Por Saúl Langarica
La doctrina de la predestinación ha causado mucha confusión en los creyentes de todas las épocas. La creencia común en relación a esta doctrina da por sentado que nuestro Creador definió por anticipado nuestro destino para bien o para mal y como consecuencia nosotros los seres humanos no tenemos ninguna incidencia en nuestro futuro.
De acuerdo a esta interpretación equivocada de la predestinación, Dios ya determinó por anticipado, desde antes que naciéramos, en dónde vamos a nacer, de quién vamos a nacer, que sucederá en los detalles de nuestra vida diaria, qué profesión vamos a estudiar, con quién y cuándo nos vamos a casar, de qué vamos a morir e inclusive si vamos a ser salvos o nos vamos a perder. Pero, ¿es esto lo que realmente dice la Biblia con relación a esta doctrina?
La Biblia sí habla de la predestinación, pero no en la forma como muchas personas la entienden. El entendimiento común de esta doctrina contradice totalmente uno de los regalos más grandes que Dios dio a los seres humanos: el regalo del libre albedrío.
El libre albedrío es un regalo de Dios mediante el cual los seres humanos tenemos la libertad de decidir lo que queramos elegir. Dios decidió no interferir en las decisiones de los seres humanos. Si Dios interfiriera en nuestras decisiones, entonces la posibilidad de desarrollar su carácter sería nula. De hecho, la verdadera razón del por qué los seres humanos fuimos creados es para que desarrollemos el carácter de Dios.
Dios no interfirió cuando Adán y Eva decidieron comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Dios no interfirió cuando los seres humanos empezaron a construir la Torre de Babel. De la misma manera Dios no interfiere con nuestras decisiones diarias, sean para bien o sean para mal. Lo que Dios sí hace es mantener su plan divino global. Nadie puede interferir en el plan macro que Dios diseñó desde el comienzo de los tiempos.
¿Fuimos nosotros los cristianos predestinados sí o no? Si la respuesta es sí, ¿en qué sentido fuimos predestinados? Podemos ver en la Biblia que, en efecto, fuimos predestinados:
“Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1:9-11).
En su plan, Dios predeterminó, desde antes que el tiempo fuese, que llamaría a un grupo de personas para formar parte de su Iglesia y tuvieran la oportunidad de ser salvos en este tiempo. Dios predestinó a este grupo para que hicieran su Obra de preparar el camino para que otros entendieran el verdadero evangelio del Reino de Dios después de que Jesucristo viniera a la Tierra por segunda vez.
Pero, aunque Dios predestinó a este grupo de personas para que formaran parte de su Iglesia en este tiempo, cuando Dios hizo ese plan, Él no sabía los nombres específicos de las personas que formarían parte del grupo. Notemos entonces el proceso.
- Dios predestinó desde antes que el tiempo fuese, que habría un grupo de personas que harían la obra de Él en este mundo. “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:4-5).
- Los ojos de Dios empezaron a “buscar” quién o quiénes podrían formar parte de ese grupo. “Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios” (Salmo 53:2).
Dios llamó a la mayoría de nosotros a su Iglesia cuando nos conoció, cuando ya habíamos nacido. Solamente a unos pocos llamó Dios desde el vientre de su madre. Dios no manipuló a nuestros padres para que se casaran ni tampoco los manipuló para que tuvieran un hijo en un tiempo y en un lugar determinado. De hecho, Dios no manipula a nadie ni tampoco nos trata como robots.
- Cuando Dios nos conoció, decidió luego llamarnos personalmente para revelarnos su conocimiento. Dios se valió de diferentes medios para ponernos en contacto con su verdad. Fue así como Dios nos puso en contacto con una revista, con un folleto o con un miembro de su Iglesia, o simplemente nos abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
- Enseguida cada uno de nosotros tuvo que decidir si queríamos o no obedecer a Dios. Cada uno de nosotros tuvo que decidir lo que haríamos con el conocimiento que Dios nos había revelado. De nuestra decisión dependía si seríamos o no puestos por Dios dentro de su Iglesia. “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30:19).
- Cuando decidimos obedecer a Dios, fuimos guiados por Él al arrepentimiento y decidimos ser bautizados. Fueron perdonados nuestros pecados y con la imposición de manos recibimos el Espíritu Santo para poder emprender el camino a la vida eterna.
- Si decidimos, con la ayuda del Espíritu Santo, continuar en el Camino de Dios hasta el final de nuestra vida o hasta que Jesucristo regrese, entonces llegaremos al punto que Dios planificó para nosotros desde antes de la fundación del mundo: ser parte de la familia espiritual de Dios por la eternidad.
Dios describe este proceso a través del apóstol Pablo: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:30).
Podemos ver que hay algunas cosas que tienen que ver exclusivamente con Dios: Él nos predestinó, nos llamó, perdonó nuestros pecados, nos dio el Espíritu Santo y nos dará la vida eterna. Pero ninguno de estos regalos sería posible sin el ingrediente que depende enteramente de nosotros: debemos sujetar nuestro libre albedrío al plan de Dios. No fuimos predestinados para ser salvos o para perdernos. Nuestro destino no fue prefijado. Seremos parte del plan de Dios solamente si sujetamos nuestra decisión voluntariamente a la obediencia de Dios y a hacer su voluntad. CA