Por Saúl Langarica
En varias ocasiones he escuchado la siguiente respuesta de personas que por alguna razón no asisten, o asisten poco, a los servicios de sábado o de fiesta santa: “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Esta fue, en efecto, una aseveración de Jesucristo (Mateo 18:20). Pero, ¿nos da esta escritura la autorización para que no nos congreguemos con la frecuencia que deberíamos con el resto del pueblo de Dios en su sábado o en sus fiestas santas?
Para empezar, Dios dice que la parte más importante del sábado y de sus días santos anuales, es la santa convocación (Levítico 23:1-3, 7-8, 21, 27, 34-35, 39). Esta santa convocación es, llanamente, la convocación de aquellas personas que están sinceramente buscando la voluntad de Dios.
Lo que Pablo dijo
El apóstol Pablo va más allá en enfatizar la necesidad de congregarse por parte del pueblo de Dios. Pablo dice: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:23-25).
Dios siempre ha querido que su pueblo se congregue en un lugar central que Él mismo ha escogido a través de la historia. Inicialmente fue el tabernáculo. Después fue el templo. También existían las sinagogas, que eran lugares centrales de reunión para los creyentes locales en cada ciudad. Dios no ha cambiado. Él quiere que su pueblo se siga congregando en el lugar que Él escogiere. Este deseo de Dios se encuentra expresado claramente como sigue: “sino que el lugar que el Eterno vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis” (Deuteronomio 12:5).
Por diferentes razones muchos de los verdaderos creyentes han dejado de considerar en serio esta petición de nuestro Creador. Muchos empezaron a creer que podían quedarse en casa sin congregarse o podían juntarse con otros dos o tres y así “armar una santa convocación”. Pero, ¿es eso realmente lo que Dios dice en la Escritura que mencionamos inicialmente? ¿No será que estamos haciendo una vez más “cada uno lo que bien le parece?”
Jesucristo y los cristianos originales tenían la convicción firme de que deberían congregarse en el lugar que Dios escogiera y en los días que Él dijera. Para cumplir con ese mandato, ellos hacían mucho esfuerzo y sacrificio.
Jesús viajaba a un lugar de reunión
Jesús se congregaba todos los sábados semanales en la sinagoga. Durante el tiempo en que Jesús vivió, la sinagoga y el templo eran los lugares oficiales de reunión para los sábados y las fiestas santas.
Era la costumbre de Jesús reunirse todos los sábados en la Sinagoga: “Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto” (Juan 18:19-20. Vea también Lucas 4:14-16).
Jesús se congregaba en un lugar central en las fiestas
Los creyentes iban a Jerusalén por lo menos para la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Ellos tenían que congregarse en el lugar que el Eterno había escogido. Jesús también celebraba estas fiestas santas en Jerusalén, de acuerdo con el mandamiento.
Por un lado, Jesús había sido enseñado por sus padres para ir a las fiestas santas a Jerusalén como lugar central de santa convocación (Lucas 2:41-43). Pero Jesús también entendía que aquello era la voluntad de su Padre en los cielos.
La Iglesia de Dios viajaba a un lugar central
Los discípulos también se congregaron, con el resto de los creyentes, en Jerusalén para guardar el Día de Pentecostés (Hechos 2:1, 5, 9-11). La Iglesia de Dios empezó formalmente en ese día santo. A partir de ahí ya no se hizo obligatorio que los cristianos se congregaran en la sinagoga. Su lugar oficial de reunión llegó a ser la casa de alguno de los miembros u otros lugares, dependiendo de las necesidades.
¿Qué podemos entonces decir de la escritura que se mencionó al comienzo? Dicha escritura dice: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). ¿Nos autoriza esta escritura a quedarnos en casa, por cualquier razón, los sábados o los días santos anuales?
Una de las formas de estudiar la Biblia es no aislar una escritura, sino analizarla en el contexto. El contexto de esta escritura es la reconciliación de dos personas de la Iglesia que han tenido algún problema. Veamos: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mateo 18:15-17).
Si dos o tres personas que han tenido algún problema se reúnen en cualquier lugar y en cualquier día de la semana para reconciliarse, Dios estará presente. Pero esto no es una santa convocación. La santa convocación es en el tiempo y en el lugar que Dios dice y en donde el pueblo de Dios se congrega. Obviamente si en una ciudad hay solamente dos o tres miembros de la Iglesia, donde ellos se congregan para adorar a Dios en el sábado o en las fiestas santas, entonces éste será el lugar que el Eterno escogiere.
Que Dios nos ayude a congregarnos en sus sábados y en sus fiestas santas en el lugar que Él escogiere, con el énfasis y la entrega con que Jesús y sus primeros discípulos lo hicieron. CA