¿Quién de nosotros alguna vez ha escuchado de nuestros abuelitos, de nuestros padres o de nuestros tíos, la frase: “Cuídate porque eres lo que comes”? Es posible que pensemos que ellos estaban exagerando o que lo que nos decían era tan solo uno de esos consejos que los mayores usan para asustarnos y para que no hagamos lo que nos gusta hacer, como por ejemplo, que no comamos lo que nos gusta comer.
Con el paso del tiempo, la gente se ha dado cuenta de lo veraz de esta simple frase: “Somos lo que comemos”.
Muchos estudios han demostrado que nuestra condición física está determinada en un 80 por ciento tan solo por nuestra alimentación. La principal causa de muerte en todo el mundo, cerca de 60 por ciento, es la mala alimentación. Si comemos sólo comida chatarra que le haga daño a nuestro cuerpo, tarde o temprano reflejaremos toda esa chatarra en enfermedades o en algunos kilos de más. Por el contrario, si siempre nos esforzamos por cuidar nuestro cuerpo y por no ingerir comida dañina, nuestro cuerpo también lo reflejará en una buena salud, en más energía y en una buena condición física. A la larga, nuestro cuerpo se transformará en lo que comemos. Afortunadamente nosotros decidimos cómo alimentarnos.
Si bien, cuidar nuestro cuerpo es importantísimo y también es un mandato de Dios, esta verdad no se aplica sólo a nuestros cuerpos, sino también a nuestra mente, y por ende a nuestra personalidad que, tal como sucede con nuestro cuerpo, a la larga será un reflejo de lo que permitimos que entre en ella.
Si todos los días nos dedicamos a ver programas de televisión que no tienen contenido, o si estamos horas y horas en las redes sociales, jugando videojuegos o en sitios web de los que no podemos sacar ningún provecho, para después, juntarnos con nuestros amigos para hablar de ello, entonces estamos introduciendo en nuestra mente chatarra espiritual que puede satisfacernos por un momento, pero es una nutrición ficticia y adictiva que a la larga solo nos causará daño espiritual.
La única manera de vivir una vida sana, evitando muchas enfermedades, es alimentando nuestro cuerpo con verdadera comida, con verdaderos nutrientes que no tan sólo logren satisfacernos en el momento, sino que también tengan efectos positivos a largo plazo.
De la misma manera, en lo espiritual la alimentación sana y pura que puede transformarnos positivamente, solamente podemos encontrarla en la Palabra de Dios (Salmos 19:7). Dios nos da toda su Biblia como un recetario en donde podemos encontrar las mejores comidas para vivir bien y ser felices.
Si día a día usamos este recetario como guía y nos preocupamos de alimentarnos con las comidas que vienen en él, entonces nuestra mente reflejará toda esta buena alimentación en una buena salud física y mental.
A veces es difícil discernir entre lo que es alimento bueno y alimento malo para nuestro cuerpo, sobre todo cuando estamos siendo persuadidos en todo momento por la publicidad, la mayoría de las veces engañosa. Esta publicidad dirá que su producto es lo más sano, nutritivo y que de ninguna manera podría causar daños a nuestro organismo. La televisión, el internet y la gente del mundo intentan persuadirnos de que consumamos sus “excelentes” productos, que llenemos nuestra mente de lo que tienen para ofrecernos porque, según ellos, todos sus productos son muy beneficiosos para nosotros.
Dios no nos aísla del mundo, pero quiere que nosotros mismos leamos con cuidado la etiqueta del producto y que aprendamos a discernir qué es lo que hace bien a nuestra mente y qué es lo que eventualmente nos causará daño (Hebreos 12:14). Él quiere que desarrollemos su carácter para apartarnos de la chatarra espiritual. También quiere que usemos de los buenos ingredientes de la Biblia para cocinar las comidas espirituales. Así podremos tener una vida sana al alimentarnos con comida de verdad.
Así como no podemos esperar vivir una vida sana y ausente de enfermedades si estamos comiendo comida dañina para nuestro cuerpo, tampoco podemos esperar vivir una vida espiritual sana y feliz si introducimos en nuestra mente chatarra espiritual. A la larga vendrán las enfermedades. Estas enfermedades nos pueden causar la muerte, que se pudo haber evitado con tan solo cambiar nuestra dieta en el tiempo oportuno.
Nosotros aún somos jóvenes, aún estamos a tiempo de cambiar nuestra dieta. Basta con seguir lo que nos dice la Biblia en las instrucciones de cada sábado en la Iglesia. Si empezamos a vivir nuestra vida de esta manera, si empezamos a consumir buen alimento desde ya, entonces ahora y en el futuro tendremos una vida más sana, plena y feliz. SOMOS LO QUE COMEMOS.