
Álvaro Matamala junto a su esposa Fabiola
La congregación de Santiago de Chile y las congregaciones del área han tenido un crecimiento numérico pequeño pero constante. Por supuesto que esto ha sido una gran bendición de Dios, pero a la vez el trabajo del ministerio ha ido aumentando. Los ministros de la región tenemos que viajar a muchas congregaciones en el área y la congregación de Santiago también necesita de la presencia constante de ministros. La necesidad de otro ministro en el área estaba siendo obvia desde hacía algún tiempo.
Al mismo tiempo, notábamos que Dios estaba llamando a Álvaro Matamala para el ministerio de su Iglesia. He aquí lo que Álvaro mismo escribe en relación a su llamamiento a la Iglesia:
“Hace aproximadamente 30 años estaba sentado en una antigua silla de madera en el negocio de abarrotes que tenía mi padre en casa y pensaba en lo poco atractiva que se veía la vida a futuro. En aquel momento decidí escribir un artículo para mí mismo, que llevaba por título: “Nadie tiene la culpa”. En el artículo mencionaba cómo las consecuencias de la maldad y de los errores de nosotros eran traspasadas a los hijos y así sucesivamente. Mi conclusión fue dura: esta vida sólo ofrecía una herencia de maldad que afectaba indefectiblemente a todos los seres humanos. No había forma de cambiar las cosas.
“Para ese entonces, mi hermana ya era suscriptora de la revista La Pura Verdad. A los cinco días de escribir mi artículo cayó en mis manos una de las revistas, la cual me impactó muchísimo y le pedí más literatura que ella tenía. Fue el momento cuando mi vida cambió cuando ella me prestó el libro El increíble potencial humano, escrito por el señor Armstrong. Fue impactante leer aquella noche hasta las 6:00 de la mañana sin detenerme. Aquella lectura provocó que mis lágrimas salieran involuntariamente. Estoy seguro que Dios me llamó esa noche.
“Sólo pasaron tres meses para empezar a asistir a la Iglesia de Dios. La primera vez que me congregué fue algo muy fuerte, pues me sentí como “uno con ellos”. Fue muy impactante ver a varias personas ‘parecidas’ y reunidas en un mismo lugar. Aquella ocasión tuve una recepción muy cálida que dio pie a echar raíces en la Iglesia donde estaban todos los del ‘mismo sentir’.
“Han pasado muchas cosas en estos 30 años. No han faltado las pruebas, a través de las cuales Dios mira a nuestro corazón para saber si aun así obedeceremos su ley.
“Dios ha sido parte de mi vida durante estos 30 años y su verdad ha ido penetrando día a día en mi mente y con mi esposa hemos tratado de servir y apoyar esta gran Obra de Dios. Haciendo el balance de nuestra vida, puedo decir que Dios nos ha bendecido mucho. Pero, aparte del llamamiento de Dios, la mejor bendición de todas ha sido compartir este Camino con Fabiola, mi fiel esposa, hermana, compañera, amiga y fiel servidora en la Iglesia de Dios. Tenemos seis hijos, los cuales, gracias a Dios, están en la Iglesia avanzando y madurando, como todos nosotros.
“Han pasado los años y he logrado entender el dilema que originó el artículo que escribí antes de ser llamado por Dios: es el pecado el que tiene la culpa de todos los males y de todo el sufrimiento de la humanidad; y es Dios y su ley de amor que nos brinda la oportunidad de tener paz aun en esta vida. Además, pronto el mundo será librado del mal y de quién lo causa. Es Dios quien ha traído a nuestra vida la posibilidad de vivir otra vida eternamente. Por eso luchamos todos los días.
“La Iglesia de Dios es nuestra vida y nuestra familia. En esta Obra de Dios esperamos dejar nuestro último aliento, en el entendido de que ahora todos nosotros estamos madurando hacia la estatura de Jesucristo”.
En los servicios de la mañana del Día de Pentecostés, Álvaro fue ordenado al ministerio de Jesucristo. ¡Muchas felicidades para Álvaro y Fabiola!
—Por Saúl Langarica