Por Álvaro Matamala
En el oeste de Texas hay un famoso campo de petróleo conocido como el “Yacimiento Yates”. Durante la década de la depresión, este campo estaba en un rancho ovejero propiedad de un hombre llamado Yates. Al trabajar en el rancho, el señor Yates no ganaba suficiente dinero para pagar el capital y los intereses de la hipoteca, por lo que estuvo en peligro de perder su propiedad. Con el dinero escaso para vestirse o alimentarse, su familia, al igual que muchos otros, tuvo que vivir de la beneficencia pública.
Día tras día, cuando el señor Yates hacía pastar a sus ovejas sobre esas colinas sinuosas del oeste de Texas, seguramente se la pasaba muy preocupado pensando en cómo iba a pagar sus deudas.
Un buen día, un equipo de sismólogos de una compañía petrolera fue a la región y le dijo al señor Yates que había la posibilidad de que hubiera petróleo en sus tierras. Le pidieron permiso para perforar un pozo, y firmó un contrato de arrendamiento con ellos.
A 370 metros de profundidad se encontró una vasta reserva de petróleo. El primer pozo daba un rendimiento de 80,000 barriles diarios. Muchas perforaciones subsecuentes dieron más del doble.
¡El señor Yates era propietario de todo esto! El mismo día que compró la tierra, recibió también el petróleo y los derechos sobre el mineral. Sin embargo, estaba viviendo de la caridad. ¡Un multimillonario viviendo en la pobreza! ¿Cuál era el problema? Él no sabía que hubiera tanto petróleo allí. Lo tenía, pero no lo poseía.
Hablando del poder
Cuando nos bautizamos y llegamos a ser hijos engendrados de Dios por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo y la recepción del Espíritu Santo, nos constituimos en herederos de Dios. Todos los recursos de Dios están disponibles para usted y para mí. Aun el poder mismo de Dios… su Espíritu Santo.
En el mundo, la gente no tiene poder alguno. Usted, si está bautizado, lo tiene dentro de usted, y está a su alrededor, si asiste a la Iglesia de Dios, guarda sus mandamientos y está pensando en adquirir el compromiso con Dios.
Sin embargo, aunque entendemos que recibimos el poder de Dios mismo a través del Espíritu Santo, es probable que algunos todavía estemos viviendo en pobreza espiritual. El señor Yates tenía muchísimo petróleo en su campo… pero no lo sabía.
Esto puede ser por dos causas: la primera es que usted no sepa conscientemente la riqueza que tiene entre manos y la segunda es que no sepa cómo explotarla y extraer así de su riqueza.
Pobreza espiritual
Sufrir de pobreza es algo triste cuando se padece a diario. El señor Yates vivió escasamente, al punto de vivir de la beneficencia. La pobreza espiritual igual es triste, ya que no se reconoce como tal. El cristiano que sufre de pobreza espiritual es quien no conoce o no está dispuesto a explotar el potencial de su vida cerca de Dios. Ser pobre a veces es una condición de la mente, pero también es una condición que se acepta como normal con el tiempo. Para Dios es muy importante que reconozcamos si estamos dispuestos a salir de nuestro status quo para acercarnos a Él.
Suponga que su hijo le dijera: “Papi, mami, los amo y he decidido que de ahora en adelante haré todo lo que me pidan”. ¿Cómo respondería usted?
Dios nos ha mostrado muchísimas veces que es un Dios lleno de poder y amor. Él es digno de nuestra total confianza. Jesús lo asegura diciendo: “¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:9-11).
Dios y Jesucristo necesitan que entendamos que ellos están dispuestos a compartir con nosotros todos los recursos del universo, si obedecemos sus mandamientos y utilizamos del poder del Espíritu Santo para alcanzar el verdadero potencial humano.
Riqueza espiritual
El señor Yates nunca supo que era rico. Todos los días caminaba por sus tierras desconociendo totalmente la riqueza que tenía. Él necesitó que alguien golpeara la puerta de su casa para pedirle permiso para trabajar en su terreno y hacer una exploración.
Él no sabía que desde el día que había comprado el terreno, era millonario, que poseía una riqueza incalculable.
Para un cristiano ser rico espiritualmente es ser lleno del Espíritu Santo, es ser lleno de la mente de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, debemos entender que para participar de esa riqueza tenemos que firmar un compromiso de propiedad al igual que el señor Yates. Si hemos de tener el Espíritu Santo es porque por medio del bautismo nos comprometimos a obedecer los mandamientos de Dios y a considerar seriamente la sangre de Jesucristo, que nos limpia de todo pecado.
“Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5:32).
Las normas de la vida cristiana son tan elevadas que son imposibles de alcanzar por nosotros mismo, sin el poder del Espíritu de Dios. No se puede llegar a ser imitador de Jesucristo sin el Espíritu Santo. Jesús dijo: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8).
Lleno del Espíritu Santo
Ser lleno del Espíritu Santo implica un trabajo diario. Implica: un cambio, una renovación completa de la mente y de nuestras costumbres. Se llama conversión al proceso que transforma la vida completa a través del Espíritu Santo.
En Gálatas 5:22-23, Pablo explica que cuando el Espíritu Santo rige nuestras vidas, produce en nosotros amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.
Este fruto es el que da la verdadera riqueza espiritual, el que permite alcanzar el máximo del potencial humano. También permite que usted y yo entendamos a la mente llena de amor de Jesucristo y Dios el Padre.
Todos quisiéramos ser ricos en nuestras vidas. Para desarrollar el Espíritu Santo hay que avivarlo a diario. Esto requiere de trabajo, de dominio propio, de sana preocupación por los demás.
Ser rico espiritualmente implica ser lleno del Espíritu Santo. La Biblia muestra el ejemplo de muchos que encontraron esta verdadera riqueza de sus vidas. En el libro de Hebreos se habla de ellos. Hombres y mujeres que escogieron ser ricos espiritualmente, y que sacrificaron su vida entera por un futuro que veían de cerca: “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” (Hebreos 11:13-13).
¿Que escoge usted?
El señor Yates alcanzó la riqueza por accidente. Si usted es un verdadero cristiano, fue porque Dios se la mostró. ¿Por qué no explotarla entonces?