Queridos hermanos:
Espero que los que están en el hemisferio sur no estén afrontando un invierno tan crudo como el verano que estamos teniendo aquí en los Estados Unidos. Muchas partes de la nación están languideciendo bajo un inclemente calor sin nada de lluvia. Aun el clima nos hace anhelar la próxima temporada de fiestas con sus predecibles temperaturas más moderadas.
Mientras tanto, ¡aquí las personas están debatiendo asuntos que no tienen nada que ver con el clima! La reciente guerra política acerca del techo de la deuda fue algo que disgustó enormemente a muchos americanos, que lo único que pudieron hacer en esos momentos era observar impotentes y preguntarse si el gobierno iba a permitir que la nación cayera en el desastre económico al no cumplir con nuestras obligaciones financieras. Anthony Mirhaydari, un comentarista de MSN Money, lo expresó de esta forma: “América se salvó de su cita con el desastre económico. Por un poquito”. Otros observadores no fueron tan amables en sus comentarios, y todos virtualmente están de acuerdo en que el arreglo de último minuto no soluciona el meollo de nuestros problemas económicos. Los expertos alrededor del mundo están advirtiendo que “la cita con el desastre financiero” simplemente se ha reprogramado y ¡están alertando acerca de las repercusiones que todo esto va a tener en la economía global!
Hermanos, espero que ustedes hayan sido estremecidos, solo a nivel espiritual. Somos personas que no debemos sorprendernos por estos acontecimientos. Somos personas que por nuestro conocimiento de la Palabra de Dios entendemos el principio de causa y efecto, y sabemos que “la maldición nunca vendrá sin causa” (Proverbios 26:2). Somos personas que debemos ser como “los hijos de Isacar… entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer” (1 Crónicas 12:32). ¿Qué impacto deben tener estos acontecimientos en nosotros?
Durante varias décadas la Iglesia ha entendido acerca del “tiempo de angustia para Jacob”, que este tendría una aplicación dual, no únicamente para aquellos que vivían en la época de la profecía de Jeremías, sino para los israelitas modernos que estuvieran viviendo en el tiempo del fin. Dios ha cumplido sus promesas a Abraham y el mundo entero se ha beneficiado de sus bendiciones al Israel moderno. Pero también ha profetizado acerca de los problemas que vendrían si lo rechazamos a Él y cómo estos problemas se presentarían en varios frentes. Estas dificultades económicas son tan sólo uno de los graves problemas que tenemos que afrontar. Yo les aconsejo que revisen el capítulo de bendiciones y maldiciones en Deuteronomio 28 tan pronto terminen de leer esta carta, y se pregunten sinceramente si hace 3000 años Dios hubiera podido describir mejor los eventos actuales cuando les dio la profecía de causa y efecto a nuestros antiguos padres.
Dios dice “Yo no cambio” y eso es algo positivo, pero tristemente para nosotros, los humanos tampoco cambian mucho. Jeremías profetizó acerca de este “tiempo de angustia para Jacob” varios siglos después de que Moisés le diera un mensaje de advertencia a Israel de parte de Dios. Pero entonces, ya las personas habían establecido el precedente histórico de pasar por los ciclos de bendiciones y maldiciones sin retener nunca las lecciones. El mundo actual tampoco lo hace, a pesar de muchos llamados de atención.
La crisis de esta semana es otra advertencia a las modernas Israel y Judá, de que estamos en una grave encrucijada económica. Pero a los humanos nos encanta echarle la culpa a alguien, en lugar de afrontar el problema; nos hemos dedicado a mordernos y devorarnos mutuamente, obteniendo con esto más amargura y desunión. Pero en realidad todos tenemos nuestra parte de responsabilidad porque crecimos disfrutando la prosperidad económica del pasado, ignorando las trompetas que han estado sonando durante varias décadas. Ahora estamos en graves aprietos, y la pregunta es, ¿cuánto se va a agravar y en cuánto tiempo?
Deuteronomio 28 nos dice que las consecuencias de desobedecer a Dios varían en magnitud e intensidad. Algunas se pueden desarrollar lenta e inexorablemente, y otras pueden llegar súbitamente. Como Isaías le advirtiera a Israel: “Porque desechasteis esta palabra, y confiasteis en violencia y en iniquidad, y en ello os habéis apoyado, por tanto, os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente” (30:12-13). En la historia de Israel, las consecuencias más graves y severas vinieron con frecuencia de forma súbita, pero fueron usualmente precedidas por una acumulación gradual de iniquidades. Y cuando la decadencia espiritual es gradual y no se castiga prontamente (vea Eclesiastés 8:11), las personas se degradan más, se llenan de tibieza y de ceguera.
Así, vemos actualmente cómo la Israel moderna se encuentra indiscutiblemente en el mismo círculo, pero ¿dónde? ¿Cuán rápidamente se van a deteriorar las condiciones? ¿Cuánto tiempo vamos a poder obtener? Se han preguntado alguna vez, como lo hizo Jeremías, “¿Hasta cuándo he de ver bandera, he de oír sonido de trompeta?” (Jeremías 4:21). ¿Alguna vez al contemplar el mundo lo relacionamos con el versículo siguiente: “Porque mi pueblo es necio, no me conocieron; son hijos ignorantes y no son entendidos; sabios para hacer el mal, pero hacer el bien no supieron”?
Hermanos, los eventos como la crisis económica global están advirtiéndonos, como una alarma de reloj, recordándonos que no debemos quitar la alarma sino que debemos estar alerta ante las condiciones que ¡desde hace tanto tiempo atrás sabemos que debían llegar! La debacle económica de los Estados Unidos fue otra advertencia. Los extraños sucesos y variaciones en el clima que últimamente se han estado presentando, con los récords en temperatura, también son sonidos de advertencia. El lodazal militar en que nos encontramos atrapados, la pérdida continuada de los parámetros morales, los ataques terroristas y las amenazas, etc., etc. son todos sonidos de advertencia.
Volvamos entonces a la pregunta: ¿Cómo nos impactan todas estas cosas?
Al igual que Jeremías, Pedro también profetizó; pero su más grande audiencia serían aquellas personas que vivieran en el tiempo del fin. ¿Cuál es la mayor advertencia para nosotros? No dejarnos atrapar y caer en un estado mental que está haciendo que muchas personas ignoren las advertencias y se burlen de las palabras de Dios. Por medio de Pedro, Dios nos asegura que el Día del Señor se vislumbra en el horizonte y le dice a su pueblo que siempre debe tener en mente: “Puesto que todas estas cosas han de ser desechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándonos para la venida del día de Dios…!” (2 Pedro 3:11-12). El agrega en el versículo 14: “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”.
Si bien es cierto que podemos sentirnos airados y frustrados por el pecado y la necedad que nos rodea, que incide en toda la gama de condiciones deterioradas que tenemos que afrontar, las palabras de Pedro deben resonar en nuestros oídos— ¿qué clase de personas debemos ser para andar en una santa y piadosa manera de vivir? Los problemas del mundo son insolubles sin Dios, pero las personas no van a permitir que Dios les diga lo que deben hacer. Por otra parte, nosotros debemos estar obedeciéndole a Dios de una forma precisa, brillando como luces y como el “pueblo santo” de 1 Pedro 2:9, representando el gobierno de Dios “sin mancha e irreprensibles, en paz”. Es de esta manera, teniendo una “santa y piadosa manera de vivir” que podremos encontrar las bendiciones de Dios, aunque estemos rodeados por los múltiples problemas que ahora se están desencadenando sobre los hijos de Jacob.
¡No permitamos que nuestros ojos se cierren por el sueño! ¡No nos involucremos ni enfrasquemos en asuntos sin importancia de tal forma que dejemos de buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia! No estemos preocupados por lo que traerá el día de mañana, sino llevemos todas nuestras ansiedades delante de Él. No podemos controlar ni arreglar los problemas del mundo; pero sí podemos con la ayuda del Espíritu de Dios, controlar nuestro estado espiritual. Sabemos “qué clase de personas” debemos ser, asegurémonos de que los eventos turbulentos del mundo nos mantengan despiertos, cerca de Dios y ayudándonos los unos a los otros a sobreponernos a la sociedad que nos rodea.
Tenemos todavía mucho por hacer, somos pequeños y tenemos limitaciones, pero sabemos que Dios va a estar con aquellos que estén con Él. ¡Hermanos, gracias por estar con Él! Mantengámonos fuertes, estables y no quitemos nuestros ojos de Él, llenos de fe y confianza. A medida que lo hagamos, Dios suplirá nuestras limitaciones y nos fortalecerá como Iglesia.
Cuídense y que Dios esté con todos ustedes,
Clyde Kilough