Queridos hermanos:
El 31 de marzo de 1969, fui bautizado en una gran tina para bautismos especialmente construida en el edificio Redwood en las instalaciones del Colegio Ambassador, localizado en las afueras de la comunidad de Big Sandy, Texas. Hasta donde yo recuerdo, éramos un grupo de 10 a 12 personas. Mientras estábamos cerca de la librería del edificio Redwood, un ministro que todos conocíamos muy bien estaba caminando y se dio cuenta que acabábamos de ser bautizados. ¡Era muy fácil darse cuenta, puesto que todos estábamos empapados! Caminó hacia nosotros y en tono solemne nos dijo: “No los voy a felicitar, porque en realidad no han hecho nada. ¡La verdadera labor de ser un cristiano apenas está comenzando!”
A lo largo de los años, he pensado mucho acerca de esta frase y me he dado cuenta cuánta razón tenía. El bautismo es el comienzo de un viaje y no el final. Cuando usted decide bautizarse usted debe arrepentirse de sus pecados. Pero es por medio del sacrificio de Jesucristo y su sangre derramada que usted es perdonado. No es por nuestra justicia. De hecho, cuando usted se bautiza no ha hecho nada, excepto dar el primer paso de un largo viaje.
La noche siguiente después de mi bautismo, asistí a mi primer servicio de Pascua. Cuando regresé del servicio, me fui a un lugar privado para meditar en lo que había acabado de pasar. Decidí escribirme una carta para registrar mis pensamientos y no olvidarme de la forma en que me había sentido esa noche. Guardé esa carta más de 20 años y cada Pascua la sacaba para leerla. En algún punto del camino, perdí esa carta, pero todavía me acuerdo de lo que decía.
Cuando escribí la carta, mi deseo más profundo era cambiar mi vida y vivir de acuerdo con el ejemplo de Jesucristo. No me malinterpreten, sabía que yo tendría tropiezos en mi camino, pero quería hacer lo mejor que pudiera para vivir como Cristo vivió —seguir sus pisadas. Al repasar los últimos 46 años desde esa fecha, me siento feliz, porque a pesar de mis flaquezas y debilidades, Dios ha tenido misericordia de mí.
Mientras les escribo esta carta, estamos en la mitad de los días de Panes Sin Levadura, un momento de reflexión en medio del viaje que comenzó con nuestro bautismo. En Filipenses 3:13-15, Pablo nos da una guía para esa reflexión: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios”.
No creo que lo que Pablo quiere decir es que no debamos meditar en los principales acontecimientos de nuestra vida, sino que debemos dejar atrás los errores, las fallas y las flaquezas que hemos tenido. Debemos vencer nuestros pecados y no quedarnos en ellos.
Como miembros de la Iglesia de Dios, tenemos una ventaja específica al analizar nuestra vida, con respecto a los demás en el mundo. Vemos que nuestra prioridad número 1 es buscar el Reino de Dios (Mateo 6:33), pero reconocemos que éste no ha llegado todavía. Esto significa que tenemos más cosas por hacer, más bautismos, más Pascuas y más días de Panes Sin Levadura.
La Pascua y los días de Panes Sin Levadura nos enseñan que todo es posible. Nos muestran que no tenemos que deprimirnos o desanimarnos cuando descubrimos que hay pecado en nuestra vida. Jesucristo no nos ha olvidado, ni nos ha abandonado (Mateo 28:20). De hecho, Él continúa bendiciéndonos, individual y colectivamente, a medida que lo agradamos. Por ejemplo, analicemos una organización que comenzó en diciembre de 2010, virtualmente sin ninguna capacidad de predicar el evangelio. Actualmente, cuatro años después, proyectamos tener un millón de visitantes únicos a nuestro sitio en la red, LifeHopeandTruth.com, sólo en el mes de abril. Este sitio no existió sino hasta junio de 2012. Nos sentimos agradecidos con el aumento y la conversión potencial que esto representa, pero continuamos buscando cosas para el futuro y hacemos planes para expandirnos.
En algún momento pasado, cada uno de nosotros entró a un rio, un arroyo, una piscina, una pileta, una tina o algún otro receptáculo de agua y fue bautizado. ¿Se acuerda todavía cómo se sintió ese día? Relaciónelo con la Pascua y los días de Panes Sin Levadura. Dese tiempo para reflexionar en su significado. Agradézcale a Dios por su vida y por su familia; y comprométase en ser como Jesucristo, caminando en sus pisadas.
En mi carta de hace casi 50 años, escribí acerca de mi deseo de agradar a Dios; pero en 1969 no tenía ni la menor idea de adónde me llevaría mi viaje espiritual. En cuanto a mi carrera, tenía el deseo de ser ingeniero civil, entonces, ¿por qué fui a una escuela religiosa como el Colegio Ambassador? Mi razón inicial para ir a Ambassador era aprender más acerca de este camino de vida. Nunca me he arrepentido de esta decisión. En mi carta escribí que sin importar lo que llegara a ser: ingeniero, agricultor, contador o abogado —mi meta sería la misma: vencer al pecado y vivir de acuerdo con el ejemplo de Jesucristo (1 Pedro 2:22-25).
Ha sido un viaje increíble para mi familia y para mí. Creo con todo mi corazón que el Reino de Dios vendrá pronto. Las condiciones del mundo confirman que estamos viviendo en el tiempo del fin. También creo que cada uno de nosotros tiene que prepararse para ese día, quitando el pecado de su vida. Debemos estar comprometidos a examinarnos continuamente, y no simplemente durante la época de la Pascua.
Espero que la Pascua y los días de Panes Sin Levadura de 2015 hayan sido unos de los más significativos de nuestro viaje espiritual. Recuerden el día en que salieron de las aguas del bautismo y comenzaron una vida nueva. Espero que no tengan remordimientos y que estén “olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante”. Y espero que estén prosiguiendo a “la meta del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Sinceramente, su hermano en Cristo
Jim Franks