Después de mi primer año de universidad tres amigos y yo hicimos un viaje en lancha por una semana en el límite de las aguas de un lago al norte de Minnesota, bordeando la provincia de Ontario, Canadá.
Aún puedo ver en mi mente la escena de cuando nos dirigimos hasta el estacionamiento del lugar donde rentamos las lanchas, al principio de nuestra aventura, cargando nuestras lanchas y remando hacia el primer ensanchamiento del lago.
Durante los siguientes siete días vimos muchos tipos de agua — arroyos estrechos, anchos y tranquilos lagos, rápidos y llenos de agua turbulenta y ocasionalmente lagos con olas agitadas por el viento.
Una de las partes más difíciles del viaje, fue la vez en que nos pareció estar luchando contra el viento todo el día. El agua estaba muy violenta y tuvimos que ser cuidadosos de no volcarnos o permitir que las olas rompieran sobre los lados de las lanchas mientras contendían contra el viento. ¡Que maravilloso habría sido haber tenido el poder que Jesucristo tuvo cuando calmó la tormenta del mar de Galilea! (Marcos 4:35-41).
Tristemente las relaciones humanas pueden ser similares a un lago — calmado y suave como un cristal un día, y volverse turbulentas al siguiente. Algo ocurre para trastornar las cosas, puede ser una palabra mal dicha, una acción equivocada o algún otro error que provoca malos sentimientos. Las aguas se agitan y se entorpecen las relaciones interpersonales. Con frecuencia, una persona sale herida o enojada y la otra persona siente que ha sufrido la ira de la primera — en forma justificada o no. Proverbios 18:19 dice que el hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte.
Esta no es una tarea imposible — pero puede ser desalentadora.
¿Que se puede hacer para calmar esas aguas agitadas en una relación problemática con un amigo? ¿Como podemos encontrar el regreso hacia una navegación suave cuando se trata de una relación? Mucho se ha escrito acerca de éste problema humano tan común, y la Biblia tiene muchas recomendaciones para ayudarnos a navegar en este territorio tumultuoso. Pero esto requiere de un esfuerzo determinante — el tipo de esfuerzo que mis amigos y yo tuvimos que hacer para lograr progresos remando contra un viento firme.
Estos pasos tal vez sean difíciles, pero si la amistad es buena, vale la pena el esfuerzo. Como el Dr. Phil McGraw (Psicólogo) dijo acerca de cambiar las relaciones humanas, “Si quieres algo diferente, tienes que hacerlo diferente” (Relationship Rescue, 2001, p. 249).
Aquí tenemos algunas de las claves para calmar las aguas:
Humildad
Esta es una de las más difíciles, pero sin embargo, la más importante de todas las claves para restaurar una relación. Es muy difícil admitir algo, pero la verdad es que con frecuencia nosotros tenemos parte de la culpa, en cualquier error que se haya cometido en la relación. Usualmente ambos lados creen que la otra persona estuvo en lo incorrecto. Sin embargo, la verdad es que rara vez la culpa la tiene uno de los dos lados en su totalidad.
Mientras ambas personas mantengan su orgullo y la convicción de que el otro tiene toda la culpa, las aguas no se calmarán. Las personas son increíblemente ingeniosas cuando viene la auto-decepción. Queremos vernos a nosotros mismos de la mejor manera — sin embargo Dios nos dice que el corazón es engañoso, más que todas las cosas (Jeremías 17:9), lo cual significa que generalmente no vemos las cosas con absoluta claridad. Esto es especialmente cierto en cuanto a relaciones interpersonales se refiere.
Tal vez hayas escuchado que las tres palabras más poderosas que puedes decir a una persona son: “Yo te quiero”, pero las dos palabras más importantes para restaurar una relación dañada son: “Lo siento”, pero dichas con sinceridad y humildad. La buena voluntad para aceptar parte de la culpa — aunque esto nos parezca que es de poco valor — llevará hacia la calma de los sentimientos heridos de la otra persona.
Empatía
A medida que vamos pensando sobre cualquiera de los eventos que nos condujo a un quiebre en una relación y tratamos de evaluar honestamente donde tal vez hemos contribuido al daño, es también bueno tratar de ponerse en el lugar de la otra persona. “¿Como me sentiría si me lo hubieran hecho a mi”? Es una buena pregunta para hacerse.
No permitas que tu orgullo sustituya esa pregunta por el siguiente sentimiento: “Si, pero mira que la peor cosa me la hicieron a mi.”
Enfócate en lo que la otra persona experimentó. De ésta manera estamos siguiendo el consejo que Dios nos dio a través de Pablo en Filipenses 2:4 “Busca lo que es importante para otros, no solo lo que es importante para ti” (Versión Inglesa Simple).
Perdón
Hay un poder tremendo en el perdón. Es lamentable que muchas personas no usan éste poder. Perdonar significa que renunciamos a lo que percibimos que fue la causa de nuestro enojo, a vengarnos, a tomar represalias contra alguien por el daño que nos causó. Colosenses 3:12-13 nos dice que nos vistamos a nosotros mismos de misericordia hacia otros, de bondad, de humildad y perdonarnos los unos a los otros “como Cristo te perdonó a ti”.
Cuando pensamos en esto, cualquier ofensa que nos han hecho ni siquiera puede compararse con las ofensas hechas a Jesucristo — y El tomó todas éstas ofensas con paciencia, aún le pidió al Padre que perdonara a aquellos que lo crucificaron (Lucas 23:34). Se supone que estamos imitándolo a Él. Jesús dijo que si no perdonamos a otros por las ofensas que nos hacen, Dios no nos perdonará a nosotros tampoco (Mateo 6:14-15). Estas palabras deben calmarnos donde sea que nos encontremos teniendo problemas con alguien.
Oración
Créelo o no, la oración también es una herramienta poderosa para restaurar las relaciones interpersonales. Jesús dijo que debemos orar por nuestros enemigos (Mateo 5:44-45). ¿Cuanto más debemos orar por nuestros amigos — aun si estamos molestos con ellos, o ellos con nosotros en ese momento?
Es algo increíble, pero una vez que nos abrimos, y empezamos a orar por alguien con quien estamos molestos, a menudo podemos sentir que el tumulto dentro de nosotros empieza a calmarse y suavizarse. Esto también hace que la siguiente clave sea más fácil de cumplir.
Bondad
Nuestro impulso inmediato cuando somos heridos o molestados, es vengarnos, desquitarnos — herir a la persona que nos ha herido. Pero Dios nos ordena no devolver mal por mal y hacer todo lo que podamos para vivir en paz con todos (Romanos 12:17-18). De hecho, El nos dice que cuando sintamos que alguien es nuestro enemigo, debemos hacer algo bueno por ella o él. De esa forma venceremos el mal con el bien (Versículos 19-21).
Seguir estas claves básicas puede parecer como remar contra el viento porque va en contra de nuestra naturaleza. Pero si las seguimos, estaremos haciendo nuestra parte para calmar las turbulentas aguas de las relaciones interpersonales. Además, tendremos la bendición que viene de vivir la bienaventuranza de ser pacificadores, personas a las que Jesús llama hijos de Dios (Mateo 5:9).