Queridos hermanos:
Por allá en 1980 cuando siendo ministro vivía en el área de Boston, Massachusetts, tenía libre acceso a la biblioteca teológica de la universidad de Harvard. Tal vez no lo sepan, pero cuando la universidad de Harvard fue fundada en 1636, tenía el propósito declarado de entrenar ministros para el nuevo mundo. Había una gran preocupación por la educación religiosa de aquellos que estaban llegando a las colonias, y la universidad de Harvard fue fundada para satisfacer esta preocupación.
En el acta original de constitución de Harvard, fue definido el propósito de esta escuela. Veamos un resumen en New World Encyclopedia [Nueva enciclopedia del Nuevo Mundo]: “Harvard fue establecida bajo el patrocinio de la iglesia, con la intención de entrenar los clérigos de tal manera que la colonia puritana no tuviera que depender de pastores inmigrantes, pero no estaba formalmente afiliada con ninguna denominación”.
Para poder cumplir el propósito de entrenar a los clérigos para las colonias, la carta original de 1636 establecía que cualquier ministro ordenado que viviere a 40 millas de Boston tendría servicios gratuitos en Harvard. Cuando estaba investigando algo en Harvard en 1981, descubrí una copia de la carta en un libro antiguo y lo llevé a la biblioteca teológica en la Harvard Divinity School. Cuando me presenté a la señora que estaba en el mostrador de información, me informó que de hecho el acta de constitución todavía estaba vigente y me preguntó dónde vivía y si estaba a 40 millas de la ciudad. Me sentí feliz de decirle a ella que vivía en Uxbridge, Massachusetts, que está a 39 millas de la ciudad. Ella me dio con gusto una tarjeta que me permitía tener acceso a la biblioteca, la cual usé con mucha frecuencia hasta que me transfirieron a Texas en 1987.
Uno de mis mayores hallazgos en la biblioteca teológica fue un libro escrito en 1800, que contenía unos dibujos increíbles del tabernáculo en el desierto. Debido a que estos ya no estaban cubiertos por los derechos de autor, pude hacer copias de los dibujos y convertirlos en diapositivas que después utilicé en los estudios bíblicos. Esto inspiró otro proyecto de investigación —utilizando el registro bíblico y varios libros disponibles en Harvard— acerca de la construcción del templo. Desarrollé otro estudio bíblico acerca del templo, utilizando diapositivas que preparé de algunos dibujos de los libros antiguos del siglo XVIII y el siglo XIX. Los libros de este periodo tenían bastantes dibujos que fueron muy útiles para entender cómo podría haber sido la apariencia del templo de Salomón.
Toda esta narración me lleva al punto de esta carta. Lo encontramos en 1 Crónicas 29, que describe uno de los momentos más dramáticos en la historia de Israel. Al rey David no se le permitió construir el templo porque había derramado mucha sangre cuando era rey (1 Crónicas 22:7-8). Pero él recolectó los materiales para la construcción de tal manera que su hijo Salomón pudiera construir el templo dedicado a Dios. El templo representaba la presencia de Dios en la nación de Israel y era un símbolo de paz y seguridad. Mientras el templo permaneció, sabían que Dios estaría con ellos. Por supuesto Israel se desvió de Dios en numerosas ocasiones, aun cuando el templo todavía seguía en pie. Entonces, no era una garantía ni un barómetro de su salud espiritual, pero era un símbolo que le daba esperanza a la nación.
El capítulo 29 de 1 Crónicas hace un recuento de todo el material que los israelitas dieron para la construcción del templo. El capítulo comienza con una declaración muy importante: “Solamente a Salomón mi hijo ha elegido Dios; él es joven y tierno de edad, y la obra grande; Porque la casa no es para hombre, sino para el Eterno Dios. Yo con todas mis fuerzas he preparado para la casa de mi Dios, oro para las cosas de oro; plata para las cosas de plata, bronce para las de bronce, hierro para las de hierro y madera para las de madera; y piedras de ónice, piedras preciosas, piedras negras, piedras de diversos colores, y toda clase de piedras preciosas y piedras de mármol en abundancia” (1 Crónicas 29:1-2).
Si usted suma todos los metales preciosos del templo, no hay duda de que fue el edificio más fabuloso que haya sido construido, digno de un precio estimado de miles de millones de dólares. Obviamente, Dios no necesita una casa física para vivir, pero se nos dice que cuando Salomón dedicó el templo, la gloria de Dios llenó la casa (1 Reyes 8:11-13). Durante su vida física, Cristo se refirió al templo (al segundo templo) como “la casa de mi padre” (Juan 2:16) y “una casa de oración” (Lucas 19:46). El templo era un símbolo importante que le daba esperanza a los judíos aun cuando estaban bajo la dominación de los ejércitos romanos.
David hizo una oración sobresaliente en 1 Crónicas 29 acerca de la importancia del templo. Él dijo: “Bendito seas tú, oh Eterno, Dios de Israel nuestro padre, desde el siglo y hasta el siglo. Tuya es, oh Eterno, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Eterno es el reino, y tú eres excelso sobre todos” (vv. 10-11). Después David alabó a Dios como el dueño de todas las cosas, reconociendo que todo lo que ellos le habían dado le pertenecía a Dios. “Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque, ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (vv. 13-14).
Luego David afirma: “porque nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura” (v. 15). Como seres humanos sin Dios, ¿qué tenemos en verdad? El templo fue un símbolo de esperanza, identificando a Israel como el pueblo de Dios. Ninguna nación había recibido antes este honor y David lo reconoció. Su afirmación acerca de la vida es cierta. La vida es corta y se termina tan rápidamente, como una sombra que pasa. La cualidad clave en cada vida es la presencia de Dios, porque sin él no tenemos esperanza. La vida comienza en un momento y transcurre como una sombra, pero después, ¿qué? Entender el propósito de la vida y el futuro después de esta vida es un don de Dios.
Mientras estaban construyendo el templo, Dios le habló a Salomón: “Con relación a esta casa que tu edificas, si anduvieres en mis estatutos e hicieres mis decretos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré contigo mi palabra que hablé a David tu padre; y habitaré en ella en medio de los hijos de Israel, y no dejaré a ni pueblo Israel” (1 Reyes 6:12-13).
Cuando los romanos destruyeron el segundo templo en el año 70 d.C., los judíos perdieron su símbolo de esperanza y seguridad. Por los siguientes 1900 años, ellos vagaron por el mundo sin tener una nación propia. No fue sino hasta 1948 que una nación llamada Israel vino a existir, pero sin un templo. Hasta hoy, hay varios en la moderna nación de Israel que desesperadamente quieren ver el templo restaurado.
Los apóstoles, en su ministerio, usaron el símbolo físico para referirse a un templo espiritual. Pablo comparó la Iglesia con el templo de Dios (Efesios 2:21), y el declaró que cada cristiano era también templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16-17). El punto que no podemos olvidar es que nuestra esperanza está en la presencia de Dios en nuestra vida.
El mundo está en una encrucijada y las decisiones que se están tomando nos están llevando a más y más corrupción y sufrimiento en los seres humanos. La pandemia tal vez termine pronto, pero los efectos posteriores se sentirán en los años por venir. Si nos enfocamos en los problemas y perdemos de vista las promesas de Dios para cada uno personalmente, podemos ser cómo lo que David proclamó cuando dijo: “nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura”. De todas las personas en la Tierra, deberíamos ser los más llenos de esperanza y positivos. En vez de caer presas de los temores y las preocupaciones del mundo, nos debemos enfocar en la verdadera esperanza —la presencia de Dios en nuestra vida y su futuro Reino. Predicamos “las buenas noticias” del Reino de Dios, no la oscuridad de este mundo moderno. Advertimos al mundo de la necesidad de arrepentirse para evitar el resultado final del pecado -sufrimiento y muerte. Y se nos instruye especialmente que le advirtamos a las naciones que han recibido las bendiciones prometidas a Abraham hace casi cuatro mil años atrás. Tal como las bendiciones les han llegado a estas naciones, así también les llegaran las maldiciones (Deuteronomio 28.) ¿Por qué? Ellos han rechazado el Dios verdadero, sus leyes y su forma de vida que le ha sido revelada a su templo espiritual, la Iglesia.
Tenemos la mayor esperanza que haya existido alguna vez —convertirnos en el templo espiritual. Con Dios el Padre y nuestro Salvador Jesucristo viviendo en cada uno de nosotros por medio del Espíritu Santo, tenemos las arras de nuestra salvación y un lugar en el Reino. Yo oro para que no nos desanimemos ni nos sintamos abrumados por las pruebas de esta vida y quitemos nuestros ojos de nuestra esperanza verdadera. Debemos enfocarnos en arrepentirnos de nuestros pecados, vencer y cambiar nuestra vida. Una vida futura en el Reino de Dios les será dada a aquellos que triunfen (Apocalipsis 21:7). La vida es demasiado corta para permitir que aun un día transcurra sin concentrarnos en esta esperanza. Nuestras vidas son en verdad sombras, pero no estamos como los demás “sin esperanza”.
Cordialmente, su hermano en Cristo,