Por Jorge Iván Garduño
El mundo occidental —primordialmente— ha sido inundado por “literatura exclusiva para adultos” que en los llamados “puestos de periódicos” se ofertan con sus portadas a la vista de todo el público. Los “cines para adultos” se propagan por doquier. Pasarelas de modelos con ropa extremadamente corta son cada día más habituales. Restaurantes con meseras semidesnudas son cada vez más “normales”. La desnudez de hombres y mujeres es la constante en los medios de comunicación que forman, por desgracia, la base de la educación de nuestra sociedad.
En nombre de la libertad se ha derribado la barrera de la decencia, la moral y las buenas costumbres. Impetuoso nos inunda el torrente demoledor de material erótico y sexual, fotografías grotescas glorificando la homosexualidad, el lesbianismo, el sadismo, etcétera.
Remontémonos un poco en la historia moderna. Dinamarca fue el primer país del mundo que legalizó la distribución y posesión de pornografía en julio de 1969. Posteriormente, naciones como Suecia y Holanda siguieron su ejemplo.
El oleaje de sexualidad pervertida que azota a las naciones occidentales no da señales de retroceso. Muy por el contrario, los números nos revelan otra cosa. Se calcula que la venta de libros, revistas, películas y otras ventas generadas en sitios de internet pornográficos en los Estados Unidos, alcanzan los 97 mil millones de dólares al año, y si tomamos en cuenta que en la década de 1970 sólo generaba dos mil millones de dólares anuales, podemos ver que ha habido un incremento abrumador en sólo cuatro décadas.
Además, si se agregara la cantidad obtenida por las películas clasificadas como “X” y “R” (en Estados Unidos), las obras teatrales acerca de este tema, etcétera, las ventas abrumadoras de obscenidad totalizarían sumas increíbles.
Según parece, las prácticas sexuales deshonrosas se han convertido en el deporte favorito practicado en todo el mundo. “¿…Y qué?”, dicen muchos. Los partidarios de la “nueva moralidad” podrían objetar diciendo que “la pornografía está en la mente del espectador”.
Pregúntele a un millón de personas qué opinan sobre la obscenidad y probablemente obtendrá un millón de opiniones diferentes, pero casi todas favorables hacia el tema.
¿Qué cosa es exactamente lo obsceno o pornográfico? ¿Cómo se determina lo que es y lo que no es obsceno? Hace algunas décadas, los abanderados de la “antigua moralidad” podrían haber alegado que las partes descubiertas de los brazos de la mujer, o de los codos, eran obscenas. Pero de acuerdo con los “nuevos moralistas”, no hay nada que sea sexualmente obsceno.
¿Qué dice el Dios Todopoderoso? Él dice categóricamente: “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo… ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:13-19).
Desmitificando la pornografía
El grado de crudeza que alcanzan la literatura y las fotografías pornográficas, tiene más parecido a un termómetro de cómo está la sociedad. El grado de perversidad es tal vez una indicación más de la bajeza a la que hemos llegado como humanidad.
Hay quienes dicen que la solución para evitar la propagación de la pornografía es su legalización, argumentando que desde que Dinamarca aboliera todas las leyes de obscenidad, la venta de material pornográfico ha disminuido y todos han perdido interés. Éste es el tipo de argumento al que recurre la gente cuando rehúsa obedecer las leyes en general: dar libertad total.
Aparentemente la idea es que, si la gente sigue pisoteando tu jardín a pesar de que has puesto un letrero que dice “no pasar”, hay que quitar el letrero. Puede que a ti no te queden flores ni césped, ¡pero al menos la gente no estará infringiendo la ley!
Desde que la pornografía fue legalizada en Dinamarca, este mercado creció por la competencia en el ramo, creando un sobreabastecimiento, lo que provocó que los precios se redujeran. Por eso fue que, efectivamente, hubo una disminución en las ganancias, que hizo suponer que el público se había cansado de la pornografía. Sin embargo, los pornógrafos aún ahora están haciendo negocios fabulosos en Dinamarca, siendo una de las naciones que más material pornográfico exporta. Lo mismo sucede con naciones como Holanda, donde la prostitución es tolerada, aceptada y protegida por el gobierno.
Esto evidencia que el apetito de las masas por la pornografía es insaciable, por lo que la legalización de la impudicia no es, pues, la solución del problema.
Hay quien argumenta que la legalización de la pornografía protege a la sociedad del desvío sexual y de los crímenes sexuales. Sin embargo, no es así. Las cifras disminuyen en las ciudades donde se legaliza la pornografía debido a que ciertos delitos sexuales dejan de ser crímenes, dado el cambio de leyes, por lo que ya no entran en esas estadísticas, pero no se debe al efecto psicológico “positivo” de legalizar la venta de la pornografía.
Para quienes afirman que la pornografía es una “válvula de escape” para los ímpetus antisociales, arguyendo que sirve para prevenir que los hombres cometan ofensas sexuales, infinidad de investigaciones indican que cerca de 80 por ciento de los psiquiatras y psicólogos modernos nunca trataron un caso en el cual, a su juicio, la pornografía no fue un factor principal de comportamiento antisocial. Muchos oficiales de policía y directores de institutos correccionales aseguran conocer bien los efectos perniciosos de la pornografía.
Podría citar innumerables casos de torturas, perversión sexual y aun asesinatos, ocurridos todos ellos después de que los malhechores se enfrascaron en películas lujuriosas o leyeron literatura obscena.
Herbert W. Case, ex inspector de policía de Detroit, Michigan, declaró: “No ha habido un crimen sexual en la historia de nuestro departamento, en el cual el asesino no fuera un lector ávido de revistas lujuriosas”.
No hay prueba de que la pornografía sea una “válvula de escape”, pero existe mucha evidencia de que es justamente lo contrario.
La pornografía no solamente está en relación directa con el comportamiento antisocial, sino que muchos de los que cometen actos antisociales, son ávidos lectores de pornografía, por lo que las mentes que tienen contacto con este tipo de material sexual, se van corrompiendo a tal punto que podrían llegar a una situación de no retorno, según indican los especialistas. La verdad es que tales personas necesitan sanear sus mentes, evitando todo contacto con imágenes y escenas de índole sexual por un largo tiempo.
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
Lo que una persona lee y absorbe en su mente, ayuda a determinar su actitud. Debería ser obvio para toda persona que razona cuerdamente, que sus hábitos de lectura ayudan mucho a determinar su carácter y actitud hacia la vida. Se ha dicho frecuentemente que “usted es lo que lee”. En otras palabras, si usted sabe lo que lee una persona, muy bien puede determinar su carácter (o la falta de él).
Los libros son vitalmente decisivos en el proceso educativo. Un solo libro puede influenciar profundamente el curso de la vida de una persona. Los buenos libros pueden elevar, inspirar y guiar hacia el éxito y la felicidad.
Los padres necesitan guiar las mentes de sus hijos, dándoles una vida hogareña adecuada, materiales de lectura apropiados y educación correcta. Pero, ¿cómo hacerlo si, tal vez, los propios padres no llevan una vida correcta y limpia de esta inmundicia? La gente que tiene actitudes limpias no es atraída por la pornografía. Los cristianos deben resistir a la atracción de la pornografía y cualquier tipo de connotación sexual equivocada.
Ni para jóvenes ni para adultos
La razón principal del gran éxito del comercio pornográfico es doblemente poderosa: ¡los pornógrafos quieren dinero y gran cantidad del público quiere pornografía!
Los gobiernos tienen también una gran responsabilidad ante el pueblo: al no tomar firme acción en contra de la pornografía, entonces automáticamente la aprueban.
Jóvenes y padres de familia: ¿qué harán para protegerse y proteger a su familia de la pornografía? ¡Para empezar, no compren libros pornográficos, ni revistas, ni abran páginas en internet sobre estos temas!
Démonos cuenta del peligro que representa la pornografía para todos nosotros, para nuestra familia. Disciplinémonos para evitarla.
Prométanse en su corazón no ver películas pornográficas. Apartémonos de los centros de vicio, de restaurantes con meseras semidesnudas y lugares similares. Dios dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7).
Jóvenes… y adultos, ¡todos tenemos libre albedrío! Podemos tener el control sobre lo que se introduce en nuestra mente a través de la palabra impresa, del televisor, el cine, la computadora o la pantalla de nuestros dispositivos móviles. Guardemos la puerta de nuestra mente. Resolvamos en nuestro corazón no leer ni ver cosas pornográficas.
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). CA