“Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado” (Proverbios 29:18).
Por Lauro Roybal
¿Por qué Dios nos habrá dejado en su Palabra tantas profecías? ¿Acaso querrá Él revelarnos lo que va a suceder sólo para que lo sepamos? ¿Cuál será el verdadero objetivo detrás de la revelación profética?
Todos hemos conocido personas que pasan mucho tiempo estudiando y tratando de descifrar las profecías de la Biblia. Muchos tienen diagramas bien delineados y fechas bien coordinadas y pareciera que no pueden estar equivocados. Sin embargo, también hemos visto cómo, en su gran mayoría, estas conclusiones personales han fallado una y otra vez.
Tratándose de los acontecimientos del tiempo del fin y del regreso de Jesucristo, tal parece que a pesar de que los estudiosos conocen muchas escrituras bíblicas, omiten aplicar la que afirma que nadie puede conocer el tiempo ni la hora en que estos sucesos ocurrirán (Mateo 24:30-36).
Aunque el estudio de la profecía bíblica es un tema muy interesante, debemos comprender el propósito de Dios para revelárnosla. No es solamente para que sepamos qué ocurrirá en el futuro, sino para que hagamos algo con esa información. Dios quiere que hagamos verdaderas reformas en la manera de hacer las cosas. Quiere que cambiemos nuestras vidas y las alineemos conforme a sus mandamientos.
Dios desea que la profecía bíblica nos ayude a moldear nuestro pensamiento para que así cambiemos nuestra forma de vivir, pues sólo entonces podremos desarrollar el carácter que Él quiere que tengamos. Sólo así podremos formar parte de la familia de Dios y heredar la vida eterna. Dios desea que participemos en su Reino como reyes y sacerdotes, capaces de enseñar a otros el camino de vida conforme a su voluntad. La única forma de hacer esto, es comprendiendo profundamente la Palabra de Dios y viviendo conforme a ella.
Las profecías que hablan acerca del tiempo del fin fueron escritas no sólo para que las conozcamos, sino para que hagamos todo lo que está en nuestro poder para evitar el período correctivo conocido como la Gran Tribulación, que será un tiempo de sufrimiento para el mundo entero. Dios tendrá que intervenir contra este mundo desobediente para que se arrepienta y finalmente le obedezca.
Pero nosotros podemos hacer algo al respecto ahora. Podemos arrepentirnos hoy de nuestros pecados y esforzarnos en vivir conforme a la voluntad de Dios. Si conocemos los terribles acontecimientos que la Biblia dice que sucederán en el futuro cercano, podemos hacer algo hoy para excluirnos de pasar, como el resto de este mundo, por el terrible tiempo profético que se avecina.
El apóstol Pedro le recordó a la Iglesia que la profecía es segura. Él y los demás apóstoles fueron testigos oculares de muchas cosas, especialmente de las poderosas palabras que Jesucristo pronunció durante su ministerio. Todos ellos vieron a Cristo resucitado y fueron testigos del cumplimiento de multitud de profecías que fueron escritas acerca de Él en el Antiguo Testamento, las cuales no comprendieron, sino hasta después de su resurrección.
El apóstol Pedro nos asegura que la profecía bíblica no es de fabricación humana, sino que fue inspirada por Dios: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos… entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:19-21).
La única forma de interpretar la Biblia es dejando que ésta se interprete a sí misma. No podemos conjeturar cosas de las Escrituras que no estén claramente explicadas en ellas mismas, y ningún hombre puede descifrar la profecía. Sólo Dios revela el significado de la profecía, como claramente lo dice el profeta Amós: “Porque no hará nada el Eterno el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7).
El apóstol Pedro también nos advirtió que en los postreros días vendrían incrédulos y burladores que preguntarían: “¿Dónde está la promesa de su advenimiento?” (2 Pedro 3:3-4). Él sabía que la humanidad no creería en las profecías del tiempo del fin. Sabía que por la dureza del corazón muchos perderían la fe y la esperanza en el regreso de Cristo, y por eso nos anima diciendo: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
También nos amonesta a ser irreprensibles: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 Pedro 3:11-14).
Dios desea que nadie tenga que pasar por el sufrimiento que causa el pecado y por eso es paciente y nos da tiempo para que nos arrepintamos. Ésta es la verdadera razón detrás de la revelación de las profecías bíblicas del tiempo del fin. Están allí para que quienes las lean, las crean y puedan arrepentirse y cambiar. Están allí para que temiendo pasar por los tiempos difíciles, dejemos de ser desobedientes y hagamos cambios significativos ahora; que escojamos el camino de vida y no el de muerte (Deuteronomio 30:19).
Lo que Dios ha revelado para el futuro, sucederá a su tiempo y ocurrirá indefectiblemente. A pesar de que el mundo no le crea a Dios, nosotros sí podemos creerle, tomar nota y cambiar. Podemos hoy estudiar la profecía, no sólo para saber, sino para motivarnos a vivir una vida mejor; para hacer cambios significativos y alinearnos a la voluntad de Dios. CA