Queridos hermanos:
Sharron y yo acabamos de regresar de un viaje a la Florida. Asistimos a la Pascua, la Noche de Guardar y el primer día de Panes Sin Levadura, con las congregaciones de DeFuniak Springs, Florida y Mobile, Alabama. Tuvimos una Pascua solemne y llena de significado con los miembros de DeFuniak Springs. Celebramos la Noche de Guardar con Harold y Loree Rhodes (pastor local y su esposa), y el grupo de ambas congregaciones. Y tuvimos un servicio combinado en el primer día santo, con un récord de asistencia.
Comencé mi sermón del día santo leyendo Hebreos 9:27-28: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.
Cada año en la Pascua se nos recuerda el sacrificio de Jesucristo “para llevar los pecados de muchos” y su promesa de regresar nos da la certeza de perdón y un ancla de esperanza en medio de un mundo violento y oscuro.
Me acuerdo cuando mi familia empezó a asistir a los servicios en la Iglesia de Dios de la Radio cuando yo tenía 12 años. Pensamos que ya que Cristo regresaría pronto, no era necesario preocuparnos por la muerte. Pero cuando un sábado en los servicios nos informaron que la noche anterior un miembro joven —comenzando sus 30, y padre de cinco niñitas— había muerto de un ataque al corazón. Que yo recuerde, ésta fue la primera muerte de alguien que yo conocía en la Iglesia.
La conciencia de la muerte y la promesa de vida eterna son temas fundamentales de la Pascua y los días de Panes Sin Levadura. Nos reunimos para “proclamar” (1 Corintios 11:26) la golpiza y la subsecuente muerte de nuestro Salvador y lo que esto significa para nuestra sanidad y salvación. En esta vida mortal, aceptamos que la muerte vendrá para todos nosotros, con la excepción de aquellos que estén vivos cuando Cristo regrese. Entendemos que la muerte es trágica y dolorosa para los que quedan, pero ¡la verdadera tragedia es perder nuestra esperanza de vida eterna! Cuando alguien amado muere, su viaje físico termina y espera la resurrección. ¿Qué sucede con los que todavía continuamos en este viaje? Tenemos la misma esperanza y la misma promesa. “Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna” (1 Juan 2:25).
Como cristianos, tenemos el privilegio más grande del mundo —conocer la verdad y ser parte de “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15). Juan escribió: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (1 Juan 1:12).
Sólo pensemos que en el momento en que estábamos celebrando el Primer día de Panes Sin Levadura, el mundo “cristiano” se estaba preparando para celebrar la Pascua de Resurrección. Jesucristo murió en la Pascua y exactamente tres días y tres noches después fue resucitado. Todos sabemos todo lo que tienen que hacer en el mundo religioso para poder lograr que entre el viernes santo y la mañana del domingo de resurrección, haya tres días y tres noches. Aquellos que son honestos eventualmente admitirán que es una tarea imposible. Pero entonces dan una serie de explicaciones inventadas, ninguna de las cuales tiene en cuenta la escritura que afirma que Cristo estaría en “el corazón de la tierra” por tres días y tres noches (Mateo 12:39-40).
Para nosotros, éste es uno de los momentos más solemnes y animadores del año. Nos sobrecoge el darnos cuenta lo que Jesucristo tuvo que soportar antes de su muerte y lo que en esta padeció. Jesucristo era “Dios… manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16). Él renunció a su posición de gloria con el Padre en los cielos y se convirtió en un ser humano, pero todavía era Dios “manifestado en carne”. Sólo un sacrificio de esta magnitud podría cubrir los pecados de toda la humanidad (Juan 3:16).
Después de la solemne proclamación de la muerte de Jesucristo en la noche de la Pascua (1 Corintios 11:26), 24 horas después, celebramos una ocasión gozosa, la Noche de Guardar. Ésta fue la noche en que los israelitas salieron de Egipto. Un día ellos eran esclavos de los egipcios, y al día siguiente eran una nación, cumpliéndose de esta forma la promesa hecha a Abraham 430 años antes (Éxodo 12:40-41). Es una noche para celebrar la fidelidad de Dios al cumplir sus promesas. Ser llamado fuera de este mundo a la verdad del camino de Dios —pasar de ser un pueblo en esclavitud a ser un pueblo liberado del pecado— es motivo de una gran celebración. ¡Es la noche de guardar!
Al completar siete días de comer pan sin levadura, que representa el reemplazar el pecado con la justicia de Jesucristo, no podemos olvidar que se nos ha hecho la promesa de la vida eterna por el mismo Dios que cumplió su promesa a Abraham al sacar milagrosamente a los esclavos israelitas fuera de Egipto. Debemos utilizar esta fiesta como un tiempo para acercarnos a Dios y además agradecerle por el sacrificio de Jesucristo y el privilegio especial de nuestro llamamiento. Remover la levadura de nuestras casas es una labor relativamente fácil y sin dolor, pero la remoción del pecado de nuestra vida es un proceso que dura toda la vida.
La realidad de la muerte y la esperanza de vida eterna vienen juntas con la Pascua y los días de Panes Sin Levadura. Hebreos 9:27-28 nos define algunos de los temas principales de esta temporada de fiestas —nuestra mortalidad (“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez”); el perdón de pecados (“Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”); y la esperanza de vida eterna (“Y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”).
Espero que esta temporada de fiestas haya estado lleno de significado para usted y su familia, y ahora que ya se termina, haya renovado su convicción de mantener el pecado fuera de su vida y alabar y honrar a Dios el Padre por el sacrificio de Jesucristo ¡“Para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:26)!
Sinceramente, su hermano en Cristo
Jim Franks