Queridos hermanos:
Uno de los sucesos más animadores en los últimos dos años ha sido la Conferencia Ministerial Internacional (la cual llevamos a cabo cada dos años), que acabamos de celebrar en el hotel Sheraton de McKinney, del 22 al 25 de agosto. Desde el asado de la noche de apertura el domingo hasta una reunión especial con los ministros del área internacional el miércoles por la mañana, no tuvimos descanso en las actividades. Fueron dos días de conferencia y escuchamos a 17 oradores, cada uno con una perspectiva diferente del tema de la Conferencia: “Liderazgo espiritual en tiempos peligrosos: aprendemos del pasado y nos preparamos para el futuro”. El tema lo tomamos de 2 Timoteo 3:1. En verdad, hemos vivido momentos de estrés en los últimos 18 meses.
En nuestra planeación para tener una conferencia exitosa, tuvimos que hacer compromisos con el hotel con bastante anterioridad. Originalmente la conferencia la íbamos a celebrar en la tercera semana de mayo, pero con la propagación del COVID-19, el horizonte se veía muy oscuro en enero. Sin embargo, ya habían pasado dos años desde nuestra última conferencia y no queríamos pasar un año más sin ella, así que decidimos posponerla para un poco más tarde. No pudimos encontrar lugar en junio o julio porque teníamos los campamentos de jóvenes. El último campamento terminó el 15 de agosto, y por eso escogimos el 22 de agosto. Cuando fijamos la fecha no se anticipaba la variante Delta del COVID-19, y se produjo un aumento en el número de casos y de muertes en julio y agosto. Como resultado de ello, antes de la conferencia establecimos varios puntos del protocolo de COVID que incluía el hecho de que todos los asistentes se hicieran pruebas antes de ir y en el auditorio se sentaran más espaciadamente.
Aún con todos los protocolos, después de la conferencia tuvimos varios casos confirmados entre los asistentes. Pero ningún caso se presentó durante la conferencia, así que todavía no es claro si aquellos que se enfermaron después de regresar a casa se contagiaron del virus durante el viaje o aún en alguna actividad en su casa después de la conferencia. En todos los casos les aconsejamos a los que estuvieran mostrando posibles síntomas de COVID, que se hicieran la prueba e informaran a todas las personas con las que habían tenido un contacto estrecho en la conferencia. Hasta ahora, según lo que sabemos ninguno de los que asistieron a la conferencia se ha enfermado de gravedad con el virus. Oramos para que esto siga siendo así y le agradecemos a Dios por su protección y sus bendiciones.
Con la conferencia en el pasado y el primer día de los últimos cuatro días santos a pocas horas de celebrarse, todos necesitamos poner atención en lo que estos días santos significan para nosotros y para el mundo entero. Los últimos cuatro días de fiesta representan un tiempo en el que Dios va a intervenir para salvar a la humanidad, ¡lo que de hecho, son buenas noticias!
En contraste, hay muy poco que pudiéramos llamar “buenas noticias” en nuestro mundo actual. La gran dificultad que continúa planteando la propagación del COVID-19, el mortal terremoto en Haití y una operación militar norteamericana fracasada en Afganistán, todo muestra un mundo confundido y lleno de problemas. Estos eventos nos ayudan a entender lo que Pablo le escribió a Timoteo: “También debes saber que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1). El tema de la conferencia fue oportuno —si bien describe un mundo caótico y confundido, nos señala la única esperanza de la humanidad: el plan de salvación de Dios.
Algunas veces puede ser difícil para nosotros comprender la magnitud de los eventos que estamos viviendo, pero creo que los sucesos recientes han sido muy dicientes. En la profecía del Monte de los Olivos, Cristo nos instruyó a que vigiláramos los eventos mundiales: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36). ¿Estamos viviendo en los últimos días de la humanidad? Por décadas, realmente siglos, la Iglesia ha luchado por tener un claro entendimiento del momento del cumplimiento profético. Creemos que entendemos los eventos, pero el momento exacto de su cumplimiento nos ha eludido por muchos años.
En los años 40 y 50, con el desarrollo primero de la bomba atómica y luego la de hidrógeno, el fin parecía inminente. Lo mismo podría decirse de los 60, los 70 y los 80. En los últimos 25 años, hemos estado observando los sucesos mundiales con un ojo avizor, y hemos escrito artículos y predicado sermones acerca de las condiciones del mundo. Muchos sucesos perturbadores han ocurrido en los últimos 25 años que nos han hecho creer que el fin se está acercando, pero el momento preciso todavía nos elude. ¿Cuánto falta para que Cristo regrese? No lo sabemos, es una pregunta que no podemos contestar. La clave de todo esto es que debemos estar listos cuando Cristo regrese. Saber cuándo va a regresar Cristo no tiene ningún valor si no estamos listos cuando Él venga.
Los días santos juegan un papel importante en nuestra preparación para el regreso de Cristo y el establecimiento de su reino en esta Tierra. El orden de los días santos nos provee una clara descripción de una serie de eventos que van a culminar con la salvación del mundo. Las condiciones mundiales serán caóticas (peor que las que estamos viviendo hoy), cuando Cristo aparezca con sus ejércitos en el cielo sobre Jerusalén. Nuestra meta es estar allí con Él, después de haber resucitado (o haber sido transformados) al sonido de la séptima trompeta. El mundo estará a punto de autodestruirse, pero Cristo va a intervenir en el último momento.
Todo esto está representado en la fiesta de Trompetas, que vamos a celebrar el 7 de septiembre. Por supuesto, el regreso de Cristo no va a resolver todos los problemas inmediatamente. Mientras Satanás no sea removido de la escena, el caos todavía continuará. Por lo tanto, el día de Expiación describe el quinto paso crucial en el plan de Dios —el apresamiento de Satanás. Después del regreso de Cristo y luego de que Satanás sea quitado de en medio, el reinado milenial del gobierno de Dios va a comenzar. Será un mundo maravilloso —totalmente opuesto en muchas formas al mundo en que vivimos actualmente. La fiesta de Tabernáculos nos anticipa ese momento —un tiempo de gran regocijo a medida que aprendemos las lecciones de temer y obedecer a Dios.
La culminación de estos cuatro días santos, es el Octavo Día, el Último Gran Día, en el cual todos nos sentimos impactados por la realidad del juicio final. En esta época futura, todos los seres humanos que hayan vivido alguna vez serán resucitados para ser juzgados. Los que no fueron llamados en esta vida, serán resucitados a una vida física para aprender cómo adorar al Dios verdadero y no a los dioses falsos de este mundo. Ésta es la segunda resurrección y el tiempo del juicio del Gran Trono Blanco. Este último acto, representado por este día de fiesta también será una resurrección a condenación —la tercera resurrección— para aquellos que entendían a cabalidad el camino de vida de Dios y lo rechazaron (Juan 5:28-29).
Estoy seguro de que todos estamos muy inspirados con esta temporada de adoración, compañerismo y gozo a medida que avanzamos en los últimos pasos del plan de salvación de Dios. Mi esposa y yo iremos a tres sitios de fiesta este año, comenzando en la Florida y terminando en El Salvador, con Arizona en medio. Espero que todos tengan una maravillosa fiesta de Tabernáculos. Con todo lo que está pasando en el mundo, estoy deseoso de olvidarme de todo esto por unos pocos días y estar con el pueblo de Dios para otra maravillosa temporada de fiestas.
Cordialmente, su hermano en Cristo, Jim Franks
Cordialmente, su hermano en Cristo,