Nosotros jugamos un papel muy importante al darle al mundo la primera impresión del Reino de Dios, por medio de la forma en que nosotros nos presentamos y conducimos.
Mi trabajo como auditora de una compañía pública de auditores requiere que interactúe frecuentemente y de una forma cercana con los clientes durante todo el día. Debido a esto, mi compañía, como muchas otras, quiere que sus empleados envíen un mensaje a los clientes por medio de su apariencia y comportamiento:
“Le agradezco mucho la oportunidad de hacer negocios con usted, y por su tiempo. Lo respeto y respeto lo que hace. Me siento orgulloso y responsable de los servicios que usted quiere que le preste y estoy trabajando diligentemente para ofrecerle estos servicios de una forma profesional”.
Consecuentemente, mi empleador espera que sus empleados se vistan y tengan una apariencia que se considere “apropiada para los negocios”.
Debido a la clase de ambiente en el cual trabajo, para mí eso de apariencia “apropiada para los negocios” es muy distinta de lo que sería apropiado para otra persona en otra clase de trabajo —un profesor de escuela primaria, por ejemplo, o un contratista de edificios.
Su desempeño en el trabajo se vería limitado si estuviera vestido como se supone que yo debo hacerlo. De hecho, si un constructor estuviera vestido de una forma “apropiada para los negocios”, se vería en peligro de tener un accidente por culpa de la vestimenta. Obviamente, “apropiada para los negocios” no se aplica a todas las profesiones porque el contexto del trabajo es diferente.
Por lo tanto, la forma en que yo me visto y conduzco cuando estoy atendiendo a los clientes no está basado únicamente en el mensaje que la compañía quiere trasmitir sino también en el contexto del trabajo que yo desempeño.
Ejemplos de la Biblia
Estas dos ideas —el mensaje propuesto y el contexto— se aplican a nuestra apariencia y conducta todo el día, todos los días. La Palabra de Dios también nos da ejemplo de cómo el vestido y la apariencia son cosas que tienen un mensaje y un contexto.
En la parábola de la cena de bodas Jesús les enseñó a sus discípulos acerca de la naturaleza del llamamiento de Dios por medio de la analogía de un rey que está haciendo los preparativos para la boda de su hijo y envía a sus siervos a que traigan invitados para que asistan a la ceremonia. Después de que los invitados llegaron, “entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?” (Mateo 22:11-12).
La apariencia y vestimenta del hombre no eran apropiadas para una boda y esto le transmitió al rey un mensaje de irrespeto. Aunque la vestimenta del hombre es una metáfora espiritual para el propósito de la parábola, la historia señala el papel que el mensaje y el contexto juegan en nuestra apariencia y comportamiento.
Otro ejemplo que ilustra el mensaje y el contexto que trasmiten nuestra apariencia y comportamiento es el uso del vestido de cilicio. En épocas bíblicas, cuando las personas estaban experimentando un gran dolor, usaban vestido de cilicio, que tenía una textura menos confortable y más áspera que el vestido tradicional. No era ideal para el traje diario.
David ordenó a su ejército: “Rasgad vuestros vestidos, y ceñíos de cilicio, y haced duelo delante de Abner.” (2 Samuel 3:31). “… y alzando el rey su voz, lloró junto al sepulcro de Abner; y lloró también todo el pueblo” (v. 32). La muerte de Abner tenía la connotación necesaria para usar el vestido de cilicio, y cualquiera que viera a David y a sus hombres, entendería de inmediato el mensaje —que era un momento de duelo y lamentación.
También vemos el vestido de cilicio en el contexto de arrepentimiento, tal como lo describió Jesucristo en Mateo 11: “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón, se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza” (v. 21).
Cómo aplicar esto a nuestra apariencia en la actualidad
¿Cómo podemos aplicar la lógica establecida por la Palabra de Dios y la sabiduría profesional actual en cuanto a la apariencia y el comportamiento en función del contexto y del mensaje que conlleva?
Como cristianos tenemos el privilegio y la responsabilidad de entender el contexto de las circunstancias que vivimos cada día y también decidir el mensaje que conlleva —en la forma en que actuamos y en la forma en que aparecemos. ¿Representamos bien a Dios con nuestra apariencia? Esto es algo que requiere que utilicemos un razonamiento y juicio cuidadosos.
Soy una mujer joven y me encanta la moda. Mido 1.80m y por lo tanto tengo que poner especial atención por ese tamaño tan poco convencional, además del mensaje y el contexto que debo trasmitir, cuando pienso en mi apariencia en mi vida personal y profesional. Hay dos cosas que he aprendido:
- Usted puede ser genuino en cuanto a su personalidad y estilo y a la vez vestirse apropiadamente para cualquier ocasión.
La expectativa de una apariencia apropiada no es que todos deberían usar lo mismo, aun si se comparten el contexto y el mensaje que se transmite. Cada persona es única y uno puede estar absolutamente seguro de expresar la individualidad en la apariencia y a la vez estar vestido de una forma que sea apropiada para la ocasión.
Analicemos por ejemplo la decisión de una novia en cuanto a su vestido de boda. Hay miles de vestidos de novia que ella puede decidir usar, muchos de los cuales son apropiados para la ocasión. Ella sin embargo, quiere escoger el vestido que represente su personalidad. Uno siempre puede armonizar la originalidad, la individualidad y el estilo en la apariencia, dentro del mensaje transmitido y el contexto apropiados para la ocasión.
- La “apariencia apropiada” no es algo dictado por la cantidad que uno gaste en tenerla.
Hay muchísimas prendas de vestir costosas que podría comprar y si lo hiciera me devolverían de la oficina para mi casa porque no son “apropiadas para los negocios”. CA
—Por Ellen Buchanan