“Un bálsamo para el corazón”. Ésta fue la frase del sentir de las damas asistentes al campamento del 13 al 15 de marzo en Buenos Aires, donde 35 damas compartimos intensos e inolvidables momentos. Estos tres días fueron una verdadera delicia tanto física como espiritual. Comenzamos con un almuerzo y una tarde de descanso en donde pudimos disfrutar de la piscina. De inmediato empezamos a compartir en armonía las experiencias, sentimientos y expectativas como damas de la Iglesia de Dios.
Recibimos el sábado con una cena especial a la que le siguieron cinco miniconferencias de las damas que tenían experiencias anteriores en campamentos. En total, nos deleitamos con 20 miniconferencias en el transcurso del campamento. Estas charlas nos permitieron conocer hermanas que no conocíamos. Ellas compartieron experiencias de vida y temas relativos a la Pascua que nos ayudaron a analizarnos a nosotras mismas en nuestros roles como mujeres, esposas, amigas, madres, cristianas, compañeras y hermanas en el Camino de Dios.
Todas las damas queríamos aprovechar al máximo el tiempo entre nosotras. En el servicio de sábado en la mañana nuestro ministro, Don Alfredo Arboleas, dio el sermoncillo y en la tarde realizó un estudio bíblico. El sermón lo dio nuestro pastor, Don Saúl Langarica. Todos los mensajes fueron muy inspirados y constructivos. Nos exhortaron acerca de la importancia de nuestra influencia como mujeres frente a las decisiones de nuestros esposos y de nuestras familias. Estudiamos algunos ejemplos de cómo las mujeres han influido en la historia, tanto positiva como negativamente. El potencial que tenemos como hijas de Dios es tan grande, que debemos usarlo sabiamente para hacer la voluntad de Dios y enseñar a nuestros hijos el respeto y temor al Eterno.
Continuamos la tarde del sábado escuchando a las damas con sus miniconferencias. Terminamos el día con el ánimo muy elevado para luego continuar, después de la puesta del sol, con la “mini noche de talentos y juegos” que nos trajo mucha alegría y risas.
El último día de campamento comenzó con un rico desayuno. Todas las damas nos encargamos de aportar sabrosas especialidades culinarias que disfrutamos en cada una de las comidas. Continuamos la mañana del domingo con un estudio bíblico y seguimos con la última serie de miniconferencias que concluyeron con las palabras de una de nuestras hermanas asistentes con más tiempo en la Iglesia. Ella nos alentó a que en las pruebas sigamos siendo fieles a Dios hasta que termine nuestra vida o hasta que Jesús regrese.
Luego, para el almuerzo, tuvimos un delicioso asado argentino y una muy agradable tarde de convivencia, a la que le siguió un bautismo al terminar la parte oficial del campamento. Angélica Chavira de Orrego fue bienvenida al pueblo de Dios.
Recibimos también, en el transcurso del campamento, algunos regalos muy bien preparados por hermanas de diferentes partes y finalizamos con una dinámica de intercambio de tarjetas, en las que pudimos dedicar algunas palabras sinceras y del corazón a otras damas.
Para despedir la tarde y finalizar el campamento tuvimos las palabras de nuestro pastor quien nos estimuló a sacar el mayor provecho de este tiempo tan especialmente vivido para que crezcamos en el acercamiento como hermanas que redunda en la unidad de la Iglesia.
Agradecemos la bendición de Dios por haber permitido la realización de este campamento. Damos las gracias a nuestros ministros de la Iglesia, a nuestras familias que vivieron nuestra ausencia y a cada una de nosotras mismas por haber estado presente en esta actividad.
Es complejo describir las emociones que se vivieron en este primer campamento de damas en Argentina, ya que la armonía en la que transcurrió la actividad y el cariño con el que nos unimos con las damas presentes fue muy grande. Sinceramente todas estuvimos preocupándonos y agradándonos unas a otras. Fue difícil también despedirnos, pero el sentimiento de los momentos vividos nos impulsa a ir y poner en práctica muchas de las cosas aquí aprendidas, esperando hasta la siguiente ocasión que nos permita nuestro Padre Eterno.
—Por Ximena Mellado