Soy creyente, y me gusta mucho conversar con mis compañeros de la universidad acerca de sus creencias. La mayoría de ellos se consideran ateos, es decir, que no creen en ningún tipo de deidad sobrenatural.
También me gusta preguntarles a mis compañeros por qué no creen en Dios, dado que para mí la evidencia de su existencia es clarísima. Ellos siempre responden con los mismos tres tipos de argumentos:
1. Su primer caballito de batalla siempre es el mismo: “No creo en Dios porque no hay evidencia científica de su existencia y la ciencia nos da explicaciones más creíbles del origen de todas las cosas”.
Este primer argumento, aunque no lo parezca, es muy fácil de derribar. Sólo tenemos que informarnos un poquito de las actuales teorías que intentan explicar la creación del universo. Por ejemplo, se ha calculado la probabilidad de que al producirse el “Big Bang” para que todo quedara en el perfecto orden que tenemos en nuestro universo y dado que este evento fue supuestamente una explosión no controlada, esta probabilidad es pequeñísima (1 entre 10 elevado a 10 elevado a 123). Tan pequeña es esta probabilidad que si asignáramos un cero a la izquierda de la coma a cada átomo del universo ¡nos faltarían átomos para rellenar tantos ceros! Una probabilidad tan pequeña es incluso difícil de imaginar.
Hay quienes postulan que en realidad hay universos paralelos y que “justo a nosotros” nos tocó vivir en el universo perfecto y apto para la vida. Una explicación así me parece que es muchísimo menos creíble y rebuscada que simplemente aceptar que hubo un diseño inteligente del universo.
Si buscáramos más información respecto al funcionamiento de las células, los ojos, el magnífico cerebro humano, etcétera, podríamos seguir y seguir por horas refutando las teorías que han hecho los científicos acerca de todo cuanto existe. Estas teorías son dignas de una película de ciencia ficción. Un argumento de este tipo no tiene fundamento.
Cuando las personas se dan cuenta que ese argumento no es muy fuerte que digamos, pasan a la siguiente línea de ataque.
2. “Jamás he sentido a Dios en mi vida, cuando he pedido algo nunca me ha respondido”.
Probablemente este argumento es un poco más sólido, porque muchas veces, incluso a los jóvenes que pertenecemos a la Iglesia, se nos ha pasado por la mente en alguna ocasión.
Por nuestra corta edad y poca experiencia siempre queremos las respuestas de inmediato. Queremos una respuesta instantánea y según lo que nosotros deseamos.
Sin embargo, muchas veces Dios no responde de esta manera y vemos su respuesta a largo plazo, ya que Él sabe qué es mejor para nosotros. Quizás no hemos vivido lo suficiente para ver las respuestas de Dios, pero eso no nos puede desalentar de creer en Él. Esto es sólo cuestión de fe y de ver cómo Dios ha guiado y prosperado la vida de los más adultos en la Iglesia.
Y a los que atacan a Dios con este argumento, ¿cómo esperan que Dios les responda si sólo se acuerdan de Él cuando están en problemas y con el ánimo de desafiarlo para ver si existe? ¿Cómo quieren que Dios los ayude si no tienen ni una pizca de fe en Él?
El primer paso para que nuestra oración “atraviese el techo” es tener fe de que Dios existe y es un Ser misericordioso y todopoderoso que nos va a escuchar y ayudar. Si oramos pensando que estamos hablándole al aire, entonces eso será lo que estaremos haciendo, hablarle al aire.
Lo otro muy importante en este segundo argumento es respetar lo que Dios establece con aquel que le quiere seguir: primero hagamos su voluntad y después tendremos el derecho de pedir algo. Si nos acercamos a Dios, entonces Él se acercará a nosotros. Después de hacer esto, entonces veamos si Dios responde o no, como dice en Malaquías 3:10: “Probadme ahora en esto…”.
Cuando mis amigos ven su primer argumento destrozado y se dan cuenta de que el segundo requiere esfuerzo de parte de ellos para probar si Dios existe, entonces sacan su artillería más pesada, es decir, el típico argumento que todo el mundo usa para intentar demostrar que Dios no existe:
3. “Si existiera Dios no permitiría todo el sufrimiento en el mundo, ya que Dios es amor ¿o no?”
A esto podemos responder que el sufrimiento de este mundo ha sido producto de las malas decisiones que ha tomado la humanidad. Dios nos dio libre albedrío y la mayoría de la gente ha decidido mal. Casi todos han ido en busca de sus propios intereses egoístas sin importarle el sufrimiento que podría causar a los demás o a sí mismos.
Ni siquiera hay que creer en Dios para darnos cuenta de que lo que sembramos cosecharemos, que toda consecuencia tiene una causa, que si en un momento decidimos mal, inevitablemente la consecuencia será mala. Así, el hambre, la miseria, la pobreza, las enfermedades, etcétera, son todos problemas que nosotros mismos nos hemos causado.
Por ejemplo, ¿cómo se puede explicar que África, siendo uno de los continentes con más recursos naturales, sea en la actualidad el continente más pobre?
Al ver derrumbado su último y más “potente” argumento para demostrar que Dios no existe, naturalmente a mis amigos no les quedaría otra cosa más que admitir que existe un Dios todopoderoso que domina todo y creó todo el universo. Pero casi todos tienen su mente tan cerrada y su orgullo es tan alto que aun así se niegan a admitir que Dios existe y prefieren cambiar el tema o dar cualquier otra excusa barata.
¿Eres tú así? ¿Estás tan cegado que no puedes admitir la evidente existencia de un Dios creador de todo cuanto existe? ¿Por qué no atreverse a creer en Dios? ¿Acaso eso te hará menos culto o menos inteligente a la vista de los demás? ¿Prefieres seguir la moda de pensamiento de este mundo en vez de pensar por ti mismo?
Probablemente éstas son algunas de las razones por las cuales muchos jóvenes no creen en Dios, a pesar de las irrefutables pruebas de su existencia, pero (aunque suene contra intuitivo) es cosa de seguir la razón, pensar un poco, abrir los ojos y atreverse a ser distinto. Como dijo alguna vez Blaise Pascal, uno de los matemáticos más brillantes que ha existido: “Si apuestas en Dios y te abres a su amor no pierdes nada, incluso si estás equivocado. Pero si en cambio apuestas que no hay Dios, luego puedes perderlo todo en esta vida y en la venidera”. O como dijo Louis Pasteur: “La poca ciencia aleja de Dios, la mucha ciencia acerca a Él”.
—Por Saúl Langarica Chavira