“Establécete señales, ponte majanos altos, nota atentamente la calzada; vuélvete por el camino por donde fuiste, virgen de Israel, vuelve a estas tus ciudades” (Jeremías 31:21).
Por Larry Roybal
Hay un famoso cuento alemán de dos niños llamados Hansel y Gretel. En el relato se desarrolla un plan malévolo de un mal padre para abandonar a sus hijos en el bosque. Los niños, sin embargo, descubren el plan y dejan una huella de piedrecitas blancas por el camino para poder regresar a casa. En el segundo intento, no contando con piedras, dejan un rastro de migajas de pan que son rápidamente comidas por los animales del bosque, haciendo que no encuentren el camino de regreso.
Si uno va a dejar rastros de algo para regresar a casa, las piedrecitas son mejores que las migajas de pan. Pero señales en el camino, como sugiere Jeremías, son aún mejores que piedras. Jeremías le dijo a Israel que levantara señales para colocarlas en los caminos por los que anduvieron cuando fueron llevados a tierras lejanas por su desobediencia. Dios les había advertido que, si no lo obedecían y no dejaban su idolatría, Él haría que fueran llevados cautivos, lo que ocurrió más adelante con la casa de Judá a manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia.
Años antes, las tribus de la casa de Israel en el norte ya habían sido llevadas cautivas por los asirios. Aunque los profetas de Dios advirtieron al reino del sur —casa de Judá— que ellos también serían llevados cautivos si no se arrepentían de su desobediencia e idolatría, pero Judá tampoco hizo caso. A principios de los años 600 a.C., Nabucodonosor atacó a Jerusalén y llevó cautivos a Babilonia al rey de Judá y a algunos de sus príncipes. En un segundo ataque, unos años después, fueron llevados cautivos alrededor de diez mil personas. Entre los cautivos iba el profeta Daniel, a quien Dios le reveló que después de setenta años haría regresar a su pueblo a su tierra original. Tanto Israel como Judá fueron llevadas cautivas por su desobediencia. Sus principales pecados fueron el quebrantamiento del sábado —el Cuarto Mandamiento— y la idolatría —el Segundo Mandamiento.
Dios le dijo a Jeremías que le indicara a su pueblo que pusiera señales por los caminos, debido a la profecía de que su pueblo regresaría a casa algún día. Cuando Dios los regresara desde la cautividad, necesitarían señales para saber por dónde regresar a casa y no perderse en el camino. Las palabras de Jeremías tenían un sentido espiritual.
Las señales espirituales
Dios quería que su pueblo estableciera señales claras, espiritualmente, y que tuvieran claro cuáles eran los mandamientos que Dios les había dado desde el principio. Dios quería evitar que se perdieran en el mar de confusión religiosa de los pueblos de alrededor. La casa de Israel en el norte hacía años que había sido llevada cautiva por los asirios a causa de su desobediencia y nunca regresaron. Hasta el día de hoy se les conoce como las diez tribus perdidas de Israel. Sin embargo, en el futuro todavía van a regresar a su tierra.
Las principales señales que deberían poner en el “camino” para no perderse en su regreso a casa eran el sábado y las fiestas santas anuales. Dios dice que estas señales han distinguido al pueblo de Él a través de las edades (Éxodo 31:13-17, 12:6-9).
Cuando perdemos el camino
Las tribus de la casa de Judá en el sur (Benjamín, Judá y Levi) también tendrían que colocar las mismas señales espirituales antiguas y asegurarse de no perderlas para que los guiaran nuevamente a casa.
Todos nosotros, cuando comenzamos a desviarnos de las Escrituras, podemos perdernos del camino. Leámoslo en las palabras que el apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).
Cuando comenzamos a seguir las falsas enseñanzas de los hombres que no se basan en la Palabra de Dios, sino en la tradición y las enseñanzas de líderes humanos, terminamos perdidos y desviados del camino de la verdad. He aquí el porqué de tanta confusión religiosa hoy. Es por ello que existen tantas iglesias diferentes, cada una con sus propias doctrinas.
Cada uno de nosotros debe tener claro cuál es el camino que lleva a Dios. Jesucristo lo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). El rey David escribió en el Salmo 119:104-105 que los preceptos de Dios le habían dado entendimiento y, por lo tanto, aborrecía todo camino de mentira. Leemos: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino”. David sabía que sólo las Sagradas Escrituras pueden guiarnos a la verdad, no así las tradiciones ni las falsas enseñanzas de los hombres.
Hablando de los líderes de su tiempo, Jesucristo les dijo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:7-9). Jesucristo dijo que se podía honrar sólo de labios a Dios y al mismo tiempo estar lejos de Él, rindiéndole culto en vano. ¿Cómo puede ser esto? ¿Es posible estar equivocado, aunque seamos totalmente sinceros? La respuesta a esto es ¡sí! Tenemos que conocer el camino de la verdad como el único que nos llevará a Dios.
Las señales que nos identifican
El Creador nos dio una señal específica que nos identifica como su pueblo. ¿La tiene usted en su frente —en sus pensamientos— y en su mano derecha? ¿Cuál es esta señal? La respuesta se puede leer en Éxodo 31:13-14, donde Dios le dice a Israel: “Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy el Eterno que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciera obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo”.
Claramente Dios nos dice que la señal principal que nos identifica como su pueblo es el sábado y las fiestas santas de Él. Éste es el comienzo de nuestro regreso a Dios. Nos dice que esta señal principal es para que sepamos quién es el verdadero Dios. ¿Tiene usted esta señal? Si no la tiene seguramente está perdiendo o ha perdido el camino de la verdad, a Jesucristo y al Padre. Regrese a casa y al Dios verdadero. Regrese al sábado y a las fiestas santas y encontrará el mapa al Reino de Dios. CA