por los primeros cristianos.
Apocalipsis 19:6-8 (NVI) registra una triunfante declaración poética:
¡Aleluya!
Ya ha comenzado a reinar el Señor,
Nuestro Dios Todopoderoso.
Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero. Su novia se ha preparado,
Y se le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente.
La propuesta de Sir Arthur Quiller-Couch de que la Biblia debería ser estudiada por su poesía y maravilloso lenguaje, así como por su religión, es tan válida hoy como lo fue cuando exhortaba a sus estudiantes hace cerca de un siglo. De hecho, apreciar la poesía de la Biblia puede ayudarnos a adquirir más entendimiento del maravilloso mensaje espiritual que Dios tiene para nosotros.
—Por Art Verschoor