Queridos hermanos:
Desde 2012 he estado escribiendo cartas a los miembros cada mes, con muy pocas excepciones. Mi meta con cada carta es dar información acerca de la obra de la Iglesia, y también ánimo. Con tantas noticias negativas en el mundo actual, tanta violencia y tantas tragedias, es fácil desanimarse. Mi deseo con estas cartas es mirar más allá de los acontecimientos negativos y enfocarnos en el maravilloso plan de Dios.
Con eso en mente, estoy muy contento de informarles que la reciente conferencia ministerial fue muy exitosa. Hubo cierta tristeza durante la conferencia por la muerte de un querido amigo y colega, Todd Carey, ocurrida tan sólo una semana antes. Creo que el momento de su muerte le agregó un sentido de urgencia a nuestras reuniones, haciendo de ésta una conferencia muy emotiva. Un ministro describió su experiencia de esta forma: “En un momento estaba riendo y al siguiente estaba llorando”.
La muerte prematura del Sr. Carey indudablemente hizo que todos consideráramos nuestra propia mortalidad. Vivimos día a día la realidad de Hebreos 9:27: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.
La muerte de un ser querido conlleva tristeza, especialmente si la muerte es inesperada. En los días siguientes, es difícil encontrar consuelo, a pesar del hecho de que sabemos que nuestro verdadero futuro está más allá de esta existencia física. Sabemos esto por el conocimiento que Dios nos ha dado por ser parte de su pueblo, aquellos que son llamados a salir del mundo para ser parte de su Iglesia.
Hace pocos días celebramos la Fiesta de Pentecostés y revisamos la fundación de la Iglesia y el derramamiento del Espíritu Santo, todo registrado en Hechos 2. Más adelante, el apóstol Pedro describió la Iglesia como: “Linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9). Algunos consideran que el llamado de Dios y el ofrecimiento de su Espíritu Santo están disponibles para todos. Pero esto sencillamente no es verdad. En esta experiencia humana no todos serán llamados por Dios, escogidos por Dios y permanecerán fieles a Dios (Apocalipsis 17:14). No son las masas que serán llamadas, sino una “pequeña manada”, tal como Cristo describió a su Iglesia en Lucas 12:32.
Durante la separación de la Iglesia de Dios Universal en los años 90, uno de los errores más sutiles y perturbadores tenía que ver con esta idea. La enseñanza de que la Iglesia estaba compuesta por personas llamadas y una generación escogida, tal como es descrita por Pedro, fue abandonada. El término cristiano empezó a aplicarse a cualquiera que profese el nombre de Jesucristo, ya sea que entiendan o no la verdad, guarden los días correctos o aún conozcan el plan de salvación.
Creer que hay cristianos en todas las iglesias —bautista, metodista, católica, etcétera— niega la verdad bíblica de un llamamiento especial. De hecho, niega la importancia de la verdad en sí misma. Sin embargo, poco antes de su muerte, Cristo oró al Padre: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Si la verdad nos aparta (nos santifica) del mundo, debe haber algo más en el cristianismo que simplemente aceptar los valores cristianos. Pablo escribió que, sin el Espíritu de Dios, no somos de Él (Romanos 8:9). En Hechos 5:32 leemos que Dios da su Espíritu a aquellos que lo obedecen. Vemos entonces que ser cristiano es mucho más que ser una buena persona o alguien que acepte los valores cristianos.
Con los años, me he reunido con hindúes, musulmanes y budistas que practicaban la moralidad, honestidad y otras virtudes que se enseñan en las Escrituras, pero afirmaban que no tenían ninguna conexión con el cristianismo. El hecho de que haya “buenas” personas en otras religiones o diferentes denominaciones de los que es llamado cristianismo, no cambia los requisitos bíblicos del llamado de Dios: entender su verdad, arrepentimiento y recibir su Espíritu.
El saber que tenemos la verdad —y que hemos sido santificados por esa verdad— nos da verdadera esperanza para el futuro y para el presente. Como probablemente habrán oído en los mensajes de Pentecostés, sabemos que el Espíritu Santo nos ayuda en momentos de necesidad (Juan 16:7), nos consuela en momentos de dolor (Juan 15:26) y nos da entendimiento de la verdad de Dios en un mundo que cada vez se empeña más en negar su existencia.
Muchos hermanos han tratado de consolar a la familia de Todd Carey con palabras de ánimo basadas en la verdad de nuestro llamamiento y la ayuda del Espíritu Santo de Dios. Durante la conferencia, varios mencionaron el hecho de que Todd Carey fue un pastor maravilloso y, de hecho, ¡sí lo fue! También fue un devoto esposo de su esposa Gloria y un padre amoroso de sus dos hijos, Justin y Bronson.
Antes de concluir la carta de este mes, quisiera mencionar la muerte del Sr. Roderick C. Meredith, hace casi tres semanas atrás, en la tarde del jueves 18 de mayo, después de una corta batalla contra el cáncer. Tenía 86 años. Muchos recordamos al Sr. Meredith desde la Iglesia de Dios de la Radio y la Iglesia de Dios Universal, y hasta su muerte, era el evangelista que presidía la Iglesia de Dios Viviente. El Sr. Meredith fue un escritor prolífico para varias de las publicaciones de la iglesia y uno de los primeros vicepresidentes de la Iglesia de Dios de la Radio y más tarde, de la Iglesia de Dios Universal. El enseñó en los tres campos de la Institución Ambassador (Bricket Wood, Big Sandy y Pasadena). También fue uno de los primeros en ser ordenados como evangelistas por el Sr. Herbert Armstrong en diciembre de 1952.
Britt Taylor (Tesorero de IDDAM), David Baker (miembro de la Junta Ministerial de Directores de IDDAM), Ron Kelley (pastor local de IDDAM) y su esposa Nancy, y yo, asistimos al funeral del Sr. Meredith, el domingo 28 de mayo, junto con muchos otros de los demás grupos de la Iglesia de Dios. Dos de los hijos del Sr. Meredith hablaron, y el mensaje principal estuvo a cargo de Richard Ames, alguien que también es muy familiar para muchos de nosotros desde hace varios años. Fue bueno ver a tantos viejos amigos, pero también impresionante entender cuán rápidamente han pasado los años. Después del Sr. Meredith, son pocos los que quedan de los primeros años con el Sr. Armstrong.
De la trágica muerte de Todd Carey y la animadora y sobrecogedora conferencia ministerial, y de ver a muchos viejos amigos en el funeral del Sr. Meredith, una cosa queda clara: la vida es corta y se va muy rápido. Debemos continuar haciendo la obra que Dios nos ha dado para hacer —predicar el evangelio y cuidar a los hermanos— mientras tengamos aliento de vida y la energía para llevarlo a cabo. Éste fue el mensaje de la reciente conferencia ministerial, que nos exhortó a que fuéramos “celosos por la obra de Dios”, cumpliendo por lo tanto “la gran comisión”.
Por favor oren por aquellos que han perdido algún ser querido, pero más importante aún, oren por el pronto regreso de Jesucristo y el establecimiento del Reino de Dios en esta Tierra. En el plan de Dios no se trata de cuán largo sea el tiempo de vida que tengamos, sino lo que hagamos con este tiempo. Nuestro llamamiento es muy especial, y es un privilegio conocer la verdad de Dios y ser un cristiano en cualquier edad, pero especialmente en estos tiempos del fin.
Cordialmente, su hermano en Cristo
Jim Franks