Queridos hermanos:
Como pueden imaginarse, recibo una gran cantidad de correo diariamente, la mayoría por correo electrónico. Recibo cerca de 100 mensajes. Algunos son sencillos y se requiere tan sólo de unos segundos para responderlos, pero otros son complejos y exigen más investigación y tiempo adicional para dar una respuesta apropiada.
También recibo varios mensajes a la semana que son muy animadores. Comparto con ustedes un mensaje electrónico de un miembro en Kansas:
Querido Sr. Franks:
No se si usted se acuerda de mí, pero nos conocimos en el Último Gran Día en Steamboat Springs. Usted me puso en contacto con Jason Ranew para que me ayudara con un instructor que se rehusaba a permitirme tomar antes el examen que debía presentar en el tiempo de la Fiesta. Fue un proceso arduo —lo solicité en tres ocasiones: la asistente del decano lo pidió por lo menos dos veces… lo pedí la tercera vez, cuando volví, en la oficina de la asistente del decano; Mr. Ranew envió un correo electrónico y una carta; y un día antes de que se enviaran las notas, recibí un correo electrónico en el que me informaban que el examen me estaba esperando en el centro de exámenes.
Pasar por esta situación puede parecer algo insignificante, pero para mi fue bastante difícil debido al momento. Había perdido a mi hijo de 16 años en julio, y éste era mi primer semestre en la universidad. Estaba realmente esforzándome para mantener mi cabeza fuera del agua, tanto a nivel mental como emocional, y esto estaba afectando mi labor en la universidad y necesitaba pasar este semestre.
El día en que la asistente del decano me llamó a su oficina estaba en medio de un terrible resfriado, que había tenido durante cinco a seis semanas y sólo había venido a la oficina para manejar mi caso. Cuando dejé su oficina ese día, tenía tantas escrituras en mi mente, que pasaban tan rápido, que no pude retenerlas y tuve que sentarme en mi carro por espacio de 45 minutos sintiéndome física, mental y emocionalmente agobiada por lo que había ocurrido ese día conmigo. Mientras estaba sentada, una escritura estaba firmemente anclada en mi mente —hay varias escrituras que nos exhortan a permanecer firmes, pero a la que yo me refería era a ésta:
“No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación del Eterno con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque el Eterno estará con vosotros” (2 Crónicas 20:15-17).
En mi pequeña esquina en el mundo, ésta fue una gran batalla y me sentía exhausta. Quiero decirle que pasé el examen con una A, y agradezco muchísimo la ayuda que la Iglesia me dio para poder lograrlo. Espero que en algún momento de los próximos años pueda asistir al IF y estar totalmente sumergida y rodeada por aquellos que tienen más conocimiento y entendimiento que yo.
Ya que ésta era una nota personal que me enviaron, no puedo darles el nombre de la persona que me escribió; sobra decir que es muy animador leer este ejemplo de la intervención de Dios.
Por supuesto, no toda prueba termina de una forma tan positiva. Con frecuencia escuchamos acerca de las pruebas de enfermedad que terminan con la muerte de un querido amigo y hermano. Estoy seguro de que todos hemos experimentado esto. Mi familia experimentó esta prueba cuando mi padre murió en 1998. Él había sido un miembro de la Iglesia durante mucho tiempo, y había sido bautizado a principios de los años de 1960.
El invierno de 1998 fue especialmente difícil en la Iglesia. Estaba participando en muchas reuniones en Arcadia, California, cuando recibí una llamada informándome que mi padre estaba mal y estaba en el hospital. Poco después de llegar a mi casa en Houston, recibí una llamada de mi hermana para informarme que ellos creían que mi padre no lograría sobrevivir ese día. Era el 17 de febrero, y él estaba en el hospital de veteranos en Memphis, Tennessee, recuperándose de una cirugía del corazón. Tomé el primer vuelo a Memphis; y cuando llegué al aeropuerto, tenía un mensaje de voz que me esperaba. Mi padre había muerto mientras yo estaba volando. Fue una prueba muy difícil y triste para nuestra familia. El tenía 69 años, lo cual ahora me parece que era bastante joven.
Estamos cerca de otro aniversario de la muerte de mi padre. He estado reflexionando en las pruebas y en lo que debemos aprender de ellas. Cuando estaba visitando la congregación de Ciudad de México en enero, di un sermón acerca de Romanos 8:28. El sermón estaba relacionado con la pregunta: ¿cómo podemos decir que “todas las cosas” son para bien cuando vemos tantas cosas malas que suceden”?
Tengo que admitir lo difícil que es explicar el “por qué” ocurren estas cosas. Como pastor en Houston casi 19 años, he sido testigo de muchas enfermedades y muertes. En estos años celebré aproximadamente 100 funerales. Algunos fueron más fáciles que otros. En una ocasión, fue una dama de 96 años de edad, que ya estaba en verdad lista para morir. Pero en otro caso se trataba de un infante de seis semanas que nunca tuvo realmente la oportunidad de vivir. ¿Cómo podemos explicar esto? Nunca es fácil.
Romanos 8:28 es un versículo importante, pero sólo es un versículo. La Biblia es un libro acerca de la vida. Comienza con el árbol de la vida en el jardín del Edén en Génesis 2 y termina con el árbol de la vida en el mundo futuro en Apocalipsis 22. Dios ofrece vida eterna a sus siervos, pero Él no ofrece una vida fácil, sin problemas.
Si leemos Romanos 8:28 en contexto, vemos que la promesa no es que no habrá problemas en la vida. De hecho, Pablo terminó esta sección con estas palabras: “Como está escrito: por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (vv. 36-37).
Romanos 8:28 es un concepto espiritual. No nos está diciendo que todo en la vida física será fácil para nosotros, sino que todo va a trabajar para el bien de los hijos de Dios. Cada uno de nosotros es un mosaico de todas las cosas que experimentamos —tanto lo bueno como lo malo. Si perseveramos y si permanecemos firmes en nuestro llamamiento, nos espera la vida eterna. Pablo lo describe así: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (v. 18). Nuestro futuro es seguro si permanecemos fieles a este llamamiento.
Satanás no se va a detener en su empeño para desanimarnos, pero debemos mantenernos en la confianza de Romanos 8:28. Dios nos va a ayudar. Aunque la muerte sea la última respuesta a la prueba de la enfermedad, tenemos un futuro más grande de lo que nos podemos imaginar.
Comencé esta carta con un mensaje de una señora que disfrutó la intervención milagrosa de Dios. Ésta es nuestra oración y es lo que esperamos. Pero debemos estar preparados para aceptar que la vida tendrá altos y bajos en el camino. Es en este contexto que debemos leer las palabras de Pablo. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
Ya ha transcurrido el primer mes de 2015, y ya entramos al segundo. Parece que el antiguo proverbio: “El tiempo y la marea no esperan por nadie” fuera cierto. Sin que casi nos percatemos, ya estamos en el segundo mes del 2015. Y si diciembre y enero son un indicador, nos encaminamos a tener otro año importante. Por favor oren por los hermanos en todo el mundo, siempre dando gracias a Dios por sus abundantes bendiciones.
Sinceramente, su hermano en Cristo
Jim Franks