Queridos hermanos:
¡Espero de verdad que hayan tenido una maravillosa fiesta! Por todos los informes que he recibido, fue un año sobresaliente. Cuando todos los datos de asistencia estén tabulados, creo que esta será la fiesta con mayor asistencia en la historia de COGWA, desde que comenzó en diciembre de 2010. En los Estados Unidos, las dos ofrendas durante la fiesta y el Último Gran Día, fueron muy animadoras, con un significativo aumento del 12 % con respecto al 2018.
Dejar el mundo atrás por ocho días fue una maravillosa experiencia, especialmente cuando vemos el estado del mundo actual. La profecía de “guerras y rumores de guerras” (Mateo 24:6), nunca ha sido más aplicable en nuestra vida de lo que es en la actualidad. Y cuando lo combinamos con tormentas gigantescas, incendios y terremotos, continuamente asistimos a la pérdida de muchas vidas inocentes. La división política que existe en muchos países es desanimadora, arrojando dudas acerca del futuro aún de algunas de las naciones más prósperas de la Tierra. La situación en el Medio Oriente continúa caldeándose y sin dudas traerá aún más violencia en las semanas y meses por venir. Todo esto apunta al tiempo al que la profecía se refiere como el fin del siglo (v. 3).
En tanto el mundo se está convirtiendo en un lugar oscuro, lleno de violencia y caos, no creemos que debamos fijar fechas para el regreso de Jesucristo y el cumplimiento de los últimos cuatro festivales que recientemente celebramos (Trompetas, Expiación, Tabernáculos y el Último Gran Día). En vez de ello, se nos dice que debemos “vigilar” estos eventos mundiales, a medida que se desarrollan (Mateo 24:42; 25:13; Marcos 13:33, 37; Lucas 21:36). Debemos hacer esto, para que no nos tomen por sorpresa.
Regularmente recibo mensajes de auto proclamados profetas, que anuncian una fecha para el regreso de Cristo. Recibí una justo después de la fiesta este año. Este “profeta” predecía que Cristo regresaría el 2026. Para calcularlo, se basó en algo muy complejo, usando los ciclos de 19 años y un período de 40 años desde la muerte del Sr. Herbert Armstrong. Si bien estoy seguro de que todo tenía sentido para él, yo no le pude encontrar un respaldo lógico o bíblico para su razonamiento. Es cierto que existe el ciclo de 19 años y es utilizado en los cálculos del calendario, y es cierto que en 2026 se cumplen 40 años desde que el Sr. Armstrong murió en 1986, pero no hay evidencia en las Escrituras que vinculen estos períodos de tiempo con el regreso de Jesucristo.
Invertir tiempo en especulaciones sin fin acerca de la fecha del regreso de Cristo puede ser un factor de distracción y nos puede hacer perder de vista lo que es verdaderamente importante y las lecciones reales de la fiesta de este año. La fiesta de Tabernáculos y el Último Gran Día deberían ayudarnos a volvernos a reenfocar en nuestra prioridad #1 —buscar “el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). La fecha del regreso de Cristo está en las manos de Dios; el foco de nuestro tiempo y atención está en nuestras manos.
En el mundo actualmente hay 2,3 mil millones de personas que profesan el cristianismo (pero están profundamente divididos en sus creencias), 1,8 mil millones que siguen el islam, y un poco más de mil millones son hinduistas. Éstas son las tres religiones principales del mundo, y ninguna tiene la respuesta verdadera para los miles de millones de seres humanos que han vivido desde el tiempo de Adán y nunca han conocido al verdadero Dios. ¿Están perdidos? ¿Recibirán alguna forma de dispensación especial, y sólo se les requerirá ser “buenas personas”? ¿Puede uno ser buena persona y adorar un ídolo o un falso Jesús y aun así recibir vida eterna en el Reino de Dios? Si esto es verdad, esto ciertamente menoscaba la verdad de Dios. Hace que uno se pregunte, ¿cuál es el valor de la verdad si lo único que se necesita es ser una buena persona y tener “buenas obras”?
Ciertamente, las buenas obras son importantes para cada cristiano, pero también lo es la verdad, que es revelada en la Palabra de Dios e incluye el conocimiento de su plan para la humanidad. Creo que uno de los retos principales de avanzar, en el que debemos enfocarnos, es retener la verdad que nos ha sido dada. Leemos mucho de esto en el libro de Judas: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3). La fe es descrita tanto como fruto del Espíritu Santo de Dios, como un cuerpo de creencias.
La Biblia es clara en que es la verdad lo que nos separa del mundo. Veamos lo siguiente: debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24); la verdad nos hará libres (Juan 8:32); Cristo dijo que Él era el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6); el Espíritu Santo es llamado el Espíritu de verdad (Juan 14:17); somos santificados (apartados por la verdad (Juan 17:17); Pablo les advirtió a los corintios que debían guardar la fiesta en sinceridad y verdad (1 Corintios 5:8); no podemos ser salvos si no tenemos amor por la verdad (2 Tesalonicenses 2:10); Dios desea que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4); y Juan escribe que no había mayor gozo para él que saber que sus hijos caminaban en la verdad (3 Juan 1:4). Éstas son tan sólo unas pocas de las advertencias que hay en las que se hace énfasis en la importancia de la verdad.
Cada año, cuando empiezo mis clases en el Instituto de la Fundación acerca de las creencias fundamentales de la Iglesia, empiezo con una pregunta básica: ¿Qué es más importante, lo que usted cree o la forma en que usted actúa? Por supuesto, es una pregunta capciosa. La respuesta verdadera es que ambos son igualmente importantes. Es posible ser una buena persona sin conocer la verdad y conocer la verdad sin ser una buena persona. Ninguna de ellas, por sí misma, está completa. Es necesario que adoremos a Dios en espíritu (sinceramente) y en verdad. La palabra utilizada aquí es “es necesario”. Dios no espera menos de nosotros.
Nuestro desafío como cristianos es retener la verdad que nos ha sido dada por Dios. Si bien los seres humanos pueden ser utilizados como instrumentos para introducirnos a la verdad, Dios el Padre es el que nos llama a la verdad (Juan 6:44) y nos santifica en la verdad (Juan 17:17). La fiesta de Tabernáculos y el Último Gran Día nos recuerda cada año el gran plan que Dios tiene para toda la humanidad. Siempre debemos estar dispuestos a crecer en nuestro entendimiento de la verdad, pero esto no incluye abandonar una parte de la verdad.
Este año, a todos nos recordaron esto nuevamente cuando repasamos el significado del Último Gran Día. ¡Qué enseñanza tan poderosa y animadora contiene! ¡Espero que todos sintamos de la misma forma y que hayamos regresado de la fiesta rejuvenecidos para vivir la verdad en nuestra vida personal, para respaldar la predicación de esta verdad al mundo entero y para enfocar nuestra atención en el Reino de Dios y en su justicia!
Cordialmente, su hermano en Cristo,