Queridos hermanos:
Tres semanas atrás, estábamos juntos celebrando la fiesta de Tabernáculos que representa el reinado milenial de Jesucristo aquí en la Tierra. Las Escrituras nos dicen que después de su regreso, Cristo será reconocido como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16). En esta fiesta se nos recordó diariamente lo diferente que va a ser el mundo cuando Jesucristo sea el gobernante.
Podemos establecer un contraste entre lo que experimentamos en la fiesta y lo que hemos visto aquí en los Estados Unidos en el último año durante una amarga campaña electoral presidencial que finalmente concluyó el martes 5 de noviembre. En ese día, Norteamérica eligió un nuevo presidente: Donald J. Trump. Cada partido estaba lleno de ira y resentimiento hacia el otro candidato —un odio y disgusto claramente evidente hacia el otro partido— son las cosas que más voy a recordar del proceso para la elección presidencial el año pasado. Si bien nuestro país estuvo profundamente polarizado durante la campaña, la mayoría de los norteamericanos respiraron con alivio el 5 de noviembre. La campaña tan amarga finalmente se acabó. No importa realmente la posición o su candidato, la experiencia no fue placentera y ciertamente no podríamos decir que fuera algo según Dios.
Mientras analizamos el contraste entre la experiencia de nuestra fiesta de Tabernáculos con esta elección que acaba de pasar, consideremos que el mayor regalo que Dios nos ha dado a nosotros es su verdad. Comparemos esto con las mentiras, la avaricia y el deseo por el poder, que conforman la base sobre la cual el hombre ha construido sus gobiernos. Jesucristo dijo que debíamos adorar a Dios en espíritu y verdad (Juan 4:24). Todos nosotros fuimos llamados a salir de este mundo bien sea, respondiendo ante la verdad o porque la verdad nos fue enseñada al crecer en nuestras familias. De cualquier forma, esta verdad es el fundamento de nuestro llamamiento. Es imposible hacer demasiado énfasis en el significado de la verdad y la necesidad de aferrarnos a esa verdad que Cristo dijo que era la Palabra de Dios (Juan 17:17).
Recientemente alguien me pregunto: “¿Qué lo mantiene a usted despierto por la noche?” o como otra persona lo expresara: “¿Qué es lo que más me preocupa acerca del futuro de la Iglesia?”. Mi preocupación siempre ha estado enfocada en la verdad y en mantener esa verdad para las futuras generaciones. Sabemos que debemos predicar el evangelio, pero al hacer eso, si nosotros perdemos la verdad, ¿qué valor tendrá nuestra predicación? Nunca debemos dar por sentado la verdad. y debemos recordarnos continuamente a nosotros mismos lo que ésta contiene.
En una carta a los miembros y colaboradores de la Iglesia de Dios de la Radio en 1946, Herbert Armstrong escribió: “La conversión real y la salvación son educación” (Boletín a nuestros colaboradores, 29 de noviembre de 1946). Éste fue un anuncio para la apertura de la Universidad Ambassador, en esta carta él fue enfático en la necesidad de una educación continua para mantener nuestro entendimiento de la verdad y para enseñarla a la próxima generación. No era un enfoque de “con una vez basta”, sino un enfoque de una educación continuada. Hoy, casi 80 años después estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo por seguir ese modelo —predicando el evangelio a todo el mundo mientras mantenemos y enseñamos la verdad en la Iglesia.
Si no somos cuidadosos, es fácil vernos involucrados en las políticas del mundo. Pablo nos advirtió que nuestra ciudadanía está en los cielos (Filipenses 3:20), por lo tanto, confirmó lo que Jesucristo dijo cuando Él afirmó: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:6). En tanto nosotros escogemos no involucrarnos en las elecciones o la política, esto no significa que no estemos interesados en lo que está sucediendo en nuestro país. A nosotros nos dijo también el apóstol Pablo que deberíamos orar por nuestros líderes “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:1-4).
¿Por qué debemos orar por los líderes?, Pablo explica “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. Sabemos de otras escrituras que Dios está a cargo de los asuntos humanos, aunque Él ha declarado que Satanás es “el dios de este mundo” (2 Corintios 4:4). Pero Dios todavía es el que controla todo, tiene el control definitivo. En el libro de Daniel nos dice que Dios ejerce ese control de la manera que Él quiere: “el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres” (Daniel 4:17). Esto se repite en Daniel 5:21, donde Nabucodonosor vino a reconocer que: “El Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place”.
Como cristianos tenemos fe en que Dios está a cargo y que debemos enfocarnos en las cosas que podemos controlar —predicar el evangelio, mantener la verdad en tanto que vivimos en una sociedad que rechaza la verdad y que con mucha frecuencia está dispuesta a aceptar mentiras, aunque sepamos que sí lo son. Creo que esta elección que acaba de pasar en Norteamérica nos ha dado una gran evidencia del hecho de que las personas están dispuestas a aceptar las mentiras a sabiendas de que son mentiras, con la esperanza de que eso vaya a ofender al candidato opositor. Ésta es la antítesis de la verdad y del camino de Dios.
Una evidencia mayor de lo que estamos enfrentando en el mundo se presentó poco antes de la fiesta de Tabernáculos de este año: sucedió una cosa inusual que nos ayuda a entender la necesidad de orar por nuestros líderes. Justo antes de la fiesta este año las autoridades del país de Ruanda nos dijeron que debido a que no estamos registrados legalmente, no se nos permitía reunirnos para los servicios durante la fiesta o para el sábado semanal. Joel Meeker, el director regional de la obra francesa, voló a Ruanda y realmente estuvo más de un mes tratando de resolver este problema, pero los oficiales no cedieron. Por primera vez desde que hay una congregación de la Iglesia de Dios en Ruanda se nos impidió la posibilidad de reunirnos durante los servicios —a pesar del hecho de que tenemos nuestro propio salón y por lo tanto no tenemos que alquilar un espacio adicional. Tal vez pueda sonar algo sorprendente, pero se nos impidió el uso de nuestras propias instalaciones.
Esto nos muestra el momento que estamos viviendo ahora. Acabamos de elegir un nuevo presidente en los Estados Unidos, debemos orar por él y por otros líderes en nuestro país y otros países, no importa donde vivamos. Debemos orar por ellos, no porque ellos sean justos o que tengan el conocimiento de la verdad de Dios, debemos orar por ellos para que podamos predicar el evangelio, mantenernos en la verdad y reunirnos en paz el sábado semanal y en los días santos tal como Dios nos ordena; sin interferencia o persecución por hacer esto. Esto es algo que nos pueden quitar muy fácilmente si el gobierno se empeña en ejercer su poder. Por esa razón confiamos en Dios como la única esperanza verdadera para la humanidad, no en ninguno de los gobiernos de los seres humanos o la elección de una persona específica para que sea presidente. Y tenemos la gran expectativa del cumplimiento de la fiesta de Tabernáculos cuando Jesucristo venga a la Tierra como el gobernante, el rey de reyes y señor de señores del reino de Dios.
Cordialmente, su hermano en Cristo,