Por Saúl Langarica
Recientemente en Chile fue aprobada la Ley de Unión Civil para las parejas del mismo sexo. Como consecuencia, un pastor evangélico empezó a vociferar por las calles oponiéndose a ella. Este pastor no solamente fue catalogado como un loco por la gran mayoría en la sociedad, sino que fue condenado por la “justicia” debido a sus agravios. Nuestra sociedad está corrompiéndose cada vez más en todos los sentidos: en sus gobiernos, en su educación, en su economía, en los matrimonios, en la educación de los hijos, etcétera.
¿Debemos los cristianos expresar nuestro enojo ante la sociedad en la cual vivimos? ¿Podemos expresar nuestras opiniones en contra de los homosexuales, en contra del aborto, en contra de la corrupción, etcétera? ¿Cuál debería ser la actitud correcta del cristiano ante una sociedad tan desviada de las leyes de Dios?
¿Cuál debe ser nuestra actitud?
Obviamente cada uno de los creyentes en las leyes de Dios sabemos que este mundo está corrupto en muchos sentidos. Sabemos que no es fácil vivir en medio de un mundo que nada tiene que ver con el Dios de la Biblia. Entonces, ¿cómo debemos actuar?
En primer lugar debemos entender que no podemos salirnos completamente de este mundo. Querámoslo o no, necesitamos del contacto social para poder crecer en personalidad. Además, necesitamos desarrollar el carácter de Dios al vencer las presiones que esta sociedad ofrece. Jesucristo dijo en Juan 17:14-18: “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo… Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo”.
La reacción de Jesucristo y de Lot
Para el patriarca Lot que vivió en Sodoma y en Gomorra, la experiencia de vivir en ciudades tan corruptas debió haber sido de mucha presión mental y emocional. Lo cierto es que Dios decidió destruir estas ciudades y protegió a Lot y a sus familiares.
Notemos lo que la Biblia dice en 2 Pedro 2:6-8: “…si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)”.
Ciertamente para cada cristiano verdadero vivir en este mundo es abrumador, pero al mismo tiempo vendrá pronto el momento en que podamos descansar. Mientras tanto tenemos que vivir en este mundo y luchar fuertemente para no ser contaminados por él.
Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, Él era Emmanuel —Dios con nosotros. Al mismo tiempo Él era un ser humano con todas las presiones que eso conlleva. Jesucristo no fue un ermitaño que vivía alejado de la sociedad. Al contrario, todas las actividades de Jesús tenían que ver con su relación y trato con las personas. En una ocasión Él se expresó acerca de las multitudes en Mateo 9:35-36: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.
Es una lástima que la sociedad esté sin dirección, sin propósito, sin algo duradero en sus vidas. Todos andan de un lado para otro buscando satisfacer el vacío interior que no pueden llenar con nada. Como Cristo, debemos sentir compasión por ellos.
Es obvio que Dios no ha abierto las mentes de las personas en el mundo para que entiendan el camino de la paz. Al contrario, Dios ha cerrado las mentes de la mayoría para que no entiendan la verdad en este tiempo (Romanos 11:7-8).
Es tal la misericordia de Dios para este mundo engañado —y que no sabe que está engañado— que cuando hayan muerto los resucitará nuevamente a vida física para darles la oportunidad de conocerle en el mundo de Dios (Apocalipsis 20:5,11-12).
Lo que debemos hacer
¿Cómo entonces debemos reaccionar nosotros los creyentes ante el mundo hostil en el que nos ha tocado vivir? Menciono algunas sugerencias muy simples que la Biblia plantea:
- Debemos dar razón de nuestra fe cuando alguien nos pregunte sinceramente por nuestras creencias. Si las personas no nos preguntan, no debemos hablar de algo tan santo como lo es la verdad de Dios (1 Pedro 3:15-16; Mateo 7:6).
- Debemos predicar, a través de los medios apropiados, el evangelio del Reino de Dios al mundo, únicamente como un testimonio, pero no para convertir a las personas (Mateo 24:14). También debemos predicar acerca del pecado y de la necesidad de arrepentimiento para poder entrar en dicho Reino. Al mismo tiempo debemos recordar que Dios es el único que puede hacer cambios en las mentes de las personas.
- En todo nuestro proceder y hablar, especialmente en el mundo, debemos ser muy prudentes y siempre buscar el bienestar de todas las personas (Mateo 10:16, Filipenses 2:14-15).
- La verdad de Dios es para vivirla y hablarla abiertamente en nuestra familia —si comparten nuestras creencias— y con la Iglesia. Debemos hablar de la verdad de Dios y animarnos mutuamente entre aquellos que compartimos las mismas creencias.
No es fácil estar en el mundo y no ser parte de él. Y es más difícil aún vivir en esta sociedad cuando ya no existen límites en la moral. Pero así como llegó el final para la sociedad de Sodoma y Gomorra, de la misma manera llegará pronto el final de esta sociedad. Luego surgirá un nuevo mundo por el que los cristianos debemos luchar. También debemos portarnos de acuerdo a las leyes de esa sociedad que está próxima a venir, es decir, las leyes de Dios.