Queridos Hermanos:
Esta semana ocurrió un acontecimiento muy importante para la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial, porque la Junta Ministerial de Directores (JMD) fue elegida. Nosotros, los nuevos miembros, queremos extender nuestra más sincera gratitud a todos ustedes por su oración, ayuno, respaldo y ánimo que han mostrado en todo este proceso, y sinceramente apreciamos profundamente toda la labor de los ministros por el cuidado y el interés que han puesto en el cumplimiento de sus responsabilidades.
Les aseguramos que tomamos muy seriamente las responsabilidades que Dios nos ha dado y las responsabilidades que tenemos con Él, con ustedes y de hecho, con todo el mundo que está sufriendo, esperando ansiosamente “la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8:19, 22).
Hemos completado dos de los tres pasos necesarios para establecer un gobierno permanente y el sistema administrativo- ya hemos elegido nuestra forma de gobierno y hemos designado la Junta Ministerial de Directores (JMD). Ahora, lo que tiene pendiente la JMD, es nombrar al presidente y aprobar el equipo administrativo que él elija. Por supuesto, tenemos otras decisiones muy importantes que tomar, pero cuando tengamos todas estas piezas funcionando, podremos descansar un poco por el momento. Afrontaremos estas tareas con prudencia, pero lo más eficientemente que podamos.
Toda la Iglesia le debe una inmensa gratitud al equipo interino que empezó a funcionar en diciembre pasado y ha tenido en cuenta todos los detalles necesarios que pasan desapercibidos para muchos, para que sea posible el desarrollo de la organización. Mike Hanisko (presidente), Ken Giese (secretario), Greg Sargent (tesorero), George Evans y Roger West cumplieron diligentemente con sus responsabilidades; y sus esfuerzos fueron muy importantes para poder lograr lo que hemos logrado en tan poco tiempo. Ahora que ellos se han retirado para que la estructura permanente se establezca, esperamos que su servicio sea recordado siempre, aunque muchos de ustedes no sean conscientes de toda la labor que han realizado.
El jueves por la tarde, el 18 de agosto, la junta interina y la recién elegida, se reunieron vía teleconferencia e hicieron una transición oficial y tranquila entre ellas. La JMD inmediatamente discutió acerca de sus prioridades inmediatas e hizo planes para reunirse en Orlando, Florida el lunes 29 de agosto. Los miembros y los ministros pacientemente han entendido la situación y han esperado todo lo que implica el proceso de comenzar desde ceros, ¡pero todos están muy ansiosos por estar involucrados en los negocios de nuestro Padre!
Tenemos muchas tareas importantes por delante—cosas que tenemos que hacer. Pero es más importante lo que tenemos que ser. Si nosotros estamos bien delante de Dios, entonces Él nos va a bendecir en todo lo que hacemos. Si no estamos bien, entonces nuestra lucha será en vano y eventualmente fallaremos. Nadie está exento de esta ley de la vida, especialmente aquellos que deben dirigir. La Biblia no dice mucho acerca de la forma de administrar, pero sí dice mucho acerca del liderazgo. Y con lo que ha acontecido en la iglesia en los últimos 75 años, las lecciones bíblicas de liderazgo siempre han sido confirmadas: para obtener las bendiciones de Dios, debemos ser un pueblo que tiene la mente de Dios. Debemos ser un pueblo que sirve con el corazón, en humildad y fidelidad. Debemos ser un pueblo que se comporta de tal forma que tiene la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Debemos ser un pueblo como Pablo le dijo a Timoteo: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1 Timoteo 6:11). Esto es esencialmente el meollo de las claves del liderazgo espiritual, la base de la cual depende nuestra efectividad.
Hermanos, queremos asegurarles que tomamos muy en serio todo esto. Como grupo, los miembros de la JMD tenemos muchos años de experiencia sirviendo a la Iglesia y no somos ingenuos en cuanto a los desafíos que tenemos que enfrentar. No pretendemos que esta declaración sea algo vacío; es una declaración muy seria. El ver una y otra vez, a través de los años, el éxito y el fracaso de los seres humanos (incluyéndonos a nosotros mismos) en la Iglesia, y viendo las causas espirituales, es algo profundo y conmovedor. No estamos afrontando este trabajo con unos lentes color de rosa, llenos de confianza u orgullo con nuestra posición, o pensando que sabemos todas las respuestas.
Por otra parte, la experiencia nos ha enseñado que cuando uno lucha por hacer lo que Dios pide, “…solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8), Él va a dar las respuestas, Él va a dirigir, y Él bendecirá a su pueblo. Nos comprometemos delante de cada uno de ustedes a luchar con todas nuestras fuerzas para ser esa clase de personas.
Tenemos otras obligaciones también. Creemos que como “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9), tenemos la responsabilidad de saber el compromiso que estamos haciendo con ustedes y más importante aún, con Dios. Así, en esta primera carta queremos dejar por sentado los compromisos que hacemos y de los que somos responsables.
Nos comprometemos con todos ustedes a que nuestra prioridad más grande será la fortaleza espiritual y el crecimiento espiritual de la Iglesia. ¿Quién entre nosotros no está cada vez más consciente de que todo el mundo está perdiendo su sanidad mental? ¿Quién entre nosotros puede negar que las condiciones espirituales de 2 Timoteo 3:1-5 se están incrementando rápidamente, degenerando en todas la áreas de la vida—moralidad, integridad, ética, política, educación, religión, economía, etc.? Estas condiciones también son una amenaza para la Iglesia, pero estamos comprometidos a trabajar fuertemente para ayudar al pueblo de Dios a mantenerse sólidamente en la verdad, a pesar de estar viviendo en un mundo que cada vez está más en oscuridad. Si no estamos espiritualmente fuertes, ¿cómo podemos representar efectivamente el evangelio de Jesucristo?
Esto nos lleva al siguiente punto. Debido a las condiciones del mundo, las personas necesitan más que nunca escuchar las buenas noticias del Reino de Dios. Estamos comprometidos a predicar el evangelio a este mundo y enseñar el camino de vida de Dios. Puede que seamos algo pequeño, pero siempre hay formas de utilizar la tecnología para proclamar y ser testigos de la verdad de Dios con una voz cada vez más fuerte y efectiva. ¡Estamos comprometidos a lograr esto!
Estamos comprometidos a preservar y defender la integridad doctrinal de la Iglesia de Dios y a ayudar para que la Iglesia se fortalezca cada vez más en el fundamento sólido de las verdaderas doctrinas de Cristo. El crecimiento espiritual sólo puede venir por medio de la educación según Dios. La Iglesia siempre ha tenido que afrontar desafíos que amenazan y tratan de “pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7), y su ley, así que debemos mantener el equilibrio en nuestro entendimiento y aplicación de la Palabra de Dios. Esta necesidad del fundamento es especialmente importante para todas las generaciones venideras. Por lo tanto estamos comprometidos a establecer programas cada vez más efectivos para que podamos impartir el conocimiento espiritual de Dios a todo su pueblo.
También estamos comprometidos, como parte de nuestras metas educativas, a planear de una manera exitosa—a desarrollar los líderes futuros para que estén bien preparados para servir y cuidar de todas las congregaciones alrededor del mundo.
Sin embargo, la educación es algo limitado y debemos recordar que “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:2). Por lo tanto estamos comprometidos a hacer todo lo que podamos para guiar de tal manera que esto refleje el amor de Cristo, Aquel que “amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25). Estamos viviendo en la época que Cristo dijo que por abundar tanto el pecado en el mundo, el amor de muchos se enfriaría—debemos trabajar muy duro para impedir que esto pase entre nosotros.
Estamos comprometidos a encontrar mejores formas para desarrollar y utilizar los talentos y habilidades que Dios le ha dado a su pueblo, para que “…todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:16). Esta unidad no sólo nos fortalecerá más, sino que será parte de la respuesta que nos permitirá conservar vivo el amor de Dios y floreciendo entre nosotros.
Estamos comprometidos a administrar los diezmos y ofrendas de Dios de una forma cuidadosa y austera.
Estamos comprometidos a comunicarnos con los miembros, y el mundo, de las formas más efectivas que podamos.
Estamos comprometidos a aprender las lecciones del pasado, reteniendo lo que todavía es efectivo, pero cambiando en todo aquello que sea necesario cambiar.
A medida que hacemos todo esto, y con todo el pueblo de Dios unido a nosotros, juntos podemos cumplir con uno de los requisitos más difíciles que tenemos por delante: el desafío de restaurar la confianza. “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2). La palabra comúnmente traducida como “fiel”, significa “digno de confianza”. Si somos fieles a lo que Dios requiere, veremos que la confianza se edifica en el cuerpo de Cristo. Y si bien la confianza es algo que nadie debe dar por sentado, es, sin embargo, un aspecto de nuestras relaciones colectivas que debemos luchar por restablecer y construir.
Hermanos, no podemos comprometernos a la perfección—porque no somos perfectos. Sin embargo, nos comprometemos a trabajar diligentemente en la obra de la Iglesia de Dios, a ceñirnos a los parámetros de Dios y a trabajar con ahínco para ser el pueblo de Dios que Él quiere que seamos. Sabemos que ustedes también tienen el mismo compromiso. Tenemos mucho que hacer ¿y quién sabe cuánto tiempo tenemos? ¿Quién sabe de los desafíos que nos esperan en estos últimos días? ¿Quién sabe lo que el adversario hará próximamente en sus esfuerzos por hacernos tropezar y caer? Pero nosotros sí sabemos lo siguiente: si nosotros estamos trabajando espiritualmente para ser el pueblo que Dios quiere que seamos, y buscamos primeramente su Reino y su justicia, entonces recibiremos sus bendiciones sobre nosotros y sobre todo lo que hagamos.
Ahora que seguimos adelante y empezamos a escribir un nuevo capítulo en la historia de la obra de Dios, comprometámonos con todas nuestras fuerzas para seguirlo a Él y servirnos unos a otros. Mantengámonos cerca a Dios y no dejemos de orar diariamente los unos por los otros.
Sinceramente, en el nombre de Cristo y a su servicio,
Jim Franks
Richard Pinelli
Doug Horchak
Richard Thompson
Clyde Kilough
León Walker
Joel Meeker