Queridos hermanos:
En Mateo 24 Cristo profetizó que en los tiempos del fin, las condiciones en el mundo serían caóticas y violentas (v. 6). También profetizó que en medio del caos los seres humanos seguirían con su vida como si todo estuviera normal (“como en los días de Noé”, vv. 37-38). Sabemos que en la Iglesia nos vemos afectados por esta complacencia también.
Déjenme ilustrarles esto utilizando un ejemplo personal del pasado. Era el Día de Expiación en 1973; cuando llegué a los servicios me encontré con un grupo de miembros que me informó que esa mañana Egipto y Siria habían invadido a Israel. Éste fue el comienzo de la Guerra de Yom Kippur. Sus voces estaban llenas de urgencia. Ellos preguntaron: “¿Es esto eso?” “¿Es el comienzo del fin?” “¿Estamos viendo el cumplimiento de la profecía del tiempo del fin?” Ahora sabemos que ése no fue el fin, pero sí parecía que muchas profecías del tiempo del fin estuvieran a punto de ser cumplidas. Había un sentido de urgencia en la Iglesia en 1973 que pareciera que se ha disipado con los años.
El mundo está colapsando en muchas formas y la humanidad se ha tornado más y más violenta, pero pareciera que nosotros estamos bien en medio de esto. No hay ningún sentido de urgencia por hacer algo, o al menos es lo que parece. El apóstol Pablo escribió en Efesios 5:15-16: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”.
Jim Rohn, un reconocido escritor que murió en 2009, lo expresó de esta forma: “Sin un sentido de urgencia, el deseo pierde su valor”. Él no estaba citando al apóstol Pablo, pero estaba comentando acerca del mismo fenómeno humano. A medida que avanza el tiempo, nos desensibilizamos tanto ante las condiciones mundiales, que vamos por la vida como si todo lo que estuviera pasando fuera normal —aun en medio del caos más extremo. Lo que hace 20 años nos conmovió ahora no atrae nuestra atención.
En estos momentos, cuando estoy escribiéndoles, veo un mapa del mundo. Adonde quiera que miro, pareciera que hay un conflicto o se está gestando uno. Siria no ocupa los titulares de las noticias, pero todavía hay miles de personas inocentes que están muriendo allí. El nuevo foco de problemas es Ucrania, en donde un gobierno pro-Rusia, fue derrocado por los ciudadanos de Ucrania. Vladimir Putin, ha expresado su disgusto con este nuevo gobierno pro-occidente invadiendo a Crimea, en donde hay muchos ciudadanos descendientes de los rusos. ¿Conducirá esto a la guerra entre Rusia y Ucrania? ¿Se involucrarán Estados Unidos y Europa occidental en ella? Estas preguntas no pueden ser respondidas en estos momentos, pero existe el potencial de un gran conflicto.
Por supuesto, Ucrania y Siria no son los únicos lugares en donde la violencia o la amenaza de la violencia existen. Hay tantas guerras civiles en estos momentos en África, que es imposible mantenerse al tanto de todas. Según el AfricaSunNews.com: “actualmente hay 15 naciones africanas involucradas en la guerra, o están experimentando el conflicto y la tensión de la post-guerra. En África Occidental, las naciones incluyen a Costa de Marfil, Guinea, Liberia, Nigeria, Sierra Leona y Togo. En África oriental, las naciones incluyen a Eritrea, Etiopia, Somalia, Sudán y Uganda. En África central, incluyen a Burundi, la República Democrática del Congo y Ruanda. En el norte del África, la nación es Algeria y en Suráfrica las naciones incluyen a Angola y Zimbabue.
En diciembre del año pasado, la revista Time, tenía este titular: “Porqué es posible una guerra en el Pacífico: el peligroso odio entre China y Japón”. Estas dos naciones están involucradas en una agria disputa acerca de una cadena de islas justo afuera de la costa de China, que ha sido reclamada por el Japón desde los años de 1980. En 1960 se determinó que había mucho petróleo y gas natural en las aguas que rodeaban estas islas. Esto ha hecho que la disputa se intensifique a su máximo nivel en años recientes. No hay dos naciones que importen más combustibles fósiles que Japón y China.
Con el mundo enfrascado en la violencia, uno pensaría que nuestra vida estaría llena de un sentido de urgencia. En la famosa profecía del Monte de los Olivos, Cristo les dijo a sus discípulos que debían observar los acontecimientos y entender que cuando las ramas de la higuera tienen hojas: “Sabéis que el verano está cerca” (Mateo 24:32). Cristo utilizó esta analogía para advertir a Sus discípulos: “Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (v. 33).
Como Iglesia, tenemos un entendimiento básico de profecía —no todas las respuestas, pero un bosquejo general de los acontecimientos futuros. Es imposible leer la profecía del Monte de los Olivos y las palabras de Jesucristo en Mateo 24 y no sentir que estamos viviendo en los tiempos del fin. Sin embargo, ¿dónde está el sentido de urgencia hoy?
Debemos preguntarnos: ¿cuánto tiempo tenemos para hacer los cambios que necesitamos en nuestra vida personal? ¿Estamos redimiendo el tiempo? Estar atentos a los acontecimientos del mundo y estudiar profecía son cosas buenas; pero si no nos motivan a cambiar, ¿cuál es su valor? Pablo hace referencia a esto en 1 Corintios 13, cuando hace un contraste entre el “don de profecía” con el don más grande de todos, el amor.
En Mateo 24:12 se nos advierte que en el tiempo del fin el amor de muchos se enfriará. ¿Sentimos todavía la pasión que sentimos cuando Dios nos llamó inicialmente? ¿Cuánto nos apasiona la verdad del plan de Dios y cuán comprometidos estamos a hacer los cambios necesarios en nuestra vida? Quisiera citar a Jim Rohn: “Sin un sentido de urgencia, el deseo pierde su valor”. ¿Hemos perdido algo de esa urgencia y nuestro deseo ha perdido algo de su pasión?
En 1973 era fácil escuchar la urgencia en las voces y verla en las caras del pueblo de Dios. ¿Hemos perdido ese sentido de poco tiempo y la urgencia de los días? No observemos tan sólo los acontecimientos mundiales; comprometámonos a cambiar nuestra vida. Ésta es una buena lección para todos a medida que nos aproximamos a la Pascua en seis cortas semanas.
Debemos tomar el tiempo necesario para examinarnos, evaluar las condiciones del mundo y ayudar y orar pidiendo la misericordia de Dios. Los eventos mundiales indican que no tenemos mucho tiempo. El mundo no está mejorando; y con una interdependencia global que cada vez aumenta más, la posibilidad de una guerra mundial es mayor hoy que en cualquier otro momento de la historia reciente. La Guerra Fría tal vez se haya acabado, pero la violencia y el odio están aumentando. Más guerra y el fin del siglo no puede estar muy lejos.
Sinceramente, su hermano en Cristo
Jim Franks