Durante el mes de octubre, el sur de Chile se caracteriza —a pesar de que en esta temporada comienza la primavera— por tener un clima frío y húmedo. Sin embargo, y contra el pronóstico de días nublados y lluviosos anunciado en los medios, el pueblo de Dios pudo disfrutar de días soleados, cálidos e iluminados por la presencia de nuestro Creador en Lican Ray, en la región de la Araucanía, donde por un año más el Eterno puso ahí su nombre para celebrarle Fiesta solemne.
A la puesta de sol del día 15 de tishre (8 de octubre) comenzó la sexta fiesta santa de Dios, la de los Tabernáculos, cuando 381 personas de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial, venidas de diversos países como Estados Unidos, México, Guatemala, Perú, Argentina y Chile, llenaron de vida y entusiasmo el complejo turístico El Conquistador, que está custodiado al frente por el volcán Villarrica y el lago Calafquén a uno de sus costados.
Desde el mensaje de apertura hasta el último minuto del Octavo y Último Gran Día de la Fiesta, los miembros del pueblo de Dios tuvimos la oportunidad de recibir instrucción espiritual edificante de parte de nuestros ministros, para reforzar así nuestro carácter a la luz de las Escrituras y del venidero Reino de Dios.
Durante ocho días, los hermanos en la fe tuvimos la dicha de escuchar diversos y variados mensajes sobre que la Fiesta de los Tabernáculos es un evento mundial que nos recuerda el tiempo de paz que traerá al hombre el Reino de Dios por mil años y que, al final de éste, nuestro Creador le revelará su conocimiento por primera vez a la humanidad, suceso que está representado por el Último Gran Día —un futuro cada vez más cercano.
Además de estudios bíblicos, sermoncillos e inspiradores sermones, se disfrutó de inspiradoras muestras de música especial y una convivencia habitual entre hermanos, ya fuera en el salón de reunión o bien en el comedor, donde la mayoría de los asistentes almorzaba. También se organizaron reuniones durante las tardes o noches en las cabañas, donde al calor de la leña las pláticas resultaban interminables.
Las actividades organizadas por la Iglesia fueron agradables y amenas, iniciando con la Fiesta de Bienvenida, en la que con bailes, música y un gran despliegue de vestimentas multicolores todas las congregaciones de Chile deleitaron a los extranjeros que asistieron a Lican Ray, resultando en una noche donde el amor fraternal inundó el salón.
Otras actividades, que atesorarán los participantes en su corazón durante esta hermosa Fiesta de Dios, fueron el Té de años dorados, donde a las personas de la tercera edad se les deleitó con una tarde muy especial; el Té de damas, donde las mujeres de la Iglesia compartieron un dulce momento; el tradicional Baile familiar, que animó a todos los asistentes a mostrar sus mejores pasos; la Fiesta de niños, donde los pequeños se gozaron verdaderamente; el Baile de jóvenes, la Tarde deportiva y la tan esperada Noche de talentos, eventos llenos de gozo, entusiasmo y júbilo.
Cabe señalar que se contó con una sesión de Club de Oratoria, donde los integrantes de los clubes de Santiago y Temuco se juntaron para sesionar en una noche en la que los miembros de Oratoria y del Club de Graduados compartieron con los miembros de áreas internacionales una velada que concluyó con una cena de cordero asado preparada por algunos de los varones miembros.
La “crema del pastel” fue el bautismo en el hermoso Lago Calafquén de siete nuevos miembros de la Iglesia de Dios, en el inicio del Último Gran Día. Los bautizados fueron: Ignacio y Sofía Matamala, Jordan Chávez, Alejandro Hernández, Amanda Ugarte, Melanie Quintana y Gonzalo Miranda.
La Fiesta de los Tabernáculos y el Último Gran Día fueron un tiempo maravilloso de abundante alimento espiritual dado primordialmente por los ministros de Dios: Álvaro Matamala, Fermín Naín y Saúl Langarica —quien estuvo la mitad de la Fiesta— de Chile. Eleodoro Ávila (de El Salvador), estuvo con nosotros durante toda la Fiesta.
Definitivamente, el ambiente que se vivió en Lican Ray este año fue de un espíritu de convivencia, armonía, entusiasmo y energía plena de los hermanos donde el profundo agradecimiento hacia Dios por las bendiciones recibidas reinó en el ánimo de cada uno de los ahí presentes.
—Por Jorge Iván Garduño