Por Alfredo Arboleas
En el mundo religioso actual existe un sinfín de opiniones y conceptos acerca de los diferentes temas espirituales que emanan de la Biblia. Uno de esos temas es el concepto acerca del Reino de Dios.
En Mateo 6:33 dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. En este versículo la pregunta obligada es: ¿qué es el Reino de Dios? Frente a este interrogante existen numerosas respuestas y suposiciones, entre ellas encontramos las siguientes: es ir al cielo, es un sentimiento de bondad que se apodera de nuestra mente y corazón, es la iglesia, etcétera.
En la Palabra de Dios encontramos a Jesucristo, cuando vino a la Tierra la primera vez, trayendo el mensaje del evangelio, es decir las buenas noticias acerca del Reino de Dios. Así lo expresa Lucas 8:1, cuando dice: “Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios”.
No sólo Jesucristo predicó este evangelio, también lo hicieron sus discípulos (Lucas 9:1-2), y ellos lo continuaron haciendo después de la muerte de Jesús (Hechos 1:1-3). El apóstol Pablo también predicó acerca del evangelio del Reino de Dios (Hechos 19:8 y 28:23).
Frente a lo expuesto anteriormente, volvemos a la pregunta inicial: ¿qué es el Reino de Dios? En Marcos 4:11 dice: “…a vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios, mas a los que están afuera, por parábolas todas las cosas”. Esto significa que la verdad acerca del Reino de Dios la entenderían los verdaderos hijos de Dios, los llamados directamente por el Padre en esta época. Para los demás, este mensaje sería un misterio, o un concepto sin entender el verdadero significado.
Para comprender la verdad acerca del Reino de Dios debemos comenzar por conocer el propósito para el que hemos nacido. Para ello tenemos que ir al comienzo de la Biblia, en el libro de Génesis 1:26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”.
El término hebreo usado para Dios en este versículo es Elohim, un sustantivo colectivo que denota más de un miembro. Por eso el verbo utilizado aquí está conjugado en plural —hagamos— y no en singular. Dios no es un solo ser, numéricamente hablando. Dios es una familia compuesta ahora por dos seres: el Padre y el Hijo. Pero Dios no se limitó a sí mismo a tener tan sólo dos integrantes para siempre. Dios está formando una familia. El propósito de la existencia de todo ser humano es llegar a tener la naturaleza misma de Dios, es decir, ser miembro de la familia de Dios.
La Biblia revela que los verdaderos hijos de Dios se convertirán en miembros espirituales de la familia de Dios, al regreso de su Hijo Jesucristo (1 Juan 3:1-2).
El señor Armstrong decía que existían el reino mineral, el reino vegetal, el reino animal, el reino humano, el reino angelical y el Reino de Dios. Y agregaba que el reino humano era el único que tenía el potencial de ser “transportado” a otro reino, siendo éste el maravilloso e increíble potencial del ser humano: poder pasar del reino humano al Reino de Dios. En otras palabras, entrar al Reino de Dios es ser parte de su familia espiritual y eterna.
Al conocer lo que realmente es el Reino de Dios y su maravilloso y profundo significado, es necesario conocer también lo que debemos hacer para entrar al Reino de Dios y ser parte de su familia.
Marcos 1:14-15 encontramos una clave: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado, arrepentíos, y creed en el evangelio”.
Además del arrepentimiento, también es necesario bautizarse en agua y recibir el Espíritu Santo de Dios para convertirse en hijos engendrados de Él (Hechos 2:38 y Juan 1:12-13). Nuestro Creador también requiere que, después del bautismo, llevemos una vida de obediencia a sus leyes santas, desarrollando su carácter justo y santo en nosotros (Romanos 8:14-16). Como dice en otra parte: “hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gálatas 4:19), para finalmente entrar al Reino de Dios, es decir, que recibamos la salvación (Marcos 10:24, 26). Nuestro increíble potencial es convertirnos en hijos glorificados de Dios.
El gobierno de Dios se establecerá en la Tierra y gobernará sobre todas las naciones (Daniel 2:44; 7:26-27). Será un reino literal con un territorio (el planeta Tierra), tendrá gobernantes (Jesucristo y sus santos), habrá leyes (las de Dios) y súbditos (los seres humanos todavía físicos en la Tierra).
Los gobiernos de la Tierra estarán bajo la autoridad y soberanía de Jesucristo (Apocalipsis 11:15). La primera parte de este gobierno de Dios sobre la Tierra se denomina “el Milenio”, que es un período de 1.000 años (Apocalipsis 20:4). Será una época de paz y justicia sin igual (Isaías 11:1-9).
Entonces, el Reino de Dios es la familia espiritual de Dios. El propósito de nuestra existencia es ingresar a ese reino. Hemos entendido que para entrar a ese reino es necesario arrepentirse, bautizarse en agua, recibir el Espíritu Santo y llevar una vida de obediencia a Dios hasta la muerte o hasta la segunda venida de Cristo.
Animémonos y edifiquémonos unos a otros para poder llevar una vida de obediencia a Dios y poder alcanzar el propósito por el cual hemos nacido, es decir, entrar al Reino de Dios. Nada puede ser más importante que esta meta. CA